Argentina: La lucha continúa
|
Las tumbas de Monte Chingolo, reveladas treinta años después
Por primera vez, se conocieron las actas donde figuran 49 personas sepultadas.
Es en una fosa común, en Avellaneda. Hasta ahora se creía que había unas 20.
Enrique Arrosagaray
Clarín
Treinta años y un mes después del combate de Monte Chingolo aparecieron
planos y certificados que arrojan luz sobre ese episodio sangriento: cómo fueron
enterrados en una fosa común del cementerio de Avellaneda 49 cuerpos de
guerrilleros guevaristas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), según
documentos inéditos a los que accedió Clarín.
En la tarde del 23 de Diciembre de 1975, un comando del ERP intentó copar el
Depósito de Arsenales "Domingo Viejobueno", en Monte Chingolo. La operación
había sido delatada por un espía del ejército infiltrado en el ERP, llamado
Jesús Ranier. Algunos sectores especularon que a los militares que ya estaban
preparando el golpe contra Isabel Perón no les convenía abortar ese ataque para
propiciar un clima de caos que justificara el golpe y también para asestar un
golpe mortal a la guerrilla guevarista.
Lo que ocurrió dentro del cuartel, ubicado en un borde del municipio de Lanús
que linda a modo de "tres fronteras" con Quilmes y Avellaneda, fue contado por
varios testigos además de existir una causa judicial —la 820.902/75— sobre los
hechos. Oficialmente hubo seis militares muertos. En cuanto a los muertos
civiles, se estimó cerca de un centenar. Poco se supo del destino de los
guerrilleros desaparecidos dentro del cuartel. En una placa colocada en la fosa
común del cementerio de Avellaneda, figuran algo menos de 20 nombres.
Los memoriosos recuerdan que los cuerpos de los guerrilleros fueron puestos en
hilera sobre el asfalto de una calle interna del cementerio, que ya no existe,
pero que desembocaba en la Morgue. Antiguos obreros del cementerio, recuerdan
los cadáveres, todos desnudos, con un número pintado sobre la piel del pecho y
algunos con las manos cortadas. Más allá de los recuerdos, los documentos más
interesantes los han dejado un oficial de policía y algunos médicos. El Oficial
Inspector Jorge Arnaldo Lino firmó un plano confeccionado en ese momento, que
indica quiénes, dónde y cómo fueron enterrados 49 civiles del ERP.
El lugar —dentro del Cementerio de Avellaneda— Lino lo informa a partir de dejar
escrito "paredón trasero del cementerio" en un borde del plano. Luego coloca un
número de orden de sepultura, del 1 al 49. Luego, en pequeños rectángulos, un
número que tiene que ser el pintado en cada pecho y la definición del sexo, y
finalmente, por fuera del rectángulo, la mayoría de los apellidos. Quedan así
dos hileras o "tablones", la más larga junto al paredón, con 30 cuerpos, y una
segunda hilera, delante de la primera, con 19 cuerpos. La fosa común que
contiene esos cuerpos, hoy delimitada con un muro bajo de adoquines, mantiene
esa curva que indica dos "tablones".
En estos archivos, también se pudieron ubicar algunas "licencias de inhumación"
extendidas por la segunda jefa de la Delegación Quilmes Oeste Seccional 4ø del
Registro de las Personas bonaerense, Francisca de Satti. En estas licencias hay
varios asuntos interesantes. Por un lado, fueron extendidas casi un mes después
de los hechos —entre el 21 y el 23 de enero de 1975— y "al solo efecto de dar
sepultura" a esos restos humanos. Esto explica algún recuerdo aislado que dice
que los cuerpos estaban en avanzado estado de descomposición.
Además, aparecen los nombres de médicos que extendieron los certificados de
fallecimiento: Orestes Marchione, Jorge Pedemonte, Roberto Pasquale y José
Albisu, quien se desempeñó como jefe del Departamento de Sanidad de la Policía.
Pasquale habría sido revisor de cuentas de la Sociedad de Cancerología de La
Plata. Al parecer, estos profesionales se cuidaron de no asentar que las causas
de las muertes fueron por acribillamiento. Sólo dejaron asentado que las muertes
fueron a causa de "hemorragia interna aguda" o "hemorragia cerebral" o "fractura
de base de cráneo".
Lo cierto es que la represión posterior fue tan feroz que no quedaron heridos ni
detenidos. Acercarse a estos papeles hace que cobre sentido el testimonio que
hiciera un soldado conscripto, asistente de un alto oficial, que participó de
aquellos hechos. Contó que en la noche siguiente al ataque "llevaron a un galpón
a varios detenidos, los pusieron en hilera y los fusilaron. Yo vomité hasta lo
que no había comido".