Argentina: La lucha continúa
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Fallo para que una joven recupere su identidad
Mi nombre es Carmen Gallo
La Justicia autorizó a una hija de desaparecidos a inscribirse con el
apellido de sus padres biológicos y el nombre que eligió su madre al dar a luz
en cautiverio. El permiso tardó seis años.
Carmen Gallo Sanz supo la verdad sobre su historia en 1999, pero recién puede
recobrar su nombre.
Adriana Meyer
Página 12
Si ya había sentido alivio cuando supo que no la habían abandonado sino que
fue robada durante la dictadura, Carmen Gallo Sanz ahora completó la
reconstitución de su identidad. La Justicia ordenó al Registro de las Personas
de la Provincia de Buenos Aires que la joven, hija de una pareja de
desaparecidos uruguayos, sea inscripta con el apellido de sus padres biológicos
y el nombre que le dio su madre al nacer, según informó la organización Abuelas
de Plaza de Mayo. La joven nació el 27 de diciembre de 1977, mientras su madre,
Aída Sanz Fernández, se encontraba detenida en el centro clandestino conocido
como el Pozo de Banfield. El médico policial Jorge Antonio Bergés fue quien
asistió el parto de Aída y falsificó el certificado de nacimiento indispensable
para la sustitución de su identidad. Aunque Carmen supo la verdad en 1999,
cuando conoció el resultado de su análisis de ADN, tuvo que esperar seis años
para poder recobrar su nombre. Por este caso, Bergés y el ex comisario Miguel
Etchecolatz fueron los primeros represores condenados por la supresión de
identidad de una hija de desaparecidos.
Los uruguayos Aída Sanz Fernández y Eduardo Gallo Castro se conocieron en Buenos
Aires, adonde llegaron en los primeros años ’70 perseguidos por la dictadura en
ese país. Ella era enfermera y militaba en una agrupación de nivel local en
Montevideo, él era jornalero en la cosecha de azúcar e integraba la Unión
Azucareros de Artigas. Vivían en San Antonio de Padua a fines de diciembre de
1977, cuando fueron secuestrados por un comando conjunto de militares uruguayos
y argentinos, y fueron interrogados en el Pozo de Quilmes y en el Pozo de
Banfield junto a otros compatriotas. Algunos de ellos sobrevivieron y declararon
en el juicio contra Bergés y Etchecolatz. "Te voy a pedir que cuentes que tuve
una hija. No sé dónde está porque me la sacaron", le dijo Aída, en muy malas
condiciones físicas, a Liliana Bermúdez cuando compartieron la celda en el Pozo
de Banfield.
Durante ese proceso, en el que los dos represores fueron condenados a siete años
de prisión, declararon otros testigos de esa nacionalidad, que viven en Canadá,
e incluso la propia Carmen. "La historia es muy fuerte, sobre todo por lo que
pasaron mis padres, pero tuve alivio y supe que no me habían abandonado",
expresó la joven ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata. Su abuela Elsa
también permanece desaparecida. Había venido a Buenos Aires para estar presente
cuando ella naciera.
Su familia de crianza la conforma un matrimonio no vinculado a las Fuerzas
Armadas, que la Justicia terminó desvinculando del caso por carecer de
responsabilidad en la apropiación, si bien la adopción habría sido ilegal. La
pareja nunca le ocultó que era adoptada y estuvo de acuerdo con la búsqueda que
emprendió Carmen, a partir de la sospecha que surgía del hecho de que su partida
de nacimiento estuviera firmada por Bergés. Y también la acompañaron a Uruguay
para conocer a su familia biológica, quienes se alegraron muchísimo cuando en
diciembre la abogada María Ester Alonso, de Abuelas, les envió por fax la
resolución judicial. Carmen se había acercado a la Comisión Nacional por el
Derecho a la Identidad y en 1999 tuvo los resultados de las pruebas de ADN. La
había acompañado Clara Petrakos, quien persiste en encontrar a su hermana,
alguien que fue apropiada como Carmen. Clara pensaba que ella llevaba su sangre
y por eso la convenció de hacerse el análisis.
Pese a la sentencia favorable por la sustitución de identidad y falsificación de
documentos públicos, Carmen Gallo Sanz continuaba su vida con su documentación
anterior. Fue necesario que durante 2005 intensificara en forma personal sus
reclamos para ser inscripta como hija biológica de Aída Sanz Fernández y Eduardo
Gallo Castro. Después de seis años de peticiones, el Tribunal Oral Federal 1 de
La Plata, presidido por Carlos Rozanski e integrado por Ana Aparicio y Nelson
Jarazo, ordenó al Registro de las Personas provincial que la joven fuera
inscripta con suverdadero nombre y apellido. Así consiguió que el derecho a su
identidad fuera contemplado y reconocido, tal como establecen numerosas
convenciones de derechos humanos así como recientes fallos y resoluciones de la
Justicia argentina.
"Las Abuelas (de Plaza de Mayo) esperamos que, después de años de lucha en la
búsqueda de la verdad y la restitución de nuestros nietos apropiados, no vuelva
a repetirse la situación de que una joven apropiada tenga que realizar diversas
peticiones y que transcurran años hasta alcanzar la restitución de su identidad,
cuando el Estado argentino está obligado a restablecerla rápidamente por la
Convención Internacional de Derechos del Niño", señaló la entidad en su página
web.
Con sus casi 30 años Carmen Gallo Sanz es estudiante y empleada. Prefiere el
bajo perfil. Cuando declaró ante la Justicia pidió que no hubiera público y que
no estuvieran presentes los dos represores que estaban siendo juzgados. Con la
resolución en la mano, a fines del año pasado inició el trámite para dejar de
llevar documentos falseados. Y espera tenerlos en sus manos, como culminación
material de la reconstitución de su identidad.