Argentina: La lucha continúa
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Izquierda
David Viñas
Página 12
"Los muertos que vos matáis gozan de buena salud."
José Zorrilla, Don Juan Tenorio, 1844
No se trata aquí de postular la comunión de los santos. Pero si se tiene en
cuenta que un diario modelo del neoliberalismo como La Nación distribuye, a
través de sus obstinados estrategos políticos, la idea de que la izquierda "ha
muerto" corresponde, por lo menos, plantear algunos interrogantes.
Sobre todo frente a la notoria vocación necrológica de ese matutino que inauguró
-ya hace años- una secuencia que empecinadamente difundía tanto la defunción de
las ideologías como la ruina de la historia o el fallecimiento del sujeto en
diversos niveles. Lúgubre y, a la vez, jubilosa colección que, por cierto, se ha
sentido descolocada con el triunfo categórico de Evo Morales en las elecciones
presidenciales de Bolivia.
¿Qué ocurre? En primer lugar, que a la izquierda no se le reconoce, a lo largo
de las luctuosas participaciones emitidas por La Nación, un carácter histórico.
Ni marco de coyuntura ni encuadre referencial. Escamoteándose así datos
elementales tan divulgados como la concreta aparición de la izquierda en los
años de la Revolución Francesa. Designación -como se sabe de memoria-
condicionada por el lugar que en las asambleas ocupaban los sectores más
radicalizados en esa inflexión histórica. Cabe agregar, en este orden de cosas,
que durante los siglos XIX y XX (y en lo que va del XXI), la izquierda como
denominación ha aludido a bloques y contenidos diversos de acuerdo con el
devenir político, pero que privilegiaban siempre, eso sí, el cambio en polémica
con la defensa del estatucuo.
Incluso esa historicidad, en su producción vertiginosa, se ha corporizado en
franjas más personales: Clemenceau, considerado por La Nación un "hombre de
izquierda", en el negociado de Panamá o en la represión de los motines populares
de 1917, encarnó momentos antagónicamente reaccionarios. Y en nuestro país -para
no abundar- Américo Ghioldi, considerable diputado socialista en los años '30,
terminó su itinerario como obsceno embajador en Portugal nombrado por la
dictadura militar en 1976.
Después de estos desahogos pedagógicos, obvios e ineludibles, es necesario
situar, de inmediato, la perplejidad de La Nación ante el arrollador proceso
electoral de Evo Morales. No sólo porque la izquierda real en Bolivia se ha
desplazado desde el vetusto MNR y de los equívocos del MIR hacia el MAS, sino
porque en Venezuela, clave en el arco de sincronía, alguien tan sistemáticamente
descalificado como Chávez -inmovilizado por el quietismo teórico de La Nación en
"su destino de militar golpista"-, apuesta a una actualización del socialismo,
mientras la "izquierda" representada por Acción Democrática hoy no es mucho más
que un mustio recuerdo.
Cambios, entonces, dramática histórica con sus desplazamientos y
resignificaciones alarmantes: Evo Morales cocalero, Chávez bolivariano.
Connotaciones impensables, lógicamente, para los clásicos de la izquierda. Pero
que para las interpretaciones neoliberales se traducen en incomprensión y en
sustos. En particular, porque a La Nación -por su reticente periodismo
deshistorizador-, a Bolivia y a Venezuela, se les suma el inquietante futuro
político de Chile, el del Perú y Nicaragua con preocupaciones agravadas.
Como balance: ¿qué le queda al neoliberalismo más allá del miedo? ¿Plegarias o
profecías apostando a una presunta "moderación"? ¿Acaso a un centrismo
virtuosamente alejado de los "extremos"?
Ante semejante barullo, ni triunfalismo ni canonizaciones. Pero la pregunta
fundamental se impone como un desafío: ¿no era que la izquierda -latinoamericana
ahora- estaba definitivamente enterrada de acuerdo con los editoriales,
concienzudos análisis, arengas y rituales de La Nación?