Argentina: La lucha continúa
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Cortes de ruta en Gualeguaychú
El piquete fatal del progreso
Brecha
El enojo de los entrerrianos va en aumento debido a que no se sienten
escuchados. Los cortes llegan en el momento en que más le duelen a Uruguay: la
temporada de verano. Mariana Contreras
Hace tiempo que la amenaza de cortes de ruta sobrevolaba ambas orillas. La
Asamblea Ciudadana Ambiental de gualeguaychú ya había advertido sobre la
aplicación de medidas más "ruidosas" si seguía avanzando la instalación de las
plantas de celulosas. Y el 30 de diciembre cumplió su promesa. Ese día un corte
de la ruta 136, que lleva hacia el puente que une Argentina y Uruguay, impidió
el tránsito de vehículos durante 24 horas. Fue un viernes previo a fin de año,
por lo que se suponía que llegaría a nuestro país el primer "desembarco" de
turistas argentinos. La medida se extendió a los puentes de Paysandú y Salto
gracias al apoyo de grupos ambientales de esas zonas y la Asamblea advirtió que
los cortes se repetirán hasta marzo en forma sorpresiva.
AQUÍ ESTAMOS. El lunes 2, cuando BRECHA estaba en gualeguaychú, la Asamblea se
reunió. En este espacio participan, además de grupos ambientalistas, otros
sectores nucleados por temas sociales, comerciales y productivos. Y eso, dicen
sus integrantes, permitió no sólo ampliar el espectro sino también
autofinanciarse, porque algunos sectores participantes hacen importantes
contribuciones al proyecto. La explicación casi siempre apareció como réplica a
los argumentos que se manejan del "otro lado": que la Asamblea no es otra cosa
que un manejo político de algún sector económico muy importante de Argentina que
podría verse perjudicado con las plantas.
En la reunión no participaron más de 30 personas, pero en la ciudad todos hablan
del tema y apoyan los cortes. Varios comercios y autos lucen carteles con un "No
a las papeleras" y una convocatoria a participar de las reuniones de la Asamblea
ambientalista. Casi todas las personas con las que BRECHA dialogó en la calle
habían participado en alguna de las actividades convocadas (asambleas, marchas,
"abrazo del puente" e incluso el corte).
Enojo, angustia y temor parecían ser entre la gente el común denominador. "El
problema no es con los uruguayos", dicen los argentinos, pero algunos no pueden
evitar que el reproche salga a flote. "Los uruguayos no toman conciencia de lo
que pasa y los que nos jodemos somos nosotros", dijo el empleado de una tienda
visiblemente fastidiado.
Su compañera volvió a reiterar que el problema no es con la gente, que su
comercio (una tienda de ropa) trabaja en buena medida con uruguayos que cruzan
de Río Negro y que el día del corte se notó su falta, pero está cansada de que
"se rían en la cara cada vez que pasan por el comercio y ven el cartel de ‘No a
la papelera’". También está molesta de que "Tabaré se cague de la risa y de que
Kirchner no dé pelota". La muchacha quiere que alguien le explique qué
diferencia existe entre la Dirección Nacional de Medio Ambiente uruguaya y su
par española, para que las autoridades uruguayas afirmen tan tranquilas que los
delitos ecológicos por los que ence fue acusada en España no van a repetirse
aquí. Ella espera que el desastre "no se produzca, pero, ¿y si sucede? Vamos a
terminar todos abrazados llorando". Y además tiene miedo de que en algunos años
le pase algo a su hija como resultado de la contaminación. "Si eso pasa se va a
largar una crisis que no nos vamos a poder ni ver. Si a un familiar mío le pasa
algo yo a los uruguayos los voy a maldecir. La muerte te produce odio", dijo.
En Gualeguaychú y Fray Bentos BRECHA pudo detectar una fuerte desconfianza ante
la información procedente de ambos gobiernos y la convicción de que este "es un
tema político y se va a resolver políticamente, contaminen o no las plantas". El
"caos informativo" en ambos lados es importante. Los "datos" se superponen, se
mezclan y nadie encuentra una voz medianamente imparcial. Y al final parece que
hay que basarse más en la intuición que en cualquier otro argumento.
Aquí en Uruguay esa desconfianza está hasta en aquellos que dicen votar a la
izquierda. Pero la mayoría parece desconcertada ante tanta información
contradictoria que circula. La gente pide que el ministro de Vivienda, Mariano
Arana, deje de decir que las plantas no contaminan y que la Dinama cuente con lo
necesario para controlar y que comience a argumentar en ese sentido; que Busti
deje de decir que los uruguayos están "incentivados" y que muestre las pruebas,
o que los opositores dejen de hablar de un futuro con peces de dos cabezas y que
muestren en qué se basan para afirmarlo.
BOICOT. En medio de este panorama la Asamblea llama a un boicot al turismo
uruguayo. No sólo se trata de cortar el puente, también se convoca a no viajar a
Uruguay por ninguna otra vía. El ferretero que siempre llegaba a Punta del Este
en el verano dice que este año no va, tampoco tiene problema con los uruguayos,
pero en estas condiciones "no me sentiría cómodo".
Desde la Asamblea dicen tener claro que el mayor afectado es el turismo de Fray
Bentos porque "el que va a Punta del Este es un público que no va a dejar de
cruzar". Juan Veronesi, apicultor e integrante de la Asamblea, afirmó que si
bien el corte de rutas puede sonar antipático antes se tomaron otros caminos y
ninguno funcionó. Ni las marchas ni las concentraciones frente a las embajadas
de Uruguay, España y Finlandia, ni el abrazo del puente, ni los seis meses de
propaganda e información que estuvieron entregando en el puente. El objetivo es
inmodificable. La Asamblea no acepta que se los convoque a participar de los
controles ambientales, sólo acepta que se termine el proyecto. Admiten que el
corte es ilegal, como afirma el canciller Reinaldo gargano (porque viola los
estatutos del Mercosur que aseguran la libre circulación), pero más ilegal fue
lo de Uruguay cuando construyó el puerto de Botnia aunque no estaba incluido
entre las obras autorizadas. "Uruguay violó todos los tratados y ahora se
refugia en la comisión binacional donde no hacen otra cosa que pelearse",
afirma.
"Ahora, que les duela", parece que estuvieran diciendo. Y para algunos en Fray
Bentos parece haber sido así. Para Veronesi el corte fue un éxito: el gobierno
uruguayo dejó ver su preocupación por la afectación al turismo. No se trata sólo
de que lograron que algunos argentinos decidieran volver a sus casas, sino que
también ya se generó cierta incertidumbre. En un elegante restaurante de Fray
Bentos en donde el año pasado en los días de fiesta se facturaron 46 mil pesos
(en buena medida gracias a argentinos que luego seguían hacia el este), su dueño
confiesa que en esta oportunidad apenas llegaron a los 7 mil pesos. Siete
familias que habitualmente pasan allí el 31 cancelaron sus planes y decidieron
su ingreso vía Colonia, y otra resolvió entrar por el puente de Paysandú, por lo
que demoró nueve horas en un viaje que habitualmente no pasa de los sesenta
minutos. El mismo hombre invirtió este año en un restaurante "más popular"
apostando a la reactivación que se iba a producir en la ciudad. Pero "todo se
atrasó" y el boliche está cerrado, a la espera de que en abril, ahora sí con las
construcciones en plena ebullición, quienes vengan a trabajar consuman en su
negocio. Y también ahora está en el parador de Las Cañas: "Me pidió la
Intendencia que lo agarrara porque nadie quiere", dijo. Es que el futuro del
balneario más importante del departamento es incierto.
Casi todos los argentinos con los que BRECHA dialogó del lado uruguayo habían
dudado en qué horario cruzar para evitar los cortes.
En Las Cañas una pareja joven se arriesgó teniendo claro que si se encontraban
con el paso cerrado se volvían sin pensarlo. Ahora su preocupación está centrada
en el regreso. Unos porteños (con casa en el balneario) al final decidieron
meter su cuatro por cuatro en Buquebus, pagar 400 dólares y hacer el tramo
Colonia-Las Cañas en auto. Ellos mismos, para nada de acuerdo con los cortes,
cuentan que el año pasado a esta altura el balneario rebosaba de gente y no
había calles desiertas como ahora. Y aunque no temen que las plantas contaminen,
si el balneario va a estar de ahora en adelante vacío, ya no es lo mismo, porque
a sus hijas adolescentes les gusta "la movida". Es que algunos de los que este
año no están son amigos que decidieron no cruzar para evitar complicaciones.
El camping municipal solía estar repleto y hoy las parcelas libres abundan. Los
encargados dicen que todos los moteles están repletos y que la concurrencia con
las carpas es buena. Pero la verdad es que uno recorre con la mirada y los
huecos entre carpa y carpa son evidentes. Para muchos se trata de una campaña
argentina para quedarse con su turismo, que es lo que les importa a los
entrerrianos. De otra forma "¿por qué no se preocupan por las papeleras que
tienen en su país? ¿Por qué greenpeace, que siempre apoya estas cosas, ni
aparece?".
Otros argentinos que compraron un terreno porque vieron que esto era "un paraíso
aparte" ahora dudan en comenzar la construcción. Vienen buscando la paz, la
playa, el viento, ¿y si después resulta que no pueden salir de la casa? Todavía
no saben qué hacer, pero son de los que sospechan que va a ser difícil
desentrañar quién tiene razón, porque las cosas en este capitalismo en el que
vivimos se manejan a un nivel inalcanzable para los "comunes". Lo que es seguro
es que el problema trasciende lo ambiental.
Con estos líos y todo, Fray Bentos se muestra tranquila. La gente necesita el
trabajo, dicen a cada rato. Por eso esperan que las aguas se aquieten y siguen
jugados a que la industria de la celulosa funcione.