Argentina: La lucha continúa
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Los bancos del país o el país de los bancos
Jorge Gómez Barata
En estos días, a propósito de la polvareda levantada por los pagos de Brasil
y Argentina al FMI utilizando reservas de los bancos centrales, algunos
analistas hacen referencia a esas instituciones como si se tratara de
dependencias de los gobiernos, orientadas por ellos y que asumen como propias
sus políticas.
En ese entendido, los bancos centrales de Brasil y Argentina estarían asumiendo
las ondas de Lula y Kirchner respectivamente, el de Venezuela seria bolivariano
y la Reserva Federal de los Estados Unidos hubiera apoyado los programas de JFK.
No es así. Los bancos son templos monoteístas donde se adora a un solo dios: el
dinero, se habla exclusivamente de acciones, valores fiduciarios, intereses,
cobros y pagos y donde al entrar es obligado dejar a la puerta sentimientos y
emociones. Allí la probidad y la decencia son relevadas como garantía.
De todos los bancos, los peores son los bancos centrales. El Banco Central es el
banco de los bancos. El Estado no su dueño sino uno de sus clientes y como
quiera que suele guardar las divisas de las reservas internacionales de la
Nación y los encajes legales del resto de los bancos, acumula enormes masas de
dinero con las cuales realiza megaoperaciones.
De todas las capacidades del Banco Central ninguna es tan inquietante como la
facultad para "crear dinero".
Nadie lo vio tan claro como el presidente JFK que en 1963, mediante una orden
ejecutiva, intentó anular la facultad de los bancos de la Reserva Federal de
fabricar dinero de la nada y prestarlo con intereses, entre otros al gobierno de
los Estados Unidos. Esa no fue su única osadía. Quiso eliminar la segregación
racial, sacar a los soldados de Vietnam, no apoyó con la escuadra norteamericana
la invasión de la CIA por bahía de Cochinos, ni aplastó la isla rebelde durante
la Crisis de los Misiles. La suma le costó la vida.
Nunca ha quedado claro por qué si la Constitución de los Estados Unidos,
explicita y categóricamente establece que es atribución del Congreso: "…Acuñar
monedas y determinar su valor…", el 23 de diciembre de 1913, durante el gobierno
de Woodrow Wilson, aprovechando el feriado por navidad, se aprobó el Acta de
Reserva Federal que concedió a un pool de 12 bancos privados, la atribución para
imprimir dinero.
En 1993, refiriéndose a estos temas el Representante James Traficant, recordó a
la Cámara que en ese mismo recinto, el 10 de junio de 1932, otro congresista,
Louis T. McFadden presidente del Comité de Bancos y Circulación Monetaria,
emitió la más demoledora diatriba que se haya expresado contra la Reserva
Federal:
"Sr. Presidente, tenemos en este país a una de las instituciones más corruptas
que el mundo ha conocido. Me refiero a la Junta de la Reserva Federal y los
Bancos de la Reserva Federal…" En aquella oportunidad, McFadden afirmó que los
bancos asociados ella, por cierto más de 10 000, deliberadamente habían causado
el crack de la bolsa y los bancos que en 1929 dio inicio a la gran Depresión.
Aunque no vivió lo suficiente para llevar adelante su proyecto de rescatar para
el Estado las facultades para emitir dinero y no ha sido posible conocer todos
sus argumentos, Kennedy descubrió la intrínseca capacidad de la Reserva Federal
para manipular al gobierno, cosa que no estuvo dispuesto a aceptar.
El sistema que no convenció a Kennedy funciona de la siguiente manera: la
Reserva Federal ordena la impresión de dinero e inmediatamente, lo presta con
intereses a los bancos y al propio gobierno. De ese modo la Reserva vende por su
valor nominal impreso, papeles que prácticamente no le han costado nada crear.
Todo es ganancia.
La decisión de Kennedy fue ordenar al Departamento del Tesoro imprimir billetes
respaldados por la plata física en su poder. Nació así el billete de Kennedy que
apenas circularon, de impedirlo se encargaron los pistoleros que actuaron en
Dallas. Los bancos recogieron los billetes y olvidaron el decreto, por cierto
todavía vigente.
De haber prevalecido el enfoque de Kennedy, los gobiernos de Nixon, Reagan, Bush
padre e hijo que han funcionado con enormes déficit, hubieran quebrado. El
dinero creado por la Reserva Federal para financiar sus aventuras, no sólo
sobrepasa ampliamente los ingresos del gobierno, sino los valores del oro y
plata almacenados en las bóvedas de Fort Knox.
Con algunas variantes, las leyes vigentes en los países latinoamericanos
consagran enormes poderes a los bancos centrales, entre los más notorios figura
su independencia, la facultad para crear dinero y algunas patentes de corzo para
no rendir cuentas. En los ambientes neoliberales, el Banco Central no controla
ni suplanta al gobierno, es el gobierno.