Nuestro Planeta
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Se ha desatado una fuerte
polémica entre los ecologistas y contaminadores
A partir de su entrada en vigencia el protocolo de kyoto un nuevo cercamiento
(I)
Daniel Clavero*
La propuesta contenida en el Protocolo de
Kyoto ha desatado una fuerte polémica entre 'ecologistas' y 'contaminadores'
de todo el mundo. Este Protocolo ha entrado en vigencia el 16 de febrero de
este año, es un compromiso de las naciones (todas) de reducción de la emisión
de gases que alimentan el cambio climático para el período 2008-2012 de un 5%
con respecto a los niveles del año 1990 (aunque mayor para los desarrollados).
En su articulado, el Protocolo prevé la 'promoción de modalidades agrícolas
sostenibles a la luz de las consideraciones del cambio climático', la
'aplicación de instrumentos de mercado' en lo referido a los objetivos del
mismo. Curiosamente reserva para las federaciones de transporte el accionar
sobre la reducción en esa área particular.
Para reforzar la adscripción a los 'principios del mercado', el Protocolo dice
que las partes se 'empeñarán en aplicar políticas y medidas para reducir los
efectos adversos en el cambio climático, el comercio y repercusiones sociales
y económicas para otras partes', como un mecanismo que tenderá a disminuir y/o
atenuar la brecha entre las naciones desarrolladas y no desarrolladas.
Esta apretada síntesis de las disposiciones del Protocolo confirma la
adscripción de Naciones Unidas a los principios económicos que desde Tatcher y
Reagan hasta aquí han cambiado radicalmente las relaciones económicas y
sociales en el mundo, contribuyendo al acrecentamiento de la brecha entre
ricos y pobres (ya sean estos países o individuos).
La reducción se llevará a cabo por 'instrumentos de mercado' dice el
protocolo. Esto significa que se aplicarán a aquellas áreas en que los
desarrollos científico-tecnológicos puedan desarrollar nuevos productos para
el mercado postergando, en algunos casos aquellas en las que no se pueda
lograr un bien económicamente viable. Además convalida la ventaja lograda por
los países desarrollados por vía de derechos de propiedad intelectual en el
sector científico-tecnológico.
Pero dijimos que el Protocolo desató un intenso debate. Veamos que sostienen
las partes del mismo.
Para los 'ecologistas' es imperioso reducir la emisión de gases contaminantes
en la convicción que el medio ambiente constituye un recurso incapaz de
renovarse a la velocidad que impone el desarrollo económico. Para ellos debe
eventualmente limitarse el desarrollo a niveles que lo hagan sostenible por
limitación de actividades que sean altamente contaminantes, por reducción de
la emisión o por el establecimiento de procesos naturales o artificiales que
mejoren la absorción por el medio ambiente de las emisiones.
Aquellos que se oponen al Protocolo, aducen que el elevado costo de las
medidas a implementar frente al magro objetivo propuesto lo hace inviable. En
su lugar sostienen que sería más conveniente 'avanzar' en el combate a la
pobreza y el fomento al desarrollo global. Esto hará que los países en vías de
desarrollo puedan superar su estadio de pobreza y en consecuencia estar en
mejores condiciones de evitar las consecuencias del cambio climático
(inundaciones, enfermedades, etc.). El transcurrir del tiempo, confía,
permitirá el desarrollo científico y tecnológico que proveerá mecanismos para
actuar sobre el cambio climático. Como son abiertamente defensores del modo de
producción vigente, dejan las soluciones al mercado. Este proveerá los bienes
para enmendar los daños del cambio climático y en algún momento los que
permitan detenerlo y/o revertirlo. Que los pobres se enfermen, inunden, etc.
mientras sigan siendo tales; que se enriquezcan y así estén en condiciones de
adquirir en el mercado de la salud aquellos bienes que le permitan restaurar
la salud perdida y si no fuera posible detener el avance, que construyan las
obras de infraestructura para prevenir las inundaciones; etc. 'Más vale
prevenir que curar' decían los viejos, pero parece que para el mercado la
inversión del orden es mucho más provechosa. Se trata de creación de riqueza
para comprar bienestar y no de crear bienestar que no compra nada.
En este marco, ¿Qué grupo tiene razón? ¿Es posible una solución dialéctica
entre ambos? ¿Quiénes serán los ganadores y perdedores? Surgen como
interrogante que trataremos de responder. Para ello no reduciremos nuestro
análisis a rendimientos económicos como pretenden los opositores, pero tampoco
al 'ambientalismo' de quienes los apoyan evitando además escaparnos por la vía
de un avance en la 'democratización' de las relaciones entre países limitando
que privilegia la 'igualación' formal postergando la materialidad de la
desigualdad.
* Daniel Clavero es Licenciado es Ciencias Políticas.