Nuestro Planeta
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Decrecimiento sostenible
Iñaki Barcena
Gara
El diccionario-corrector de mi ordenador no reconoce la palabra sostenibilidad y
la subraya en rojo, aunque no pone reparos a conceptos como movilidad
sostenible, ciudades sostenibles, planes y estrategias sostenibles. Será que
como dicen nuestros gobernantes autonómicos primero es el desarrollo y después
la sostenibilidad, a pesar de que mi ordenador tampoco acepta que ésta vaya
después de desarrollo si va como sustantivo en vez de asumir ser nada más que un
adjetivo calificativo.
Congresos, jornadas, simposios nunca ha conocido la sociedad vasca un concepto
que agrupe más voces e intereses diversos que el desarrollo sostenible. El
desarrollo sostenible se ha convertido en un concepto ameba que vale para
expresar tanto los ánimos desarrollistas de sectores empresariales ávidos de más
negocio (business as usual, dicen los anglófonos), como la preocupación de
algunas instituciones por nuestras malas relaciones con los ecosistemas. Vale
tanto para representar el matrimonio post-moderno entre economía y ecología,
como para que se reivindique el principio de precaución y la dimensión local y
de paso se recuerde la diferencia y las contradicciones entre desarrollo y
crecimiento.
El pasado mes, el Gobierno Vasco presentó los indicadores ambientales de la CAV
y es de agradecer. Al menos el Gobierno de Gasteiz, siguiendo las pautas
europeas, realiza el ejercicio de medir la evolución de los parámetros
ambientales, cosa que pocas comunidades autónomas hacen. Sin información
ambiental es imposible la participación social y por eso los esfuerzos y
compromisos para aportar conocimiento sobre nuestra realidad ambiental son
positivos. Aunque eso no significa que debamos creer y aceptar los puntos de
vista y la interpretación de los datos que propone la Administración Vasca. Ni
los 22 indicadores tienen igual importancia, ni están todos los que son. Unos se
repiten y otros sobran.
Atendiendo a los datos más relevantes del 2005, observamos que producimos más
basuras, tóxicas (3,3%) y domésticas (3%) y por muy bien que las «gestionemos»
nuestro problema ambiental aumenta.
Está bien tener cada vez más planes de movilidad sostenible (60 ayuntamientos y
8 comarcas) y más usuarios de transporte público pero si el incremento del
tráfico de automóviles y camiones sigue desbocado, por encima del crecimiento
del PIB, no hay lectura positiva posible. Lo mismo pasa en el sector energético
y en las emisiones de CO2 que han aumentado un 5% desde el año anterior. Hemos
llegado al 35% más que en 1990, cuando el límite de Kyoto está en el 15%. Por
desgracia, que existan casi 200 Agendas 21 Locales no es sinónimo de mejoras
ambientales sustanciales.
Energía y transporte son dos grandes desafíos socio-ambientales que la sociedad
vasca, como parte de la vieja y superdesarrollada Europa, tiene planteados.
Tratar de responder a ellos con más infraestructuras viarias y Trenes de Alta
Velocidad o centrales de ciclo combinado hoy y centrales nucleares mañana, es
negarse a la evidencia. La evidencia de vivir en el despilfarro y en la
desigualdad. Vivimos a costa de los materiales y la energía que usurpamos en
otras partes del planeta y eso nos crea una deuda ecológica muy superior a la
denominada deuda externa. Sabemos que el petróleo y el gas natural se agotan
pero nuestra dependencia de ellos aumenta.
Existen alternativas, no nos cansamos de repetirlo. Empresas y administración
pueden copiar los términos que usa el movimiento ecologista, pero si se persigue
el crecimiento económico a toda costa, los parques eólicos y los automóviles
híbridos se convierten en escaparate de distracción. Si la sociedad vasca quiere
encaminarse a la sostenibilidad (aunque mi ordenador no lo acepte) tendrá que
hacerlo decreciendo en sus niveles de movilidad motorizada y en su consumo
energético. Y por ahora el decrecimiento es un tema tabú.
Iñaki Barcena es miembro de Ekologistak Martxan