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Brasil: Maíz transgénico causa alarma
Mario Osava
Tierramérica
La denuncia del ingreso ilegal de maíz transgénico al sur de Brasil, cruzando la
frontera con Argentina, causó alarma entre funcionarios y especialistas, quienes
advierten que sus efectos ambientales podrían ser más graves que los del
contrabando de soja nueve años atrás.
El diputado Frei Sergio Gorgen, de la Asamblea Legislativa del meridional estado
de Rio Grande do Sul, denunció ante la fiscalía a la empresa Agropecuaria
Campesato por vender semillas de maíz genéticamente modificado, después de
comprobar una denuncia anónima recibida el mes pasado.
Según Gorgen, la variedad transgénica comercializada por esta pequeña firma del
interior del estado provendría de Argentina y pertenecería a la corporación de
biotecnología Monsanto, que ha estado en el centro de las polémicas brasileñas
sobre transgénicos desde 1996, cuando su soja RR se diseminó ilegalmente también
en Rio Grande do Sul.
La soja transgénica alcanzó más de 80 por ciento del área sembrada, según
estimaciones de los cultivadores, y se expandió a otros estados.
El maíz es distinto, puede afectar el ambiente y la agricultura de forma más
grave que la soja, dijo a Tierramérica Claudio Langone, secretario ejecutivo del
Ministerio de Ambiente, función que equivale al de viceministro. Por ser una
especie de polinización directa, el gen que le fue agregado a la variedad
modificada puede contaminar el maíz convencional, arguyó.
El semanario Brasil de Fato, vinculado al Movimiento de los Sin Tierra, señaló
que parte del maíz contrabandeado contenía el gen GA21, usado en la variedad
RRGA21 de Monsanto, resistente al glifosato. Sin embargo, la transnacional
estadounidense dijo desconocer la procedencia del maíz y rechazó el comercio y
la siembra de semillas ilegales, "sean convencionales o transgénicas".
"Es una irresponsabilidad" introducir el maíz así en el país, cuando ya está
vigente la ley que regula la actividad con transgénicos, y su expansión puede
tener consecuencias "trágicas", por el impacto ambiental que puede ser
irreversible y los daños en la credibilidad de la agricultura brasileña,
perjudicando las exportaciones, dijo Langone.
El Congreso legislativo aprobó en marzo la Ley de Bioseguridad, que abrió las
puertas a la investigación, desarrollo y producción controladas de organismos
transgénicos, contrariando a los ambientalistas.
"El maíz es para consumo interno, pero resulta un insumo clave en la producción
de carne porcina y avícola, importantes en la exportación brasileña", explicó
Langone.
"Además, esa ilegalidad viola derechos del consumidor, que se alimentará de
transgénicos sin ser informado", acotó.
Los organismos transgénicos son modificados en laboratorio mediante la
introducción de genes de otras especies vegetales o animales con el fin de
mejorar sus características, rendimiento o resistencia a plagas, plaguicidas o
factores climáticos.
Las investigaciones biotecnológicas que Monsanto hace en Brasil están
autorizadas por el órgano competente, la Comisión Técnica Nacional de
Bioseguridad (CTNBio), aseguró la empresa en una nota pública. Eso incluye las
variedades de maíz YieldGard y Roundup Ready (RR), resistentes a insectos y al
herbicida glifosato, respectivamente, y aún no permitidas en la producción
comercial en el país.
Según el diputado Gorgen, quien interpuso la denuncia en Rio Grande do Sul,
ahora toca a las autoridades policiales, judiciales y agrícolas identificar al
contrabandista, poner fin al contrabando y responsabilizar a Monsanto,
propietaria de la patente.
"Quien es dueño para ganar tiene que ser dueño también para controlar", dijo
Gorgen a Tierramérica.
En su opinión, este caso no correrá la misma suerte que el de contrabando de
soja en los años 90, que legislaciones temporales lo acomodaron como un "hecho
consumado".
"Los agricultores ya se dieron cuenta del engaño que fue la soja transgénica, un
fracaso económico" porque exige más productos agrotóxicos, elevando costos
después de los primeros años, señaló Gorgen.
Además, la opinión pública tiene "otra percepción", la federación de los grandes
agricultores manifestó que no toleraría una nueva ilegalidad, y la industria de
carnes teme perder exportaciones si sus puercos y pollos se alimentan de maíz
transgénico, indicó.
Para Narciso Barison, presidente de la Asociación de Productores y Comerciantes
de Semillas y Plántulas de Rio Grande do Sul (Apassul por sus siglas en
portugués), el maíz transgénico sigue el mismo camino de la soja, "pero no
tendrá igual futuro".
La semilla híbrida del maíz, la más usada, tiene dificultad de reproducción, no
se multiplica como la soja, dijo Barison. Los agricultores enfrentarán una
"violenta caída de productividad" al usar las semillas ilegales, sin la calidad
asegurada por los productores certificados, pronosticó el productor, cuya
actividad sufrió duras pérdidas con la ilegalidad de la soja transgénica.
Pero mientras no se compruebe esa pérdida "de hasta 50 por ciento de
productividad", los "traficantes" seguirán engañando a los agricultores,
lamentó. Los burladores quedan impunes porque "quien sufrió pérdidas a causa de
la ilegalidad no lo admite", concluyó.
En cambio, Elibio Rech, investigador del Centro de Recursos Genéticos y
Biotecnología de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria,
vislumbra buenas perspectivas para el desarrollo de transgénicos en Brasil, pues
asegura que la Ley de Bioseguridad operará mejor a partir de 2006.
Rech no espera gran impacto ambiental del maíz contrabandeado. Ese cultivo
transgénico puede contaminar otros vegetales, pero hay "metodologías y barreras"
para evitarlo, y los genes que le fueron agregados "no le dan ventajas
competitivas" para provocar daños ambientales, arguyó.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el
17 de diciembre por la red latinoamericana de Tierramérica.