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Este proyecto no es ni revolucionario ni altruista como se
presenta
Silvia Ribeiro
www.ecoportal.net
La semana pasada se anunció con bombos y platillos la publicación del "primer
mapa de la diversidad genética humana", resultado de la primera fase del
Proyecto Internacional HapMap. Es un catálogo de variaciones genéticas de la
especie humana, basada en el análisis del ADN de 269 individuos de las
poblaciones yoruba de Nigeria y han de Pekín; de japoneses de Tokio y residentes
de Utah, Estados Unidos, con ancestros del occidente y norte europeos.
Aunque los seres humanos compartimos 99.9 por cienadn, to de la información
genética, tenemos pequeñas variaciones, llamadas poliformismos singulares de
nucléotido o SNP (por su siglas en inglés; se pronuncia snip). Se estima que
existen unos 10 millones de SNP en la especie humana y supuestamente esas
diferencias estarían relacionadas con la mayor resistencia o susceptibilidad a
enfermedades y medicamentos. El proyecto HapMap encontró la forma de buscar
estas variaciones en conjuntos de genes llamados haplotipos (de ahí el nombre
del proyecto), lo que redujo la búsqueda a 300 mil posibilidades. La industria
farmacéutica y médica está particularmente interesada en los SNP, porque
permitirían desarrollar la "medicina personalizada" del futuro; por ejemplo,
drogas específicas, según la identidad genética de cada individuo.
Doscientos investigadores de seis países -Reino Unido, Canadá, Estados Unidos,
Japón, China y Nigeria- participaron en este proyecto, financiado con dinero
público de esos países y del sector empresarial, por medio del llamado SNP
Consortium, integrado por gigantes farmacéuticos como Pfizer, Bayer, Aventis,
Bristol-Myers Squibb, Roche, GlaxoSmithKline y Novartis, junto con Motorola e
IBM.
El resumen de resultados se publicó en la revista Nature el 27 de octubre de
2005, y en la misma semana aparecieron artículos complementarios en otras
publicaciones científicas, como Nature Genetics, Genome Research y PLoS Genetics.
Los resultados y secuencias genéticas del proyecto han sido colocados en
Internet, teóricamente en el "dominio público". Según el proyecto HapMap, esto
es un paso revolucionario, ya que a partir de este conocimiento se podrán
desarrollar nuevos diagnósticos y tratamientos para enfermedades como diabetes,
hipertensión y cáncer.
Sin embargo, la gran mayoría de las enfermedades que sufrimos no dependen de los
genes. Estos podrían indicar alguna predisposición, pero lo que define la salud
o la enfermedad es la alimentación, el ambiente, las condiciones de vida,
trabajo y vivienda, es decir, condiciones fundamentalmente socioeconómicas, que
empeoran mientras más crece el poder de las trasnacionales. Esa "medicina
personalizada" será sólo para quienes puedan pagarla, o sea, una vía más de
privatización de los sistemas de salud.
Este proyecto no es ni revolucionario ni altruista como se presenta. La
investigación se financia con dinero público y genes de indígenas y migrantes -a
quienes se convence de entregar su información genética "para bien de la
humanidad"-, pero quienes se benefician son las corporaciones que logren
patentar la información antes que las demás, monopolizando los eventuales
métodos diagnósticos o tratamientos que se pudieran desarrollar. La política del
HapMap dice que la información producida por el proyecto no "debería" ser
patentada, pero que cualquier uso que se haga de ella podrá ser patentado: "El
proyecto no impide a los investigadores hacer solicitudes de patentes sobre SNP
o haplotipos para los que encuentren una utilidad específica, si esto no impide
que otros investigadores puedan seguir obteniendo la información básica del
proyecto". La realidad de las patentes sobre genes muestra lo contrario: las
posibilidades de investigación sobre la información "básica" se reducen
drásticamente una vez patentados.
Pocos días antes, los investigadores Fiona Murray y Kyle Jensen, del Instituto
Tecnológico de Massachussets, publicaron otro estudio (Science, 14/10/2005),
donde informan que cerca de 20 por ciento del genoma humano está patentado, con
el efecto real de retrasar o impedir la investigación por parte de otros. De las
patentes otorgadas, 63 por ciento corresponden a empresas privadas, encabezadas
por Incyte, Genentech y GlaxoSmithKline, y el resto principalmente a
universidades estadunidenses, que a su vez venden o licencian en forma exclusiva
sus patentes a empresas, es decir, otra vía de biopiratería humana y de
privatización de los resultados de la investigación pública.
Apelar al "dominio público" es entonces una forma de dominar al público,
colocando la información del genoma humano a disposición de quienes tengan más
recursos, más herramientas y lleguen primero. Por ejemplo, las empresas del SNP
Consortium, que con mínima inversión -y enorme subvención pública- tuvieron
acceso adelantado a la información.
Gerardo Jiménez Sánchez, director del Instituto de Medicina Genómica (Inmegen),
lamenta que México no participara en el HapMap (pese a que los informes del
Inmegen varias veces nombran la colaboración con este proyecto). Pero México sí
participó: el banco de genes humanos del Instituto Coriell de Estados Unidos
-donde ya se vendían genes de mayas de Yucatán- ahora también vende información
genética de "mexicanoestadunidenses", explícitamente proveniente del proyecto
HapMap.
Al colocar en Internet información de grupos humanos específicos -como también
pretende hacer el Inmegen- se publica de hecho información crucial de toda esa
población, no sólo de los muestreados. Por ejemplo, los yorubas son parte
importante de la población de Cuba y Brasil. ¿Quién puede garantizar qué uso se
hará de esta información?
El HapMap y otros proyectos similares, como el Genográfico, deben ser objeto de
un escrutinio público mucho más crítico, que analice todas sus implicaciones sin
dejarse cegar por la fascinación que nos quieren vender científicos asociados a
las multinacionales.
* Investigadora del Grupo ETC
www.etcgroup.org