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Medio Oriente - Asia - Africa

Más allá de Gaza

Eduardo Brik

Rebelión

Con la desconexión o desvinculación de Gaza, término acuñado por Sharón, para no asumir la idea de retirada o de desocupación (se van las fuerzas ocupantes), ante su pueblo y ante los ojos del mundo, después de treinta y ocho años, se empiezan a romper varios mitos sostenidos por el movimiento colono israelí (la ultraderecha nacional religiosa, más peligrosa y fundamentalista que ha existido en la historia reciente de Israel) y por amplios sectores de la población israelí. La realidad se impone y algunos mitos se desvanecen. Entre estos mitos están los siguientes:

La desocupación unilateral de Gaza y no negociada con la ANP, comienza a romper estos mitos. Pero preguntémonos a que obedece la retirada de Gaza:

  1. Una erosión internacional sin precedentes de la posición de Israel en el concierto de las naciones. Una injusticia de treinta ocho años que ha producido una violencia territorial que ha generado otra violencia como contestación. Una política sin sentido donde nada se ha sustentado con nada y donde el único lenguaje eran las armas. Una estupidez más del nacionalismo territorial excluyente.
  2. Una erosión interna, moral y económica de la población, en especial con recortes significativos en las prestaciones sociales y con índices de desocupación e indigencia elevados y crecientes protestas entre la población.
  3. Una resistencia política que lucha contra la ocupación.
  4. Un terrorismo suicida palestino imparable que, a pesar de las ingentes medidas de seguridad, la construcción del muro y las campañas de represalias no han podido eliminar, aunque sí mitigar. Las imágenes de niños y adolescentes suicidas entrenándose en los campos de adiestramiento ha convulsionado profundamente al público israelí y al resto de la comunidad internacional.
  5. Una presión política desde Washington que, frente a su deterioro político- militar en la ocupación de Irak y ante el deseo de democratizar el Oriente Medio, debe lograr hacer un gesto de buena voluntad ante el mundo árabe a través de la retirada de Gaza. Los recientes viajes de Condoleezza Rice a la zona y las entrevistas con los dirigentes de Palestina e Israel evidencian este hecho.
  6. La carta de los 27 pilotos israelíes que se negaban a actuar en los territorios. Una creciente insumisión en los soldados que no quieren servir en los territorios.
  7. El surgimiento político en 2003 de iniciativas de paz: como la Iniciativa de Ginebra, opción liderada por Yosi Beilin y por Yasser Abbed Rabo, acciones conjuntas de las sociedades israelíes y palestinas u otras iniciativas como Nusseiba - Shalom. La Iniciativa de Ginebra ofrece una perspectiva de paz posible desde ambas sociedades civiles con amplio respaldo internacional, acordando varios puntos esenciales:
    1. Final de la ocupación.
    2. Dos estados para dos pueblos.
    3. Fronteras reconocidas y permanentes, respetando la Línea Verde del 1967.
    4. Solución negociada al problema de los refugiados palestinos.
    5. Jerusalén, capital de ambos estados.

Esta iniciativa goza de buena salud y tiene un respaldo considerable del 35 -40% de ambas poblaciones, aproximadamente. Se desmonta la idea de que no hay con quién negociar, cobra peso la idea de que las sociedades civiles, a través de sus organismos, pueden llegar a acuerdos y acercamientos vitales para una futura paz. He tenido la posibilidad de ver esto con mis propios ojos en el encuentro de Jericó, en junio de 2004: Por la paz en Palestina, iniciativa de Ginebra, en el cual tuve la oportunidad de participar.

  1. Iniciativas de acercamiento concreto entre entidades, organismos o asociaciones de ambas sociedades civiles israelíes y palestina, entre asociaciones y fundaciones que actúan en estos encuentros especialmente en Europa, dada la dificultad de organización que existe y de permisos de viaje de palestinos a Israel y de israelíes a los territorios.

¿Qué alternativas se presentan después de Gaza?

El paso dado por el gobierno de Sharón posiblemente tenga una continuidad política en la zona que ni él mismo se pudo haber imaginado. Desde determinados círculos políticos y desde la prensa internacional, al mismo tiempo que se aplaude esta decisión, se expresa una gran preocupación porque se piensa que la desocupación de Gaza puede resultar una maniobra engañosa que pretende decirle al mundo y a su pueblo que tiene voluntad de paz y negociación, mientras se siguen creado políticas de facto, con un incremento de asentamientos en los territorios y una continuidad en la construcción del muro, sin modificar el perjuicio que Israel provoca en el pueblo palestino. También es destacable señalar que la desocupación de Gaza no atribuye al pueblo palestino ni el control aéreo ni marítimo ni terrestre sobre este diminuto territorio de 380 Km2.

El Movimiento por la Paz debe plantar cara a los fundamentalistas y a los que quieran boicotear las iniciativas de paz, debe despojarse y reconstruir los viejos mitos que aún subsisten en ellos para poder ganar las conciencias, las aulas, las calles y las plazas tanto de Israel como de Palestina.

Los pacifistas de ambas partes deberán convertir una decisión histórica como esta en una alternativa para la construcción de la paz, sin que ello deje de tener en cuenta los riesgos y obstáculos que se puedan presentar en el trayecto. Atrás quedan ya las imágenes de los colonos rasgándose las vestiduras en señal de duelo por la evacuación, atrás quedan ya las amenazas de resistencia contra el ejército. El movimiento colono pierde fuerza, aunque subsisten aún vestigios importantes y peligrosos que será difícil que se resignen a la nueva realidad y seguirán subsistiendo e imperando los odios, los resentimientos y núcleos violentos, que también tienen dosis de terroristas. El movimiento colono se irá cayendo poco a poco como un castillo de naipes. Sin embargo estertores de odio y venganza se mostrarán en el camino como. los recientes ataques de colonos, desertores del ejército disparando a árabes palestinos en Galilea, el asesinato en Jerusalén de un judío ortodoxo, los ataques con morteros desde la franja de Gaza a Sderot por parte de palestinos y el ataque suicida palestino en Beer – Sheba. Todo esto aventura una situación difícil y grave, generado por todos aquellos que quieren minar nuevamente cualquier intento de convertir la retirada de Gaza en una alternativa para adelantar el proceso de paz. Pero tengamos claro que la retirada de Gaza no es un acuerdo de Paz ni significa una paz inmediata.

Después de Gaza Sharón no puede engañar más a su pueblo y a la comunidad internacional diciendo que le den un respiro de un par de meses para ver lo que hace sin que tenga a priori sobre la mesa objetivamente ningún plan de paz o dialogo, mientras el pueblo palestino se pudre en la opresión e indigencia con un 68% de paro que solo es caldo de cultivo para la violencia del terrorismo.

Está claro que, como dijo recientemente el presidente de la ANP, M. Abbas "no puede haber paz si Israel no se retira de Cisjordania y se crea un Estado Palestino", en recientes declaraciones al diario español ABC. En este contexto Abbas deberá al mismo tiempo, ser muy firme con las condenas y la lucha efectiva contra sus propios grupos terroristas, logrando que aquellos se incluyan en un programa o fuerza política dentro del complejo mapa palestino.

Más allá de Gaza, es necesario construir una nueva mitología para la paz. Previamente se deberán abordar las narrativas conflictivas que ambos pueblos han construido en base a su historia presente y pasada.

Abordar la narrativa palestina fundamental implica considerar los siguientes puntos:

  1. La conexión territorial - espiritual palestina a la Tierra Santa.
  2. La ocupación israelí, que dura treinta y ocho años.
  3. La nakba (la catástrofe de 1948, con la creación del Estado de Israel).
  4. Los millones de refugiados existentes.
  5. El miedo a la continuidad del desplazamiento y expulsión debido a la ocupación e inmigración judía.
  6. La solidaridad de los árabes-israelíes con la causa palestina y la necesidad de ser ciudadanos iguales en el Estado de Israel.

La narrativa israelí deberá abordar los siguientes puntos conflictivos:

  1. La tierra de Israel como centro judeo bíblico de la Tierra Prometida, otorgada por Dios.
  2. La conexión histórica a la Tierra Santa.
  3. La reconstrucción de las narrativas de las diferentes guerras y la co-construcción de una nueva narrativa acerca de ellas.
  4. La historia de la persecución judía en la diáspora.
  5. La conexión del holocausto nazi y la creación del estado de Israel.
  6. Miedo a otro Holocausto

Si bien la mitología del conflicto está profundamente arraigada y enquistada en el corazón de ambas sociedades, no va a ver posibilidad alguna de llegar a un acercamiento o acuerdo si no se trabaja previamente, en un plano político- psicológico, en la construcción de una nueva narrativa, que sea conjunta y aceptada por ambos pueblos. Si Hamás o el movimiento colono van a constituir las vías mayoritarias de peso en la cual ambos propugnen de alguna manera, la exclusión y expulsión del otro, las posibilidades de la paz desaparecerán. Si Israel y Palestina y cada uno de sus habitantes no toman en consideración estos aspectos y no se ven implicados en que cada habitante de ambas sociedades tienen una función histórica a desarrollar para acercar el proceso de paz, la paz tan anhelada por amplios sectores no llegará, dado que no solamente es obra de los gobiernos o políticos actuales. Cualquier ciudadano israelí o palestino que no luche por la paz y el acercamiento real a una solución negociada de israelíes y palestinos podrá ser observado como un boicoteador del proceso de paz. Lo mismo para las diásporas judías y palestinos.

Esta nueva narrativa a construir, será posible si comenzamos reconociendo al otro: el otro existe. En este caso, las sociedades civiles palestina e israelí, deberán acercarse a través de todos los medios posibles: asociaciones para la paz, ONGs, educadores, profesionales de las distintas disciplinas, que vayan construyendo un nuevo tramado de nuevos puntos de vista, diálogo y convivencia, antes de que existiera un acuerdo político global en la zona. Para ello apelo al concepto del filósofo español José Antonio Marina: el concepto de inteligencia social, también denominada comunitaria o compartida. Esta inteligencia es la que surge de las relaciones entre los miembros de un grupo, una asociación o una sociedad. Es aquella que permite desarrollar y aprovechar los talentos individuales mediante una interacción estimulante y creativa, es aquella que permite hablar de un capital intelectual; obviamente, al hablar de esta inteligencia podemos hablar de sociedades inteligentes o, en su defecto, sociedades estúpidas, el criterio será siempre el mismo. La inteligencia social capta mejor la información, se ajusta mejor a la realidad, percibe antes los problemas, inventa soluciones eficaces y las pone en práctica, siendo el lenguaje y la conversación el arma fundamental de la inteligencia social. Para introducir un nuevo lenguaje en el conflicto habrá que inventar nuevos términos, nuevas prácticas, nuevas políticas que hagan que los mitos se transformen, que también se transformen las morales y las costumbres vigentes. Sólo una interacción constante y recurrente de intercambios va a producir pautas estables y una nueva reflexión y crítica, una nueva reelaboración y contrastación, una nueva pedagogía del escarmiento, en síntesis, una nueva producción de nuevas realidades.

Para avanzar, después de Gaza, deberemos profundizar en las contradicciones de ambas narrativas. Es central tener en cuenta que las generaciones que hayan nacido y se hayan educado con falsificaciones históricas, fanatismos, propagandas, prejuicios, eslóganes en ambos lados puedan tener conciencia de ello. Los talleres o workshops con profesionales (psicólogos, mediadores o psiquiatras) interesados en el proceso de la paz, son de gran utilidad en esta tarea. La narrativa histórica plantea que para hablar de igual a igual con el otro cada uno debe tener una actitud sensible y de interés y no una actitud despectiva, de superioridad, desde la fuerza y desde la insensibilidad. Es imprescindible que ambos pueblos entiendan el aspecto político- mental del otro. Los israelíes deberán entender que en Palestina siempre vivieron palestinos desde que llegaron los primeros inmigrantes y que por lo tanto tienen derecho a un estado propio, los palestinos deberán entender que la continuidad del Estado de Israel es una necesidad, para llegar a un acuerdo justo y para la solución definitiva del conflicto. Obviamente no a cualquier precio.

La nueva narrativa deberá establecer una argumentación única del conflicto, deberá desechar o superar el choque histórico de la expulsión y cooperar con las fuerzas de paz de ambos lados, para lograr un compromiso histórico que lleve a la consolidación de los dos pueblos. El campo de la paz deberá hacer una reevaluación valiente de la narrativa nacional, libre de las falsedades y decepciones históricas. Habrá que ayudar a todo el pueblo israelí a asumir no solamente los logros de la creación del Estado, sino la injusticia extrema que se produjo con la Naqba, a fin de poder corregirla tan pronto como sea posible, con reparaciones concretas. No se pueden esperar 2000 años como hizo el Vaticano para pedir perdón por la acusación de que los judíos mataron a Cristo, no se puede esperar 25 años como hizo el presidente Clinton cuando fue a pedir disculpas a Vietnam por los daños provocados, no se puede esperar otros 100 años de enfrentamientos porque ya no habrá población que pueda enfrentarse. Reconocer implica tener conciencia de lo que se ha provocado, pedir perdón sincero y hacer las reparaciones correspondientes.

La gran batalla actual, después de Gaza, es la batalla política que supone, al mismo tiempo, la batalla por las ideas. Una nueva política que, realmente, pueda poner final al conflicto histórico que data ya más de 100 años. La complejidad laberíntica de la situación actual requiere un análisis claro, nuevas ideas y alternativas políticas concretas. El periodismo, los periodistas y todos los medios de comunicación deberán jugar un papel fundamental en las ideas de la paz. Deberán resaltar y dar a conocer todos los pequeños avances en los núcleos y asociaciones, fundaciones e iniciativas de paz que existan en la zona y dar cobertura a ellas, con mayor intensidad que dan cuando la sangre y la muerte es lo que domina la información. Queremos periodistas de la paz y no periodistas de la guerra. Los periodistas por la paz deberán por ejemplo, seguir dando cobertura a la Fundación Barenboim – Said, a la Fundación Arik, a la Coalición por la Paz en Palestina "Iniciativa de Ginebra", a todas las asociaciones de madres y asociaciones pacifistas tanto en Palestina como en Israel, que buscan acercamientos y luchan por la Paz. Los profesores, maestros y educadores enseñarán asignaturas sobre el conflicto con una narrativa compartida por ambos pueblos.

Pero debemos estar atentos a la situación actual: en el campo israelí, concretamente, el gobierno de Sharón, no expresa claramente que quiere la paz. No plantea un plan global de paz con tiempos, fechas y acuerdos de conciliación con los palestinos, ni plantea límites territoriales a abordar. Un gobierno que quiere la paz no crea muros de la vergüenza ni continúa su construcción, no incrementa asentamientos ni carreteras de circulación, no decide unilateralmente una retirada sino que negocia un acuerdo global. Un acuerdo de paz expresa, no solamente, el compromiso territorial sino que plantea claramente la creación de un estado palestino, independiente, el problema de los refugiados y la liberación de los presos políticos. Convengamos que, para Sharón, es un plan que muestra al mundo y a su pueblo, que a pesar de este gran gesto, los palestinos seguirán atacando y matando tanto desde Gaza como en Cisjordania. Si esto se produjese por parte palestina, entraríamos en una espiral de violencia con mayor derramamiento de sangre y se impondrá, finalmente, la tesis de Sharón, que rubricará la anexión definitiva de la Cisjordania y querrá, nuevamente, imponer la paz por la fuerza. Caer en esta trampa conducirá a un colapso total, planteará que no hay sitio para los dos pueblos en el territorio y, finalmente, los proyectos de aniquilación o expulsión del otro cobrarán protagonismo. No permitamos que esto ocurra. Se necesitan muchas voces tanto en Israel como en Palestina y fuera de ella, que se levanten y actúen en la dirección de la paz. No caigamos nuevamente en que las diásporas palestina y judías, sean incondicionales a planes excluyentes si no también aquí se deberá buscar la convergencia.

En Israel, la población está convulsionada, se observa con escepticismo y muchos interrogantes qué es lo que sucederá. Mientras existe una euforia por la desocupación en amplios sectores que anhelan la paz y el acuerdo con los palestinos, el movimiento colono está en retirada, está herido, pero no está derrotado. El ministro de finanzas, Benjamín Netanyahu, que pretende liderar, no sólo el Likud, donde tiene mayoría, sino a toda la derecha ortodoxa fundamentalista, que aún no encaja esta retirada, puede llegar a poner en peligro del proceso y repetir la historia de violencia y desencuentro.

El movimiento político en Palestina, después de Gaza, reactualiza la disputa por la hegemonía entre la ANP y Hamás, la cual se observa cotidianamente en enfrentamientos armados en Gaza entre miembros de ambas organizaciones. Mahmud Abbas deberá demostrar que gobierna el territorio, combate la acción armada de Hamás y otras organizaciones radicales y puede obtener ante su pueblo una clara victoria política mediante la vía no violenta, logrando las exigencias que pide su pueblo. Las elecciones legislativas del 26 de Enero en Palestina serán una prueba de fuego para Abbas, como para la democracia en Palestina. Como buen patriota, y respondiendo a lo que clama una sociedad inteligente, Abbas le dice a Sharón y al mundo: El proceso abierto en Gaza tendrá que culminar con el final de la ocupación, la devolución de los territorios de la Cisjordania y una negociación sobre la capitalidad palestina de Jerusalén. Si este proceso se lleva a cabo de forma violenta, Abbas caerá y la negociación volverá a paralizarse. Las últimas declaraciones de Hamás no invitan al optimismo. Hamás sigue planteando hoy la tesis de la expulsión de todos los israelíes del territorio de Israel y de los territorios ocupados y la disolución del estado de Israel.

Las sociedades civiles deben ganar la batalla política por la paz. Está claro que las fórmulas diplomáticas actuales son insuficientes, aunque hay que tenerlas muy en cuenta para saber cómo actuar.

El Movimiento por la Paz, en ambas sociedades, debe explicar que el conflicto es un choque entre el movimiento sionista israelí, que lo ha conducido a querer tomar el país entero y expulsar a la población no judía, y el movimiento nacional palestino, que pretende detener este proceso y organizar un estado palestino en todo el país. El Movimiento por la Paz, deberá hacer hincapié en que el conflicto a resolver es un conflicto territorial nacional entre ambos pueblos y no un conflicto religioso.

La tarea del Movimiento por la Paz es detener este choque, generar un compromiso histórico entre los dos pueblos, que suponga la aceptación de la existencia de ambos estados y que lleve a la coexistencia pacífica de respeto y colaboración, ya que sino es de esta manera, será la continuidad de la guerra, el intento de destrucción del otro, la continuidad de la estupidez humana y no de la inteligencia.

Una política de paz valiente debe penetrar en el corazón y en la mente de la población israelí, conquistar sus corazones, pero debe explicar que, junto a los logros de la empresa sionista, que dio cimientos y continuidad al Estado de Israel, una gran injusticia se cometió en la población palestina: la Naqba (la catástrofe, 1948). El gobierno israelí deberá asumir responsabilidades y reparar todos los daños ocasionados, pagar indemnizaciones.

Según Uri Avneri de Gush-Shalom, el Movimiento por la Paz deberá explicar que:

  1. No habrá posibilidad de paz si no finaliza la ocupación y, por lo tanto, será germen de cualquier tipo de violencia.
  2. Esos territorios no pertenecieron nunca al Estado de Israel, aunque históricamente, vivieron núcleos judíos.
  3. A diferencia de otros movimientos de colonización, el movimiento sionista ha sido un movimiento único en la historia de la humanidad que ha supuesto el retorno voluntario después de 2000 años, al territorio donde vivieron sus antepasados. Este retorno fue motivado en parte por:
  4. Un acuerdo de paz no tiene valor si ambas partes no lo aceptan, no sólo en la teoría, sino en la práctica, es decir, si no se produce un acercamiento concreto, psicológico y social de ambas sociedades.
  5. No hay otra vía que dos estados para dos pueblos. No hay posibilidad de un estado único binacional, aunque parezca muy progresista, dado que ninguno de los dos pueblos acepta esto.

Finalmente y para resumir, podemos decir que el campo de la paz deberá plantear:

  1. El final de la ocupación.
  2. La creación de un estado palestino independiente y viable, junto al estado de Israel.
  3. La línea verde será la frontera entre ambos estados.
  4. Todos los colonos serán evacuados del territorio palestino.
  5. Ambos estados se comprometen al desmantelamiento de todas las organizaciones terroristas vigentes en ambos territorios.
  6. Israel reconocerá el derecho al retorno de los refugiados palestinos como un derecho inalienable y asumirá la responsabilidad moral y material por la creación del problema. Dichos refugiados retornarán al territorio del Estado de Palestina y un número acordado al territorio de Israel.
  7. Jerusalén será la capital de ambos estados.
  8. Un pacto de seguridad entre los dos estados, garantizará la seguridad para ambos.
  9. Tendrá que existir una integración regional de intercambio y cooperación de ambos estados con los estados de la zona.

Un acuerdo de paz honesto conducirá la final del conflicto histórico y a la conciliación entre los dos pueblos, basado en la igualdad, el respeto y el esfuerzo para la máxima cooperación. Dicho acuerdo será supervisado por la comunidad internacional. Las narrativas conflictivas tendrán que ser materia obligatoria de educación en ambas sociedades y confluir en una narrativa única y conjunta aceptada por ambos pueblos.