Medio Oriente - Asia - Africa
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Sin justicia no habrá paz en Medio Oriente
Robert Fisk
La Jornada
Así que los palestinos cesarán su ocupación de Israel. No volverán tanques
palestinos a abrirse paso a sangre y fuego hacia Haifa y Tel Aviv. Ningún otro
F-18 palestino volverá a bombardear centros de población israelíes. Nunca
más un helicóptero Apache palestino llevará a cabo "liquidaciones
selectivas" -asesinatos- de líderes militares israelíes. Los palestinos han
prometido poner fin a "todos los actos de violencia" contra los israelíes, en
tanto que Israel ha ofrecido poner fin a toda "actividad militar" contra los
palestinos. Ahí está, pues: paz en nuestro tiempo.
Un marciano -inclusive un marciano de alto nivel escolar- habría captado que ése
es el mensaje, suponiendo que hubiera descendido el martes anterior en el mundo
fantástico de Sharm el Sheikh. Los palestinos han cometido "violencia", y los
israelíes han realizado operaciones "inocentes". La "violencia" palestina -o "el
terror y la violencia", frase ésta más popular en cuanto lleva el estigma del 11
de septiembre de 2001- ha llegado a su fin.
Mahmoud Abbas -quien este año confió a un íntimo amigo libanés que se ponía
traje y corbata para tener un aspecto "diferente" al de Yasser Arafat- consintió
todo esto. En el misterio quedó cuál era el pueblo que ocupaba los hogares de
cuál otro.
De cabello plateado y con un encorvamiento que le da aire de sabiduría, Mamhoud
Abbas estaba a tono con el papel. Teníamos que olvidar que era el mismo Abbas
que redactó los acuerdos de Oslo, el que a lo largo de mil páginas evitó
escribir aunque fuera una sola vez la palabra "ocupación", y que no habló de
"retiro" de tropas israelíes de territorio palestino, sino de "reasignación".
En ningún momento del pasado martes mencionó alguien la ocupación. Como si fuera
"sexo", hubo que censurar esa palabra de la narrativa histórica. Como de
costumbre, igual que en Oslo, los verdaderos temas se postergaron para otra
fecha. Los refugiados, el "derecho al retorno", Jerusalén oriental como capital
palestina: ya hablaremos de eso más tarde.
Jamás nos había hecho más falta la cáustica voz del finado Edward Said. Por
supuesto los asentamientos -colonias judías para judíos, y sólo para ellos, en
tierra árabe- no se mencionaron este día. Tampoco Jerusalén oriental ni el
"derecho al retorno" de los refugiados de 1948. Esos son los "sueños poco
realistas" a los que los israelíes se refirieron.
Todo eso se abordará "más tarde", como supuestamente iba a ocurrir con el
infortunado acuerdo de Oslo. Mientras se puedan posponer las verdaderas causas
de la guerra, no hay problema. Era "el fin de la violencia", que ha costado 4
mil vidas, según se dijo este martes, pero sin la importante ecuación de que dos
tercios de esas vidas eran palestinas. Paz, paz, paz. Era como terrorismo,
terrorismo, terrorismo: una mercancía que pudiera comprarse en un supermercado.
Ojalá lo fuera.
Al final del día las cuestiones importantes eran éstas: ¿cerrarán los israelíes
sus asentamientos masivos en Cisjordania, inclusive los que rodean Jerusalén?
Nada de eso se dijo. ¿Pondrán fin a la expansión de asentamientos sólo para
judíos en toda la Cisjordania palestina? Ni una palabra. ¿Permitirán a los
palestinos tener su capital en la Jerusalén oriental árabe? Ninguna mención
hubo.
¿Pondrán de veras fin los palestinos a su intifada -y dentro de ella los
ataques suicidas- por efecto de estas promesas inexistentes? Al igual que las
elecciones en Irak -también llevadas a cabo bajo ocupación extranjera-, las
pláticas palestino-israelíes fueron históricas sólo porque fueron "históricas".
La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, advirtió a los palestinos que deben
"controlar la violencia", pero, como de costumbre, no hubo ningún llamado a
"controlar" la violencia del ejército israelí.
En efecto, el sine qua non de la ecuación fue que los palestinos son
culpables. Ellos son el bando "violento": de ahí la admonición de que pongan fin
a la "violencia", en tanto que los israelíes cesarán meras "operaciones". Los
palestinos, al parecer, son genéricamente violentos. Los israelíes son
genéricamente respetuosos de la ley: ellos sólo realizan "operaciones". Y Abbas
consintió semejantes pamplinas.
Todo quedó claro en la información de los medios sobre los sucesos de este
martes. Lo que se ofrecía, dijo CNN, fue "poner fin a toda violencia"... como si
la ocupación ilegal no fuera una forma de violencia. La agencia estadunidense
Associated Press informó con desgano que "algunas poblaciones siguen por ahora
bajo control de seguridad israelí", es decir, bajo ocupación, aunque la agencia
no lo diría así a sus lectores.
Así pues, Mahmoud Abas será el Hamid Karzai de Palestina; su corbata será el
equivalente a la túnica verde de Karzai; "nuestro" nuevo hombre en Palestina, el
tsunami que lavó la contaminación de Yasser Arafat, cuya tumba
Condoleezza Rice se afanó en evitar. Pero las trampas para tanques siguen allí:
Jerusalén oriental, los asentamientos judíos y el "derecho al retorno" de los
palestinos de 1948 a los hogares que perdieron.
Por si quisiéramos aplaudir, como hicieron los "pacificadores" ese martes, más
vale darnos cuenta de que, si no resolvemos ya estos grandes pendientes de
injusticia, este nuevo acto de "pacificación" va a resultar tan sangriento como
Oslo. Pregúntenle a Abbas: él fue el autor de ese primer acuerdo fatal.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya