Medio Oriente - Asia - Africa
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Petróleo en Africa
Esperanzas, ambiciones y realidades geopolíticas
Juan Carlos Galindo
Existe una anécdota, magistralmente relatada por el periodista Jon Lee
Anderson en el New Yorker, que permite hacerse una idea del porqué de la
importancia creciente del continente africano dentro de la política
internacional. Con motivo de una reunión de la Asamblea General de Naciones
Unidas, en septiembre de 2002, varios dirigentes africanos fueron invitados por
la Casa Blanca a un almuerzo en los salones del lujoso Waldorf Astoria. Después
de varias intervenciones en francés, un desconocido, de nombre Fradique de
Menezes, tomó la palabra y rescató al presidente de Estados Unidos de su letargo
e indiferencia. El desconocido era el presidente de Santo Tomé y Príncipe, un
pequeño archipiélago frente a las costas de Africa Occidental. La razón de la
súbita atención que le prestó George W. Bush no se basaba en el dulce acento con
el que Menezes habla inglés. Más bien se trataba de las dos palabras mágicas que
el mandatario de este pequeño archipiélago pronunció en su breve alocución:
petróleo e inversiones.
Necesidades y ventajas
En efecto, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) han empezado a mirar con ojos
ávidos este continente hasta no hace tanto olvidado por todos. Según la Agencia
Internacional de la Energía (AIE) en los próximos 25 años Estados Unidos
necesitará importar el 75 por ciento del petróleo que consume; cantidad que se
eleva al 95 por ciento en el caso de la UE. Todo ello a la espera de lo que
ocurra con India y, sobre todo, con China, país que en 2003 absorbió el 63 por
ciento del crecimiento mundial en el consumo de energía. Si a este contexto se
le une la inestabilidad e incertidumbre en Oriente Próximo (donde se concentran
más del 60 por ciento de las reservas de bruto conocidas), el aumento del
consumo de petróleo (que en 2020 ascenderá a 115 millones de barriles diarios) y
el espectacular aumento de la producción en Africa, el escenario está servido.
Según un estudio de British Petroleum (BP) la producción africana estará en 2005
cerca de los ocho millones de barriles, el 11 por ciento de la producción
mundial. Además, el petróleo africano cuenta con otras muchas ventajas. La mayor
parte de los nuevos yacimientos se encuentran en zonas off shore, es decir,
fuera del territorio continental y, por tanto, ajenos a las turbulencias
políticas pero dentro de las aguas territoriales de cada país. Además, el éxito
de las prospecciones está en el 50 por ciento (cuando habitualmente no pasan del
10 por ciento) y la calidad del petróleo permite rentabilizar rápidamente la
inversión.
Oscuras ambiciones
La administración Bush, espoleada por el poderoso lobby African Oil Policy
Iniciative Group (Aopig), es la primera interesado en aumentar su influencia y
control sobre los recursos de la zona. Estados Unidos, que consume el 27 por
ciento de la producción mundial de oro negro, ya compra el 50 por ciento de la
producción de Gabón y el 45 por ciento de las de Angola y Nigeria. Pero esto no
ha hecho nada más que empezar. Según el Secretario de Energía estadounidense,
para 2015, Estados Unidos importará de Africa el 25 por ciento del petróleo que
utiliza. Sólo para el periodo 2003-2008 se han calculado inversiones en Africa
por valor de 35.000 millones de dólares. Ante tan jugoso pastel, las petroleras
han movido ficha. A su tradicional presencia en los dos grandes productores
continentales (Nigeria y Angola) se suma ahora una incesante actividad en otros
países. Así, Exxon Mobil controla el mayor yacimiento de Guinea Ecuatorial,
conocido como 'Zafiro'; Exxon Texaco y Chevron controlan el oleoducto de Doba
que da salida al petróleo de Chad y de las tres compañías con licencias en Santo
Tomé y El Príncipe dos, Exxon y Chrome Energy, son estadounidenses.
Sin embargo los estadounidenses no están solos. Francia, a través de ELF, ahora
Total, lleva décadas explotando los recursos fósiles del continente y
acaparando, casi en régimen de monopolio, la producción de países como Congo
Brazaville.
Ahora bien, cuando el reto es grande y el beneficio aún más funciona la
diplomacia. Así ocurre en el caso del enorme yacimiento Delia (Angola) donde
Exxon, Total y BP han llegado a un acuerdo para repartirse actividades y
beneficios. Que la competencia no arruine el espectáculo.
Oportunidad o maldición
Sin embargo, como en tantas otras ocasiones, lo que podría ser una enorme
oportunidad para el desarrollo del continente está cerca de convertirse en su
máxima amenaza. Por ejemplo, Nigeria es el primer productor del continente con
dos millones de barriles diarios. Sin embargo, es uno de los países más
endeudados del mundo y dos tercios de su población viven con menos de un dólar
al día. Algo similar ocurre en Camerún, donde la esperanza de vida no llega a
los 45 años, con el agravante de que sus reservas se reducen de manera alarmante
y pronto el oro negro dejará de llenar las cuentas del corrupto dictador Paul
Biya. En Congo Brazaville, cuarto productor del continente, la dictadura de
Sasso Nguesso, sostenido por Total, condena al 70 por ciento de la población a
la miseria y la esperanza de vida no alcanza los 50 años.
Lejos de aprender de errores precedentes, los nuevos grandes productores
presentan los mismos males. En Guinea Ecuatorial, la Kuwait de Africa, un país
con menos de un millón de habitantes y una producción cercana a los 360.000
barriles diarios, el 95 por ciento de la población vive, según el Fondo
Monetario Internacional, con menos de un dólar diario y la ONU señala que la
esperanza de vida es de 54 años. Sin embargo, Guinea tiene la economía que más
crece del mundo y en pocos años será el país con mayor producción per cápita
(por encima del emirato de Kuwait). Los beneficios de esta lluvia de oro negro
se los reparten entre el dictador Teodoro Obiang y su familia y las empresas
estadounidenses y españolas que consiguen su petróleo a precio de saldo.
A todo esto hay que añadir la aparición de disputas territoriales y fronterizas
entre distintos países de Africa Occidental. Es el caso del contencioso que
mantienen Gabón y Guinea Ecuatorial por la soberanía de la isla de Mbagna,
esencial para definir el alcance de las aguas territoriales y, por tanto, el
control de los yacimientos. Algo parecido ocurre entre Nigeria y Camerún por el
control de la península de Bakassé.
Africa tiene un reto ante sí: la explotación sostenible de sus hidrocarburos y
su utilización para el desarrollo. Sin embargo, multinacionales y gobiernos
corruptos no están por la labor. Al fin y al cabo ¿alguien está dispuesto a ver
menguadas sus fortunas por ideas tan peregrinas como democracia o desarrollo?