Medio Oriente - Asia - Africa
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Socialismo nacional frente a capitalismo global
El caso de Amir Peretz
Gilad Atzmon
www.gilad.co.uk
Traducido para Rebelión por Germán Leyens y Manuel Talens
La reciente elección de Amir Peretz como presidente del Partido Laborista
israelí es mucho más significativa de lo que muchos comentaristas parecen
dispuestos a admitir. Por primera vez, el Partido Laborista israelí está
dirigido por un líder verdaderamente fogoso de la clase trabajadora. Peretz es
un hombre relativamente joven que creció en una vivienda de protección estatal
de Sderot, un barrio pobre al sur de Israel construido especialmente para judíos
de origen árabe en los años cincuenta. En aquella época, la elite judía
asquenazí no podía tolerar la idea de que los judíos de ese origen inundaran sus
recién erigidas metrópolis europeas. La mayoría de los judíos de origen árabe no
llegaron a formar parte del paisaje demográfico israelí hasta después de la
fundación del Estado judío. Se los transportó a Israel en una operación de éxodo
masivo, que a menudo fue forzada. La idea subyacente a dicha operación era la
necesidad de reforzar la mayoría de la población judía de manera que excediese
en número a la parte de la población palestina que se negó a huir en 1948. Una
vez instalados en Israel, los judíos de origen árabe recibieron un trato
bastante malo. A su llegada sintieron de inmediato la pesada mano de la
discriminación supremacista asquenazí. Éstos se deshicieron de la mayoría de los
nuevos inmigrantes instalándolos en viviendas económicas subvencionadas en el
desierto del Negev y en otras regiones poco atractivas. Su función era servir la
causa sionista, ya fuese como mano de obra barata o simplemente como un escudo
humano entre las emergentes ciudades judías europeas y los árabes hostiles en el
otro lado.
Peretz creció en Sderot y, en los años ochenta, llegó a ser alcalde de la
ciudad. En 1995 fue elegido jefe del Histadrut, la principal organización
sindical de Israel. Hace unos días acaba de instalarse en centro del escenario
político israelí, tras desplazar a Shimon Peres, el sempiterno y más derrotado
político de la historia actual.
La aparición de Amir Peretz es una revolución tan incalculable que Sharon y el
partido Likud están en un verdadero estado de pánico. Pero no sólo el Likud.
Shas, el partido ortodoxo sefardí, también está muy preocupado. Por primera vez,
un sefardí laico dirige uno de los dos principales partidos. Además, se trata de
un hombre de a pie, no de un heroico general del ejército israelí. No es un ex
asesino del Mossad ni tiene sus manos manchadas de sangre árabe. No ha adoptado
una ensoberbecida jerga asquenazí. No fue nombrado por un político asquenazí
como cebo político para atraer a los judíos de origen árabe. Es un simple
israelí que ha logrado dominar el segundo mayor partido nacional por derecho
propio, y es un judío de origen árabe.
Peretz nació en Marruecos. Tenía cuatro años cuando llegó a Israel. Nunca ha
negado su origen ni tratado de asimilarse al mundo asquenazí de Israel. Me
permito argüir que, si aún existe la más remota esperanza de integrar a los
judíos en la región, un hombre como Peretz podría hacerlo posible. Un hombre
como Peretz, que es de origen árabe, puede tratar con respeto a sus vecinos. En
lugar del sueño global de Shimon Peres de un «nuevo Oriente Próximo», en el que
Israel proporcione riqueza a los árabes «inferiores», el mensaje de Amir Peretz
al pueblo israelí es bastante simple y mucho menos pomposo: una vez que hagamos
frente a nuestros problemas sociales, estaremos listos para hablar de paz con
nuestros vecinos. En realidad, ese mensaje es más profundo que cualquier otro
manifiesto político israelí que me pueda venir a la memoria. Para empezar, es
genuino. Por primera vez, un político israelí considera la paz como un
significante con sentido, no como un eslogan vacío. Por primera vez, un político
israelí se niega a pronunciar la palabra «shalom» sólo por el gusto de
pronunciarla. Pero el mensaje de Peretz no sólo es auténtico, también puede ser
un mensaje destinado a la comunidad europea: ya está bien de capitalismo global.
En vez de servir a la política de los grandes negocios, traten de ocuparse de su
patio trasero. Puede que este mensaje le sirva de ayuda a la confusa izquierda
francesa en la resolución de su crisis actual. A menos que introduzcamos alguna
justicia social en nuestro discurso nacional, Europa va a convertirse en un
infierno. No olvidemos que, para muchos, ya es un infierno.
El mensaje de Peretz no surge del azar. El deterioro moral de Israel está muy
por delante del de Europa. En su calidad de estado americanizado, ha estado
sufriendo durante muchos años el impacto de la política global. Israel, ubicado
en la línea de frente del denominado «choque cultural», es el lugar donde el
Este se encuentra con el Oeste. Donde el colonialista se encuentra con el
oprimido colonizado. Donde el negro se encuentra con el blanco. Israel es el
dolor que el colonialismo occidental dispersó en el mundo árabe. Los israelíes
son los ocupantes pero, al mismo tiempo, también son los primeros en sufrir por
ser los portadores de políticas condenadas al fracaso.
La sociedad israelí se deshace bajo el peso de muchos intereses enfrentados. Por
una parte, se perciben las huellas liberales occidentales del capitalismo puro y
duro y de la privatización. La economía israelí está controlada por grandes
empresas, que han conducido a una sociedad obsesionada con el consumismo. Por la
otra, se observa una distancia económica cada vez mayor entre ricos y pobres, lo
cual ha dado lugar a graves alteraciones sociales. La ascensión de Peretz es una
reacción directa al capitalismo global. El héroe surgido de la base es, al
parecer, la mejor respuesta al enemigo anónimo global.
Lo que puede convertir a Amir Peretz en el próximo primer ministro de Israel es
el capitalismo duro y los intereses globales. Está claro que la única manera de
luchar contra el capitalismo global es en los frentes local y social. Eso es lo
que el Partido Laborista israelí ha decidido hacer. Con mucho sentido común, se
ha quitado de encima al viejo globalizador Peres para elegir a un hombre del
pueblo. En las próximas elecciones, el pueblo israelí tendrá que escoger entre
la difícil opción capitalista del notorio Netanyahu y el llamamiento a la
transformación social y a la igualdad que les ofrece Peretz.
Me permito asumir que a eso es adonde se dirige Europa. La turbulencia en los
bancos traseros del Labour Party, que dio lugar a la derrota de Blair en la
Cámara de los Comunes hace menos que una semana, indica que son las
preocupaciones locales las que eventualmente derribarán a Blair, no sus
numerosos crímenes de guerra en Irak. A menos que Francia adopte una sincera
actitud social, se dirige a una guerra civil. Si la izquierda parlamentaria
europea está interesada en salvarse a sí misma, así como a Europa, de una
derrota completa ante los valores estadounidenses de la avaricia y el egotismo
radical, puede que le interese estar atenta a los movimientos que haga Peretz en
los próximos meses. El único camino que le queda a la izquierda europea si desea
sobrevivir en estos condenados tiempos consiste en alejarse de inmediato de la
política de los grandes negocios y en adoptar una estrategia social que responda
al discurso local y a las circunstancias de lo que aún queda del estado
nacional.