Medio Oriente - Asia - Africa
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Los laboratorios deben bajar sus precios para abatir la
enfermedad
La Jornada
En Camerún, quien no muere de niño, de adulto se acostumbra a los ataques de
la pandemia
Wilfred Mbacham se inclina sobre la palangana de porcelana semillena de agua. De
cerca se ve que centenares de minúsculas larvas se mueven en la superficie.
"Si queremos derrotar al enemigo debemos conocerlo muy bien", dice el médico,
quien dirige un centro de investigaciones para la lucha contra la malaria en
Camerún.
La malaria es en Africa la principal causa de muerte de niños pequeños. En tanto
que el sida genera pánico y desencadena una gran oleada de investigaciones, la
malaria sigue combatiéndose en Africa con las mismas armas de antaño.
En Camerún, donde se inaugura el 13 de noviembre el cuarto Congreso Panafricano
sobre la Malaria, hay anualmente 2 millones de los 16 millones de habitantes
enfermos de ese mal transmitido por los mosquitos.
En el mundo hay más de 300 millones de casos por año, con un millón de muertes,
90 por ciento de ellas en Africa. En este continente se prevé que el perjuicio
económico ocasionado por la malaria asciende a 12 mil millones de dólares
anuales.
Investigación sobre el mosquito
Mbacham y sus colegas intentan atacar la malaria desde todos los ángulos.
"Investigamos qué es lo que atrae a los mosquitos, qué los mata, como está
constituido genéticamente el parásito que causa la enfermedad y cuáles
medicamentos actúan eficazmente para contrarrestarlo", afirma.
La enfermedad tiene efectos devastadores sobre la economía. Cerca de 60 por
ciento de los pacientes hospitalarios de Camerún se atienden por malaria.
Alrededor de un cuarto de todas las jornadas laborales que se pierden por
enfermedades se deben a este mal. El gobierno se limita prácticamente a repartir
mosquiteros a las mujeres embarazadas, en un proyecto financiado por donaciones.
El profesor Mbacham está furioso porque en Camerún se siguen vendiendo
medicamentos contra los que la enfermedad ha desarrollado resistencias hace ya
largo tiempo. "El gobierno dice que quiere pasar a una terapia combinada más
moderna, pero los medicamentos son demasiado caros", explica.
Mientras las antiguas pastillas de cloroquina cuestan menos de 20 centavos de
dólar (15 centavos de euro) por tratamiento, se eleva el costo de las nuevas
tabletas, que contienen artemisinina, a casi 10 dólares (ocho euros).
Los productores deben bajar sus precios para que Africa pueda encarar la lucha
contra la malaria, opina Mbcham.
Junto a los mosquiteros y las pastillas existe otro recurso contra la malaria,
que sin embargo es tabú tanto en Camerún como en gran parte de los demás estados
africanos: el rociado de las paredes con un insecticida que contenga DDT.
A muchos les trae el recuerdo de campos contaminados. Pero algunos científicos
señalan que su aplicación en cantidades reducidas en ámbitos cerrados es
conveniente. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud no ha podido tomar
hasta ahora la decisión de promover la utilización del DDT contra la malaria.
La búsqueda de una vacuna contra la enfermedad no ha avanzado mucho. Mbacham y
su equipo descubrieron recientemente un agente activo presente en una planta que
logra volver a desarticular la resistencia del vector de la malaria contra la
cloroquina. Pero los avances de la investigación de la malaria son
extremadamente lentos en comparación con los de la investigación del sida.
"Los pacientes de la malaria no tienen lobby", opina Mbacham. "O mueren
de niños pequeños o como adultos ya están acostumbrados a los ataques de la
malaria".