Fue un mensaje cruento y sanguinario al Valeroso Reyezuelo Mark II. Ayuda a los
estadunidenses, adiestra a sus policías iraquíes, recibe a sus oficiales de
fuerzas especiales y será un nuevo blanco de Al Qaeda. No tan nuevo, claro: un
empleado de la embajada estadunidense, Laurence Foley, el más blando de los
blancos porque amaba a Medio Oriente y vivía en Amman como en su casa, fue
asesinado hace tres años. Pero 67 muertos, jordanos en su mayoría, son un golpe
devastador para el hombre que alguna vez dirigió las fuerzas especiales
jordanas, supuestamente de elite, y es hoy monarca de esa pequeña mina de arena
que Winston Churchill creó y llamó "Jordania".
¿A quién culpar? Pues a Abu Musab Zarqawi, desde luego. El mismo fastidioso,
extraño, despiadado y nebuloso Zarqawi a quien los estadunidenses parecen tan
poco capaces de capturar o liquidar como a Osama Bin Laden, al mullah
Omar o, para el caso, a Radovan Karadjic y Ratko Mladic, los criminales de
guerra que hicieron una carnicería de musulmanes en Srebrenica y otras ciudades
de Bosnia.
El atacante suicida que mató a 67 inocentes en Amman llevaba, para utilizar ese
lugar común tan amado de todos los periodistas, "todas las señas" de Al Qaeda y
Zarqawi. ¿Por qué seguimos dando a esas criaturas los atributos de la plata? Es
decir, si es que Zarqawi vive en realidad. Delincuente de poca monta, originario
de la ciudad jordana de Zarqa, sin duda existía en 2003, cuando Estados Unidos y
Gran Bretaña emprendieron la ilegal invasión de Irak. Pero muchos en Irak creen
que murió en los primeros ataques de esa guerra. En Zarqa, su esposa -de la cual
era muy posesivo- se ha puesto a trabajar para sostener a su familia. Cuando la
madre de Zarqawi falleció, el año pasado, la familia no recibió mensaje alguno
de condolencia de él, extraña omisión en un hombre supuestamente consagrado a
una interpretación tan estricta del Islam.
En repetidas ocasiones, funcionarios de inteligencia estadunidenses han
"identificado" a Zarqawi en cintas de video que muestran el asesinato de rehenes
occidentales. Pero por lo regular los asesinos llevan velo y su voz está
distorsionada. ¿Cómo supieron que se trataba de él?
Hay muchas preguntas sin respuesta en cuanto al papel de Al Qaeda en Irak -y
ahora en Jordania- que los periodistas preferiríamos dejar por la paz. ¿Por qué
Jordania? ¿Por qué ahora? Bueno, en parte porque Abdullah es un siervo tan fiel
del presidente George W. Bush. En parte porque sus fuerzas adiestran a soldados
iraquíes, y porque permite que las fuerzas especiales estadunidenses adiestren a
esos soldados en suelo jordano. También porque Jordania se ha vuelto una base de
retaguardia para cazas y bombarderos estadunidenses que atacan ciudades
iraquíes. Y finalmente, por supuesto, porque Jordania, con su monarquía
inconstitucional y sus cada vez mayores barrios pobres de islamitas en sus
grandes ciudades, es el blando abdomen de "Occidente" en Medio Oriente.
Desde la muerte del padre de Abdullah, los jordanos y otros árabes han
preguntado si el monarca puede justificar su existencia en lo que alguna vez se
llamó Transjordania. "¿Para qué sirve el rey?", me preguntaron hace no mucho
tiempo en Jordania. Pregunta peligrosa, y cada acto de violencia cometido contra
el reino le da un sentido más ominoso.
El tratado de paz de Jordania con Israel es tan impopular como siempre en el
país. El hotel Radisson, uno de los blancos de los ataques del miércoles, era
usado a menudo por visitantes israelíes. Como es tan popular en Occidente, como
habla inglés mejor que árabe, como es hijo de Hussein -el Valiente Reyezuelo
Mark I-, como es egresado de la Real Academia Británica de Sandhurst, el rey
Abdullah es una figura simpática en Europa y Estados Unidos, siempre bienvenido
en Downing Street y en la Casa Blanca. En cambio, en Jordania hay quienes no lo
quieren tanto. Los despiadados ataques de la noche del miércoles fueron una
advertencia de que el rey tal vez se encuentre más seguro en Londres que en
Amman.