Medio Oriente - Asia - Africa
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Gran Bretaña nunca ha afrontado el lado oscuro de su historia imperial
La explotación de África
Richard Drayon
Gran Bretaña ha sido el más importante país esclavista del mundo moderno. En
el documental The Empire Pays Back, emitido en el Channel 4 el
lunes pasado, Robert Beckford pidió a los británicos que reflexionaran sobre su
pasado. ¿Por qué-preguntaba- los británicos no han pedido perdón por la
esclavización de África tal como han hecho con la hambruna de la patata en
Irlanda? ¿Por qué no hay un monumento público significativo que represente el
arrepentimiento nacional, equivalente al Museo del Holocausto de Berlín? ¿Por
qué- lo que es más importante- no se ha reconocido que la enorme riqueza
expoliada de África y de los africanos ha sido la que ha hecho posible el
poderío y la prosperidad de la moderna Gran Bretaña? ¿No existen razones para
que Gran Bretaña pague reparaciones a los descendientes de los esclavos
africanos?
Estas son preguntas oportunas en un verano en el que Blair y Bush, con sus manos
todavía manchadas de sangre iraquí, han tratado de presentarse como los
salvadores de África. La iniciativa del G-8 de condonar la deuda se ha
considerado un acto de altruismo occidental. Pero los generosos donantes no se
han molestado en explicar que, para beneficiarse de esa condonación, los
gobiernos deben aceptar unas "condiciones" entre las que se encuentran el que
las empresas privadas puedan asumir ciertos servicios públicos. Así que no se
trata de un regalo sino de lo que los banqueros denominarían "un intercambio
equitativo de deudas", equidad que en estas circunstancias implica la soberanía
nacional. La parte más llevadera del trato era que el dinero debido, ya más que
pagado en intereses, tenía que dedicarse a la compra de productos industriales
importados de Occidente y Japón, y al petróleo de los países que invierten sus
beneficios en Londres y Nueva York. Sólo en términos contables se puede hablar
de que el mundo opulento perdone algo. Nadie consideró que la deuda de África
resultaba nimia comparada con lo que Occidente debe realmente a África.
Las estimaciones de Beckford valoraron en tres billones de libras la deuda de
Gran Bretaña con los africanos del continente y de la diáspora. Aunque se
trataba de una estimación indicativa, su cálculo estaba equivocado, y no porque
resultara excesivo sino porque la deuda real es incalculable, ya que sin sus
plantaciones en África y en el Caribe, el mundo moderno tal como lo conocemos
hoy no existiría.
Las ganancias del comercio de esclavos, del azúcar, café, algodón y tabaco son
sólo una pequeña parte de la historia. Lo que importa es de qué manera el
impulso y auge de estas industrias transformaron la economía de Europa
occidental. La banca inglesa, las compañías de seguros, las navieras, las
manufacturas de madera y algodón, la fundición del cobre y hierro, y las
ciudades de Bristol, Liverpool y Glasgow, se multiplicaron como respuesta a los
estímulos directos e indirectos de las plantaciones de esclavos.
La obra maestra de Joseph Inikori, Africans and the Industrial Revolution in
England, demuestra de qué forma los consumidores africanos, libres y
esclavos, alimentaron la incipiente industria manufacturera británica. Tal como
cándidamente exponía en 1745 el experto en economía política, Malachy
Postlethway, "El comercio británico es una superestructura del comercio y
poderío naval americano que se apoya en África".
En The Great Divergence, Kenneth Pomeranz se preguntaba por qué Europa,
en lugar de China, fue la primera en abrir la brecha en la moderna economía
industrial. A sus dos respuestas- la abundancia de carbón y las colonias del
Nuevo Mundo- debería haber añadido el acceso a África occidental. En cuanto a la
América colonial fue más una creación de África que de Europa: con anterioridad
a 1800, cruzaron el Atlántico muchos más africanos que europeos. Los esclavos
del Nuevo Mundo fueron vitales también para el comercio europeo con Oriente.
Para los comerciantes resultaban imprescindibles los metales preciosos para
comprar lujos asiáticos, cuyos beneficios volvían a casa en forma de textiles;
sólo gracias al intercambio en África de esos tejidos por esclavos para su venta
en el Nuevo Mundo pudo Europa obtener más oro y plata para mantener el sistema
en marcha. Las compañías de las Indias Orientales fueron en último extremo las
que condujeron a la dominación de Asia y a la degradación de China. África no
sólo sostuvo el primitivo desarrollo de Europa : su aceite de palma, petróleo,
cobre, cromo, platino y, especialmente, oro fueron, y continúan siendo,
cruciales en la economía mundial posterior. Únicamente Sudamérica, en los
momentos álgidos de explotación de sus minas de plata, superó la contribución de
África en el crecimiento del suministro mundial de lingotes.
El nombre de la guinea, como moneda, fue un homenaje al origen africano
occidental de la enorme afluencia de oro. Siguiendo este ejemplo, la libra
británica debería haber sido bautizada desde 1880 con el nombre de rand,
ya que la prosperidad de Gran Bretaña y la estabilidad de su moneda dependían de
las minas de Sudáfrica. Yo apostaría por que una gran parte del oro que se
encuentra en las bóvedas del FMI, con las que se supone se va a aliviar la deuda
de África, había sido robado en aquel continente. Hay muchos a quienes le gusta
responsabilizar de la debilidad de los gobiernos y economías de África, de sus
hambrunas y epidemias, a sus dirigentes posteriores a 1960. Pero la fragilidad
del África contemporánea es una consecuencia directa de dos siglos de
esclavitud, seguidos por otro de despotismo colonial. Tampoco la
"descolonización" fue como parece: tanto Gran Bretaña como Francia intentaron
corromper en su totalidad el proyecto de soberanía política.
Hay que señalar que nadie de quienes en Gran Bretaña hablan de las dictaduras
africanas y de la cleptocracia parecen ser conscientes de que Idi Amin llegó al
poder en Uganda gracias a actuaciones encubiertas de Gran Bretaña, y de que los
generales de Nigeria fueron apoyados y manipulados a partir de 1960 para
conservar los intereses petrolíferos británicos. Resulta divertido, asimismo,
ver como The Telegraph y The Daily Mail- que sólo hace una
generación apoyaban a la Rodesia de Ian Smith y el apartheid en Sudáfrica- están
ahora tan preocupados por los derechos humanos en Zimbabwe. La tragedia de
Mugabe y de otros muchos es que aprendieron muy bien de los británicos cómo
gobernar sin el consentimiento de su pueblo y cómo conseguir que las leyes estén
al servicio de los implacables intereses privados. El interés real de Occidente
por la democracia en África es bastante más pequeño de lo que parece. Hablamos
de la tragedia del Congo sin mencionar que fue un hombre de Estado británico,
Alec Douglas-Home, quien se puso de acuerdo con el presidente de Estados Unidos
en 1960, para que Patrice Lumumba, su líder electo, " fuera arrojado a un río
lleno de cocodrilos".
La esclavitud africana y el colonialismo no son historia antigua o extraña: el
mundo que conformaron está presente entre nosotros en Gran Bretaña. No se trata
simplemente de términos económicos en lo que se sustenta la moderna experiencia
de África basada en el privilegio de los británicos blancos. ¿Si no hubiera sido
visible la marca de África en el cuerpo del brasileño Jean Charles de Menezes
habría sido abatido a tiros en el metro de Stockwell?
Su cabello rizado, su color moreno pálido, ofrecían unos signos que fueron mal
interpretados por la policía como un peligro extranjero. En este sentido, su
asesinato fue la repetición de la muerte a hachazos de Antonio Walker en
Liverpool y de las más de 100 muertes, desde 1969, de gente negra en
circunstancias misteriosas mientras estaban en manos de la policía, en prisión o
en custodia hospitalaria.
Esta vida de riesgo, como parte de la experiencia negra, es la continuación de
la esclavitud. El reverso de la medalla es lo que Web Du Bois llama "el salario
de la blancura", el mundo de la seguridad, de la honradez, que se da por sentado
en quienes tienen la piel blanca. La psicología del racismo funciona incluso
entre quienes creen en la igualdad humana, que ocasiona resultados desiguales en
educación, empleo, y justicia. A ellos, los clubes formados por blancos, como el
G-8, les hacen sentir cómodos.
A principios de este año, Gordon Brown, declaró a periodistas de Mozambique que
Gran Bretaña debería dejar de disculparse por el colonialismo. La verdad es que
el Reino Unido jamás se ha enfrentado al lado oscuro de su historia imperial,
así que mucho menos ha empezado a pedir perdón.
El Dr. Richard Drayton es profesor en la Universidad de Cambridge de Historia
Imperial y no Europea desde 1550. En 2006, publicará su libro "The Caribean
and the Making of the Modern World".