Medio Oriente - Asia - Africa
|
La Intifada que viene
Marwan Bishara (*)
Una vez que haya pasado el circo mediático, la melodramática retirada de
Israel de la Franja de Gaza debería ser juzgada por la forma en que mejore la
vida de los palestinos y por las oportunidades que ofrezca para una solución
pacífica y justa al conflicto.
Frente a esto, dar fin a 38 años de ocupación civil y militar de Israel es una
noticia bienvenida. La evacuación de cientos de familias judías implantadas
ilegalmente entre millón y medio de palestinos, 85% de ellos refugiados, bajará
las cortinas de algunos de los más cínicos escenarios de la ocupación. Es por
ello que los palestinos celebran la retirada como una derrota para la ocupación
y una victoria de los años de resistencia. Como reza una nueva consigna
palestina, la esperanza es "Gaza hoy, mañana Jerusalém y Cisjordania".
Esto es precisamente lo que el plan de Ariel Sharon busca impedir.
En tanto que los colonos están de duelo, la mayoría de los israelíes aprueba la
retirada como una desincorporación demográfica necesaria de un área que
comprende 2% de la Palestina histórica y 20% de toda la población palestina..
El nuevo despliegue estratégico de Israel en torno de esta franja hostil y su
total control sobre los puertos y los cruces fronterizos de Gaza, le permite, a
voluntad, convertir toda el área en una gran prisión.
Cuando los palestinos estén reconstruyendo sus destrozadas vidas bajo el
escrutinio internacional, Israel acelerará la anexión de facto de los bloques de
asentamiento en Cisjordania y Jerusalém. En los tres primeros meses de 2005, la
construcción de asentamientos en la margen occidental del jordán se incrementó
83%, mientras que dentro del propio Israel disminuyó en una cuarta parte.
Como general, Sharon entiende que en la guerra a veces se tiene que ceder en el
nivel táctico para ganar en el estratégico. Conforme a ello y "en ausencia de un
interlocutor de paz por la parte palestina", Israel se retira de Gaza con el fin
de imponer su visión sobre las 10 veces más grandes Cisjordania y Jerusalém: las
joyas de la corona de la ocupación.
Esto se traduce en un deslinde de facto del proceso de paz. En lugar de
sustentar los pasos de Israel sobre acuerdos con los palestinos, Sharon está
haciendo lo opuesto -primero actuar, luego platicar- en complicidad con
Washington, que desea que los palestinos acepten su plan como el único juego
sobre la mesa, sin considerar los motivos para rediseñar su destino. Su
liderazgo debe empezar por "desmantelar la infraestructura de terrorismo" y en
su lugar enarbolar la bandera del buen gobierno.
Los palestinos tienen absoluto interés en lograr que Gaza funcione bien para su
pueblo, y como un escalón hacia su objetivo de alcanzar plena soberanía en todos
los territorios ocupados en 1967. La Autoridad Palestina ha hecho esfuerzos
encomiables para organizar a las fuerzas de seguridad, incrementar la
transparencia y acabar con la corrupción.
El presidente Mahmud Abbas ha logrado un cese al fuego con facciones palestinas
armadas y Hamas, la mayor de éstas, se ha sumado al proceso político. Luego de
una demostración impresionante durante los comicios municipales, el grupo
islamista va a participar ahora, por primera vez, en las elecciones legislativas
programadas para enero.
La politización del grupo islamista hará que tenga que rendir mayores cuentas
por sus acciones al electorado, incluyendo cualquier ataque contra civiles
israelíes. Se verán obligados a equilibrar sus relaciones de fuerza con Israel
con sus relaciones de poder con grupos contendientes que emergen dentro de la
propia entidad palestina.
De acuerdo con el Banco Mundial, la viabilidad de Gaza va a depender en primera
instancia de sus cruces de frontera abiertos, especialmente hacia Cisjordania.
Esto significará una batalla cuesta arriba con un gobierno de Sharon que exige,
como condición previa a las "concesiones" que la Autoridad Palestina quiebre a
Hamas y a otras facciones armadas, cuyas bases de apoyo están constituidas por
entre un tercio y la mitad de la población de la Franja de Gaza. Cualquier
intento en este sentido llevaría a una guerra civil.
Atrapados entre una guerra con Sharon y una guerra entre hermanos, el liderazgo
y la oposición palestinos probablemente apelarán a la intervención
internacional. Mi suposición es que Sharon va a imponer unilateralmente la
opción de "primero un Estado en Gaza" y abrir el proceso a años de regateo que
algún día podrían conducir a medio Estado en la mitad de Cisjordania y Gaza. Si
el gobierno de Bush se pone del lado de Sharon, una tercera Intifada seguirá a
la que se inició hace cinco años, cuando los líderes estadounidenses e israelíes
intentaron acorralar a otro presidente palestino en Campo David.
Todos los palestinos merecen el fin inmediato de esta dura prueba, que incluye
la liberación de una ocupación que ha durado por decenios. Cualquier cosa menor
transformaría la pesadilla que para Israel es Gaza en una realidad cotidiana en
Cisjordania. * *Catedrático de la Universidad Americana de París y autor del
libro Palestina/Israel: Paz o apartheid. Tomado en acuerdo con la revista
mexicana Proceso