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Medio Oriente - Asia - Africa

El Rally Dakar

Escenario africano para un lucrativo y fúnebre espectáculo

Rebelión

Cinco personas han muerto durante lo que va de competición en esta edición del rally Dakar. Una de ellas es una niña senegalesa de cinco años y fue atropellada por un camión de la organización. El resto son corredores o personas vinculadas a la organización.

El rally constituye un impresionante negocio, explotado por una sociedad privada francesa y patrocinado por todas las grandes firmas automovilísticas.

Desde 1979, han muerto 49 personas en la competición. Las víctimas se pueden clasificar en dos grupos, de una parte eran corredores, periodistas u organizadores, y de otra , mujeres y niñas africanas atropelladas por motos, camiones o automóviles que practican una conducción temeraria para el espectáculo de un mundo rico en una de las zonas más pobres del planeta. Las muertes de todos son horrorosas, pero en el caso segundo, además no han elegido ni arriesgarse, ni correr ninguna aventura espectacular.

No salen en las cuantas de muertos la cantidad de cabezas de ganado que también son atropelladas y que constituyen el medio de vida básico de las personas que pueblan Senegal, Mauritania o Mali. Tampoco se suele contabilizar la basura, residuos e impactos que la celebración de la carrera deja en el desierto. No se cuestiona la violación de espacios sagrados para la población autóctona, ni el deterioro de ecosistemas delicados en los que se desenvuelve la vida de muchos africanos.

El rally Dakar es una muestra más del espíritu neocolonialista y etnocéntrico con el que se dispone del territorio y de las vidas de las personas que viven en los países del Sur.

Mientras muchas personas denuncian la inmoralidad de una carrera que se cobra una media de dos vidas por año, deteriora el territorio africano y no aporta nada a los habitantes del lugar, los organizadores se jactan de que es la prueba deportiva más dura del mundo. Que sigan el espectáculo. Y por supuesto el negocio.