Latinoamérica
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El martillazo de Chávez
Marina Menéndez Quintero
Si algo ha salvado a la Cumbre de la ONU de la total inacción, ha sido el
verbo aleccionador de Hugo Chávez.
Su palabra, como solo la habría dicho otro líder cuya estatura y valor conmueven
al planeta, se ha levantado por los millones sin voz; por las víctimas del
desequilibrio de un órgano nacido para la justicia, el respeto y la hermandad
pero convertido, 60 años después, en remedo de la vida.
Una instancia para la paz que el poder imperial está haciendo reiteración del
mundo: con sus mismas imposiciones y embudos; con las mismas demandas
insatisfechas; con los mismos olvidos; la misma desfachatez; las mismas
carencias.
Si algún valor adicional a la denuncia del sojuzgamiento ha tenido el discurso
del Presidente de Venezuela, es ese: llamar a la acción en medio del concesivo
silencio, para que los pueblos no sigan de abismo en abismo mientras la
hegemonía imperial, impunemente, se ceba.
Venezuela, como Cuba, se rebela. Eso es lo que molesta a quienes quieren
mantener maniatado y obediente al planeta.
Washington cubano, Ricardo Alarcón, está convirtiendo a la ONU en otra tenaza
para su hegemonía. ¿Cómo? Legalizando el desprecio por la soberanía, buscando
sentido a la explotación, justificando las agresiones, santificando la
injerencia. Una tenaza que aprieta; pero a través de un guante de seda.
Así salió la carta blanca arrancada al Consejo de Seguridad para que la invasión
a Iraq resultara, incluso, bendecida; así se pretende aplaudir las guerras
preventivas en que ha venido a parar el injerencismo de las llamadas guerras
humanitarias y las cuestionables Operaciones para el Mantenimiento de la Paz.
Así se trastoca el todavía indefinido concepto de terrorismo y, en su supuesto
enfrentamiento, es el Pentágono quien amenaza y aterroriza.
Por esas razones, Washington no podía permitir que la ONU discutiese un proyecto
que la reformase de verdad. Y gracias a ese lamentable poder permitido de
chantaje se manipuló, desvirtuó y descafeinó el intento.
Así sucumbía este amago por devolver a Naciones Unidas las facultades de que se
le dotó cuando el mundo, estremecido por las atrocidades del fascismo, buscaba
un conglomerado de iguales, ajeno a algún poder supranacional impuesto por
nuevos HitlerS Parece una ironía que la realidad remita hoy a una situación
proporcionalmente inversa.
De reclamo en lamento, de demanda en exigencia mientras para los países ricos el
mundo ³avanzó², la Cumbre que debía repasar el cumplimiento de las incumplidas
Metas del Milenio, agonizaba; la cita que debía marcar el punto de inflexión
para hacer más diáfana, justa y útil a la ONU, estaba terminando en cero.
Entonces Chávez, igual que lo ha hecho tantas veces esa voz que él volvía a
hacer audible en el plenario, renovó la demanda de un Nuevo Orden Económico
Internacional que sería nada si no hay también un nuevo orden político; reclamó
respeto a la autodeterminación; puso flores en el sepulcro de un modelo
vencido... y volvió a encender las agonizantes luces con aquel martillazo
democratizador que desnudó a los fariseos.
fuente: Juventud Rebelde (Cuba)