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Latinoamérica

San José de Apartadó: un aliento de vida en medio de la muerte


César Jerez
Agencia Prensa Rural

Llegamos a Sanjosecito de la Dignidad, a donde se desplazó la comunidad a la llegada de policías y militares, después de 9 horas de viaje en autobus desde Medellín, por un camino de susto, quedaban atrás el Río Cauca, el Río Sucio, el Cañon de la Llorona, Dabeiba,Mutatá, Chigorodó, Carepa, Apartadó.

Nos recibieron los niños y las mujeres de la comunidad, en sus caras no se notaba la tristeza, había alegría, atardecía y era necesario partir hacia la vereda La Unión, subiendo hacia la Serranía de Abibe.

Estamos aquí más de 100 personas de varias comunidades, regiones y organizaciones del país y del exterior, llegamos al encuentro contra la impunidad y en búsqueda de alternativas desde las comunidades en resistencia.

Subiendo a La Unión pasamos por el caserío del corregimiento de San José de Apartadó, ahora está habitado por soldados y policías, los mandó AUV a "hacer soberanía y presencia del Estado", algunas familias de comerciantes se han quedado en el pueblo. Después del reciente hostigamiento de las Farc otros se han ido. Es fácil prever que habrá más combates con víctimas civiles. La gente de la comunidad ya ha visto a reconocidos sicarios paramilitares en el caserío.

Después del hostigamiento de la guerrilla los militares y policias dispararon ráfagas sobre Sanjosecito, a un kilometro de distancia, bajando por la carretera hacía Apartadó, se "confundieron" de nuevo de objetivo. Una anciana y una marrana murieron infartadas por el estruendo de los disparos.

Hace pocos días fue asesinada una mujer en las afueras del pueblo, era comerciante, su cuerpo quedó a orillas del camino, las versiones hablan de que la mató las Farc por tener relaciones con un policía, la comunidad de paz de San José de Apartadó rechazó públicamente este hecho.

Durante dos días nos dedicamos a ubicar los restos de habitantes de la región que han sido asesinados a lo largo de estos años, sus cuerpos se hallan en fosas cavadas por sus asesinos.

En un acto de derecho propio y ante la inoperancia de la Fiscalía, la comunidad exhumará los cuerpos, hará pública la historia de vida y de muerte de las víctimas, sus huesos serán el cimiento de un memorial que denunciará al mundo el genocidió contra esta comunidad.

A 5 horas caminando desde de La Unión, a la orilla izquierda del Río Mulatos, bajando, se encuentra el sitio donde fue asesinado Luis Eduardo Guerra, su compañera y su pequeño hijo.

Rodeamos una cruz de madera, tiene escrito su nombre, cae una lluvia que no alcanza a lavar nuestra tristeza, el sacerdote Javier Giraldo nos hace un relato detallado de cómo se cometió la masacre, nos cuenta a los que lo conocimos y a los que no, quien era Luis Eduardo y por qué lo mataron, su voz adolorida recorre el camino de los víctimarios y los ubica nítidamente. Fue un crimen de Estado.

Lloramos sin lágrimas ante el recuento de la tortura, a Luis Eduardo le cortaron las manos, como para que no se pudiera agarrar más de sus ideas, como para que no pudiera exigir más justicia.

Es terriblemente posible que Luis Eduardo haya tenido que ver como le cortaron la cabeza a Deiner, su hijo, tenía once años.

A dos horas de allí, en La Resbalosa, ese mismo día 21 de Febrero se completaba la ronda de la muerte, los cuatro miembros de la familia Bolívar Tuberquia fueron asesinados, sus cuerpos trozados en pedazos fueron encontrados por miembros de la comunidad.

Anochece, el camino por el cauce del río se hace largo, regresamos al sitio de dormida en la escuela de la vereda Mulatos, en la escuela no hay niños, no hay maestros, no hay nada, solo paredes. No hay quién vaya a la escuela.No hay nadie en las fincas campesinas, la región está habitada por la soledad del miedo.

En la mañana regreso acompañado por un miembro de la comunidad a Sanjosecito, debo tomar un avión a la capital de un país de mentiras, un país que hay que cambiar por un país de verdades, caminamos rápido, en el Alto de Chontalito nos detenemos, el lugar esta lleno de basura abandonada por el ejército.

Pero el paisaje es hermoso, el pueblo de Apartadó, el golfo de Urabá, dos enormes barcos bananeros, el valle verde. Pienso en Luis Eduardo, en esta comunidad que exige y clama por la paz, pienso en su dolor, en su lucha más grande que el dolor, me duelen los pies y el alma. El sol ilumina fuertemente todo, quema la piel. Al fondo, en el horizonte, un alivio, el Río Atrato llena de vida con su muerte al mar.