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Chile: Los desaparecidos no son números en una estadística
Ximena Jara
El Mostrador
Lucía Sepúlveda, periodista y ex militante del MIR, reconstruye, a 30 años de
la Operación Colombo, las vidas de los 119 chilenos que fueron incluidos en
publicaciones ficticias que buscaban justificar su desaparición.
Mónica Llanca desapareció el 6 de septiembre de 1974. Tenía 23 años y un niño de
dos. Fue aprehendida en su casa. Sus familiares no volvieron a saber de ella. La
disuelta Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) se la llevó en un furgón
oscuro. Mónica había robado fichas de identidad en blanco, para ayudar a salvar
la vida de los perseguidos políticos, durante varios meses.
Ese acto le costó la vida. Su nombre aparecería, un año más tarde, en las
publicaciones fantasma que daban cuenta del 'exterminio' de miristas en el
extranjero, a manos de sus compañeros de armas. Fue un montaje periodístico
conocido como Operación Colombo, y que pretendía justificar la muerte de 119
militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
La historia de cada una de esas personas es hoy incluida en el libro "119 de
nosotros", escrito por la periodista Lucía Sepúlveda. El trabajo, de extensa
recopilación de datos, busca rescatar la memoria de las víctimas de un modo más
completo que la mera narración de lo que consta en la justicia o en los
registros de agrupaciones de derechos humanos. "La idea es contar algo que no
sea el expediente, que es la historia del horror, y no es sólo eso lo que
interesa. Hablar del horror estaba bien en dictadura, pero hoy prefiero contar
la vida de ellos. Estas historias no son de muerte ni de miedo", cuenta la
autora, que también perteneció al MIR durante su juventud, y que pudo haber
estado en la lista de las personas cuyas vidas le tocó investigar.
INDIVIDUALIZAR LA ESTADÍSTICA
La recopilación de datos incluyó los expedientes de cada caso, pero también
entrevistas a familiares y/o testigos de las detenciones. En los perfiles prima
el afán de lograr una semblanza íntima, más que policial. "La idea era hacerlos
seres humanos, no números en una estadística. Sacarlos de la ficha, y del
prejuicio de cómo los pueden ver hoy día. Mostrar que eran gente de los años 70,
que de esa manera sentían -sentíamos-, de esa forma nos expresábamos, y mostrar
cuáles eran sus intereses, cómo se enamoraban.
Estructurando el libro -que inició en el año 2001, tras los resultados de la
Mesa de Diálogo, que resultaron insuficientes para las expectativas de las
familias de los desaparecidos- se encontró con algunos datos sorprendentes: casi
el 80% de los 119 todavía no cumplían los 30 años, y los hijos que dejaron al
morir suman 94. Descubrió que sólo 19 de los nombres incluidos en las listas
aparecidas en los 'periódicos' O Día, de Brasil y Lea, de Argentina,
correspondían a mujeres. Cada uno de esos casos fue tratado con especial
profundidad. "Mi idea, al escribir este libro, es que la sociedad sepa que
vivieron, sepa quiénes fueron -relata. Que no queden borrados como con una
esponja, como si no hubiesen sido chilenos. Es sacarlos de la nada en que
estaban en ese tiempo en que comencé a escribir." Por eso, el 'nosotros' del
título no es gratuito. Es un nosotros que compromete a la sociedad completa.
Encontrar familiares y amigos de los desaparecidos fue, en algunos casos,
imposible. "En algunos casos es muy dramático, porque no pude hallar familiares;
la gente se había ido fuera del país y no dejaba rastros, o simplemente estaban
tan mal que no querían hablar. Las familias se han sentido muy solas, y creo que
lo que hago es sólo una gota, una contribución para mostrar que hoy es posible
valorar lo que estas personas hicieron, que son parte de nuestra historia y
nuestra memoria", asegura.
De todos los relatos que reconstruyó, el que más le impresionó fue el de la red
para proveer de documentación falsa a quienes estaban en peligro de muerte, y
que integraban Mónica Llanca, el ex detective Teobaldo Tello y Sonia Bustos,
cajera del casino del Registro Civil. Ellos sustraían fichas en blanco para
inventar nuevas identidades y también los archivos de los perseguidos, para que
agentes de seguridad no pudieran hacerse de ellas.
Actualmente, en la oficina central del Registro Civil hay una sala en memoria de
Mónica Llanca.
DE CASA EN CASA
Militante del MIR desde 1970, Lucía Sepúlveda, periodista, se convirtió en
dirigente de la organización clandestina durante los años de dictadura. Su
pareja y padre de su hija, Augusto Carmona, también periodista y militante, fue
buscado desde el comienzo de la dictadura. Pocos años también, ella se convirtió
también en una de las personas más buscadas. "La DINA detuvo a gente de
izquierda que tuvo contactos con personas de la FACH, y se hizo un proceso. Ahí
me buscaron. Yo estaba embarazada, y empecé a ser absolutamente buscada.
Su vida, durante años, fue un constante errar de casa en casa, consiguiendo
viviendas con nombres falsos, buscando amparo con los amigos y los pobladores
con los que alguna vez trabajó. "Uno trataba de establecer un hogar estable,
para lo que teníamos que arrendar una casa, y en lo posible vivir con alguien
que no fuera perseguido, pero eso casi nunca se lograba.
Arrendábamos un lugar con documentación falsa, y vivíamos hasta que por alguna
razón había que dejar esa casa. Nos ocultábamos entonces en una casa de
seguridad, que era la de alguien que te recibía por unos días, sabiendo lo que
tú eras", recuerda.
"En los primeros años, las casas donde nos recibían eran casi exclusivamente de
gente muy modesta, que era la que se atrevía a recibirte. La gente de nuestro
medio profesional estaba aterrada. Me tocó golpear en casas de gente que por
teléfono me había dicho que sí y que después no me abría. En ese momento, yo me
emputecía, aunque ahora entiendo. Era más seguro para nosotros buscar refugio en
casas de pobladores, de gente obrera a la que uno conocía. Ellos eran más
arriesgados", puntualiza.