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Chile tiene un nuevo dictador ?
Eduardo Andrade Bone
La verdad es que si el escritor colombiano Gabriel García Márquez viviera en
Chile, tendría suficiente material literario para escribir toda una continuidad
de los "Cien años de soledad".
Puesto que en el caso de Chile, precisamente reina una especie de política
circense, farandulera y de la más alta mediocridad, que no se concibe con el
prestigio que había logrado adquirir este país, hasta el 11 de septiembre de
1973, cuando un grupo de militares con el apoyo del capital nacional y
trasnacional y con la complicidad de un sector de la Democracia Cristina y la
derecha chilena, violaron la Constitución y el Estado de Derecho, para instaurar
una dictadura brutal, que nunca antes conocieron los chilenos.
Ahora, el 17 de septiembre pasado en el edificio de gobierno, el actual
mandatario neoliberal, Ricardo Lagos, dio por re oficializada la Constitución
elaborada por la dictadura y que fuera remozada sin la participación del
conjunto de las organizaciones del pueblo chileno y menos aprobada por éste.
Como ha sido habitual dentro de estos 15 años post dictadura, muchos entes
legales han sido aprobados sin la participación de los diferentes actores en
juego o involucrados en decisiones que los afectan directamente, y que siguen
manteniendo en la división a los chilenos, sin lograr alcanzar un reencuentro
democrático normal.
El gran logro del nuevo texto constitucional amañado por una clase política
desprestigiada, ha sido simplemente que esta nueva basura legal, lleva la firma
de Ricardo Lagos y no la del criminal y ladrón Augusto Pinochet.
La élite política chilena quiere hacer creer a los chilenos que el nuevo
engendro constitucional es producto de un consenso democrático nacional, cuando
precisamente se ha hecho todo lo contrario, o sea, una vez más a espaldas del
pueblo chileno y sin que éste haya tenido participación alguna en su elaboración
y menos en su aprobación, como suele ocurrir en cualquier democracia
representativa real.
En lo medular el espectro constitucional antidemocrático elaborado por la
dictadura, se mantiene intacto y sólo se han reestablecido normas que ya
existían hasta el 11 de septiembre de 1973 y que mayormente no inciden en la
vida de cada ciudadano. El nuevo engendro constitucional que ahora lleva la
firma del autócrata Lagos, contribuye a acentuar el presidencialismo propio de
un sistema autoritario moderado y no la auténtica democracia, como se pretende
hacer creer.
La constitución del presidente Lagos, mantiene en lo esencial los aspectos más
trascendentales de la doctrina de la seguridad nacional, elaborada en el
Departamento de Estado norteamericano, así como la Ley antiterrorista que sólo
busca investigar y perseguir a las organizaciones populares y de izquierda, los
enclaves autoritarios se mantienen inalterable, sólo que ahora cambian de lugar.
Se mantiene inalterable el sistema electoral antidemocrático, que permite que
una parte importante de los chilenos, no pueda tener representación
parlamentaria. Pero lo más importante es que al pueblo chileno no se le ha
devuelto el verdadero Estado de derecho y su plena soberanía, lo que se ha
constituido en una virtual engaño a los ciudadanos, imponiendo un sistema
democrático tutelado.
El día en que exista un parlamento verdaderamente representativo, que llame a la
creación de una Asamblea Constituyente y se elabore un texto constitucional
representativo y aprobado en las urnas por todos los chilenos, podremos decir
que Chile y su pueblo, ha recuperado la plena democracia. Mientras no ocurra
eso, desde el punto de vista político Chile seguirá en la incertidumbre y sin
poder reencontrarse como nación.
Tanto La Constitución de 1980 y la que ahora lleva la firma de Lagos, antes los
ojos de los chilenos carecen de absoluta legitimidad e incluso es más, el propio
mandatario a pasado a llevar el artículo 5 del texto constitucional remozado y
que acaba de firmar, en donde dice: "La soberanía reside esencialmente en la
Nación. Su ejercicio se realiza por el "pueblo a través del plebiscito" y de
lecciones periódicas y, también por las autoridades que esta Constitución
establece. "Ningún sector del pueblo ni individuo" alguno puede atribuirse su
ejercicio". Más claro echarle agua, el pueblo chileno no ha participado de su
elaboración, tampoco ha sido sancionada en un referéndum y los actuales sectores
que cuentan con representación parlamentaria producto del sistema electoral
binominal, se han arrogado la representación del conjunto de los chilenos. No se
puede olvidar que un 10% del electorado se encuentra excluido del actual juego
de la democracia tutelada chilena, y 2 millones 200 mil personas, no se han
inscrito en los registros electorales, pues se sienten decepcionados de la
actual "democracia" chilena. En donde la clase política y sus organizaciones
partidarias, con excepción de la izquierda excluida del parlamento, carecen de
credibilidad, desconfianza y desprestigio, pues se las asocia con el tráfico de
influencias y la corrupción, al igual que las mafias.
El nuevo texto constitucional, cuya cosmética ha sido implementada por el
Congreso de los Diputados, no surge precisamente del espíritu más profundo de la
nación y los ciudadanos, pues éstos han sido completamente ignorados, de la
misma forma como se hacía en dictadura.
Mientras en Chile, exista un sistema electoral antidemocrático, mientras en
Chile no exista verdad y justicia antes las violaciones de los derechos humanos
acaecidas bajo la dictadura, mientras en Chile existan las confabulaciones para
imponer una ley de punto final e impunidad, mientras en Chile exista un esquema
económico que desata de una manera escandalosa la desigualdad social y la brecha
cada vez más grande entre ricos y pobres, no podrá haber una democracia real y
auténtica, representativa de todos los sectores que forman parte de la vida
nacional.