VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

Un pasado no tan inmaculado:Los mandos, el Fusna y los vuelos clandestinos    

Brecha

Dos de los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, que el 8 de agosto entregaron sus informes al presidente Tabaré Vázquez sobre las violaciones a los derechos humanos, participaron directamente en ese tipo de acciones. Pero ninguno de ellos fue objeto de sanción alguna en su carrera militar y llegaron sin dificultad a la cúspide.
Según reveló Búsqueda (miércoles 24), el comandante de la Fuerza Aérea, Enrique Bonelli, admitió que el 24 de julio de 1976 fue copiloto del vuelo clandestino que trasladó a Montevideo a 24 uruguayos que estaban presos en Orletti, los cuales en su mayoría fueron procesados por la justicia militar uruguaya y recluidos en Libertad y Punta Rieles. Por su parte, el comandante de la Armada, Tabaré Daners, fue identificado por su actuación en el Fusna, entre otros, por el médico Raúl Lombardi, quien brindó su testimonio a BRECHA.
Entrevistado por Emiliano Cotelo en El Espectador, el martes 16, Daners sostuvo: "Lamentablemente ocurrieron circunstancias o hechos que, por supuesto, no son motivo de orgullo, pero también es cierto que eso no respondió a una conducta habitual institucional, sino a la de determinadas personas". En esa entrevista Daners precisa cuál fue su responsabilidad en el Fusna: dice que entre 1975 y 1979 fue jefe de la Unidad de Instrucción -como S 1, la Sección Personal del Estado Mayor, y S 4, Logística del Estado Mayor-, y que entre 1979 y 1980 fue segundo comandante de ese mismo cuerpo.
Admite que en esa repartición se aplicaron torturas en forma sistemática, aunque les llamó "apremios físicos", y dijo que en su informe al presidente Tabaré Vázquez ese reconocimiento se hace de modo implícito, al referirse a los procedimientos e interrogatorios que se efectuaban. También afirmó Daners: "Es doloroso tener que estar removiendo cosas que no son gratas, que en muchos casos evidentemente atañen a ex integrantes de la institución que han cometido hechos que no son justificables; yo no los justifiqué en su momento, no los justifico ahora ni los justificaré nunca".
En otra entrevista, Daners precisó que en el Fusna se desempeñó también como "juez sumariante". En declaraciones formuladas a Subrayado (Canal 10), el domingo 21, el dirigente de la construcción Miguel Guzmán, detenido en esos años en el Fusna como militante de los gau, dijo haber reconocido al actual comandante Daners cuando lo interrogó como juez sumariante y señaló que en esa oportunidad conservaba aún muy claras las marcas de las torturas de las que fue objeto durante su detención en esa dependencia de la Armada.
En estas páginas se reproduce el facsímil de un acta en la cual Daners firma como juez sumariante, así como el testimonio exclusivo que brindó a BRECHA el médico Lombardi, quien estuvo detenido en el Fusna desde junio de 1978 hasta enero de 1979. Una vez procesado por la justicia militar por el delito de asociación para delinquir, fue trasladado al penal de Libertad, donde permaneció recluido hasta agosto de 1984. Lombardi es médico nefrólogo e intensivista, fue vicepresidente del Sindicato Médico del Uruguay (smu), integró en dos oportunidades el Tribunal Arbitral del smu y actualmente es miembro de la Comisión de Ética y Colegiación de la VIII Convención Médica.
EL TESTIMONIO DE LOMBARDI "El Fusna fue uno de los organismos represivos más activos de la dictadura militar, particularmente en la segunda mitad de la década del 70. Fue concebido, conformado y entrenado como un cuerpo de elite, emulando a los tristemente famosos parachutistes del ejército francés, que combatieron a los movimientos de liberación de Argelia. Este cuerpo ocupaba uno de los antiguos depósitos de la aduana. Estos edificios de tres pisos sirvieron simultáneamente como centro de torturas e interrogatorios, centro de detención 'legal' para aquellos detenidos a los que se les había levantado la incomunicación, y como cuartel y centro de entrenamiento, con todas las instalaciones castrenses de rigor, incluyendo servicio médico y odontológico.
Las paredes del celdario fueron construidas con bloques que demarcaban pequeñas habitaciones, con escasa iluminación artificial, que quedaba prendida día y noche, y que permanecían cerradas por la clásica puerta con mirilla. Esta estructura se encontraba en el corazón del edificio que alojaba a toda la dotación del cuerpo. En estas celdas permanecían recluidos los detenidos 'legales', que pasaban el día en un 'patio', que era como un gran galpón que ocupaba dos pisos de altura, con algunas aberturas que comunicaban con otras áreas del cuartel.
En el piso intermedio se encontraban las instalaciones donde se interrogaba bajo tortura a los detenidos de ambos sexos. Allí también eran alojados los detenidos incomunicados, algunos en celdas, otros atados a ganchos amurados en las paredes, siempre encapuchados, aun para comer. La capucha sólo se podía levantar en el baño, que tenía una pequeña banderola a través de la cual se oían conversaciones; luego supe que correspondían al patio de recreo. También en ese patio, en el que estuve algunas semanas atado a la pared (¿en prevención de una fuga imposible?), se oían las conversaciones de las compañeras no incomunicadas, matizadas con el ruido de una máquina de coser, conversaciones y ruidos que acortaron las horas de mis días de incomunicación y de silencio.
No era infrecuente oír los gritos de los detenidos mientras eran torturados, como tampoco lo fue posteriormente, estando ya 'legal' y en contacto con mi familia, en alguna visita de niños. Cuando recibíamos a nuestros hijos, a menudo subíamos el volumen de los cantos para evitar que oyeran los gritos de los torturados. El anonimato de los fusileros pretendía ser permanente, no sólo durante los interrogatorios y la tortura, sino también durante el período de reclusión 'legal', ya que el uso de una venda por parte de los presos era obligatoria en presencia de cualquier integrante del cuerpo, aun de enfermeros, médicos y odontólogos.
Todo esto, y bastante más, ocurría en un mismo local, con una estructura básica de columnas y pisos, a la que se agregaban separaciones, a veces precarias y poco aislantes, con múltiples comunicaciones por ventanas y otras aberturas; recuérdese que originariamente estos edificios fueron depósitos aduaneros de mercaderías. Todo lo que allí ocurría era imposible entonces que fuera ignorado por quienes allí se encontraban.
LA FUNCIÓN DEL JUEZ SUMARIANTE "Una vez terminado el interrogatorio y arrancadas bajo tortura las declaraciones de los detenidos, se labraba un acta -aún tengo en mis oídos el continuo tableteo de las viejas máquinas de escribir de la época preinformática, cercanas al patio de mi 'alojamiento de seguridad'. Firmada el acta y culminada entonces esta etapa, me anuncian: 'Vas a pasar al juez sumariante'. Me dio cierta tranquilidad, ya que suponía que el pasaje a la justicia militar significaría el fin de esta dura y penosa etapa, al tiempo que levantarían mi incomunicación de casi un mes y podría ver a mi familia y ellos, finalmente, saber de mi paradero. Luego de ese anuncio, me trasladan a una pieza cercana, dentro de la cual una voz me pide que me saque la venda. Aparece ante mi vista un oficial, vestido con el mismo y temido uniforme camuflado de los fusileros, que lee el acta, me reinterroga y elabora una nueva acta, de igual contenido, al final de la cual estampa ante mí su firma. Primera y única vez que vi una cara y supe a quién pertenecía.
¿Qué sentido tenía esta figura del 'juez sumariante'? ¿Qué función cumplía? Obviamente, a pesar de su denominación, no formaba parte de la estructura de la llamada 'justicia militar'. En su oportunidad, cuando fui sometido a ella más adelante, pude comprobar que ésta cumplía con todos los formalismos: fiscal, abogado deActas de interrogatorios en el FUSNA. Bajo la firma del juez sumariante Tabaré Danersfensor (de oficio o particular), juez y supremo tribunal militar. Y subrayo, sólo los formalismos. Por lo que este 'juez sumariante' estaba por fuera de ella. Si estaba por fuera, ¿a quién pertenecía? Obviamente a la misma unidad que detenía y torturaba. ¿Dónde actuaba? Obviamente en la misma planta física de la unidad. ¿A quién respondía jerárquicamente? Obviamente al mando de la unidad que detenía y torturaba. ¿Cuál era su función? Sin lugar a dudas, asegurar que las declaraciones arrancadas bajo 'apremios ilegales' se mantuvieran inalterables.
Es imposible, materialmente imposible en el contexto descrito, que cualquier integrante del Fusna (jueces sumariantes, médicos y odontólogos incluidos) ignorara lo que allí ocurría. Íbamos a la consulta odontológica vendados, recibíamos la visita del médico vendados, llegábamos al juez sumariante vendados, y así como nuestros niños podían oír los gritos de los torturados, todos y cada uno de los que habitaban el cuartel del Fusna también los oían.
Uruguay necesita cerrar esta etapa dolorosa de nuestra historia reciente.
Pero hay una sola manera de lograrlo y poder así hacer que nuestros muertos descansen en paz, y que finalmente todos los uruguayos podamos mirarnos a los ojos con serenidad y la conciencia en paz. El sinceramiento por parte de los que saben lo que pasó, cómo pasó, por qué pasó y quiénes fueron los responsables es una condición indispensable para alcanzar la verdad y la justicia. Justicia trunca, por el pronunciamiento democrático, soberano, y a mi juicio equivocado, de la ciudadanía que apoyó el voto amarillo y con ello la ley de nombre largo y de corta vocación de justicia.
Hay algo en lo que los cuatro gobiernos anteriores quedaron en deuda con la sociedad toda y que, finalmente, este gobierno se ha comprometido clara y firmemente a cumplir: la propia ley de caducidad. Fuera de la ley, obviamente nada se puede hacer, pero dentro de la ley, todo lo que ella permite."