Latinoamérica
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El enemigo principal
Carlos Fazio
En torno a la polémica entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y
el Partido de la Revolución Democrática existen algunos elementos que son
fundamentales para definir una propuesta de cambio de izquierda. Uno es definir
al enemigo principal, encarnado por el imperialismo, que no es sólo una forma de
dominación económica, sino que, cada vez más, se estructura, de-sarrolla y
fortalece a partir de la dominación política, militar y cultural de los países
desarrollados en el mundo, con Estados Unidos como hegemónico. Por lo tanto, la
"cuestión nacional" y la viabilidad de los estados nacionales sigue siendo un
tema clave. Para poder dominar, el imperialismo -expresado por el predominio
mundial del capital financiero, especulativo y trasnacional- necesita someter a
los pueblos de sus respectivos estados centrales y contar con aliados en cada
uno de los estados sometidos. En México, el socio nativo del imperialismo es la
oligarquía financiera y la maquinaria político, burocrática y mediática que
sirve a sus intereses.
Actuar en el seno de un Estado sometido como México instala la "cuestión
nacional" en la estrategia de una fuerza revolucionaria, que además debe
enfrentar al enemigo principal: Estados Unidos, sus socios nativos y el conjunto
de los aliados posibles. Para enfrentarlos, se requiere una gran unidad popular;
una gran alianza de todos los sectores golpeados por el imperialismo y la
oligarquía: el proletariado, el conjunto de los trabajadores de la ciudad y del
campo, los mal llamados marginados, intelectuales patrióticos, estudiantes,
mujeres, jubilados, pequeños y medianos burgueses y aun burgueses cuyos
intereses se enfrenten a los del imperialismo por la razón que sea.
La "fuerza motriz" de la revolución históricamente posible en México es el
pueblo. No creemos en la existencia estratégicamente operante de una "burguesía
nacional", aunque existen sectores burgueses que desarrollan actividades
vinculadas a la producción de bienes reales, la creación de fuentes de trabajo y
emprendimientos de valor estratégico para el pueblo, que son golpeados en sus
intereses concretos por las políticas imperiales y se ven enfrentados a un
cúmulo de actividades burguesas puramente especulativas, parasitarias y/o
francamente delincuenciales y mafiosas, que fincan sus "inversiones" en el área
de la intermediación, la usura, las estafas, los negociados sucios y el crimen
organizado.
En la historia los cambios han sido protagonizados por grandes mayorías
sociales, y se han producido a partir de insurrecciones populares, guerrillas
triunfantes o procesos electorales. Se trata, pues, de aglutinar a las fuerzas
que integran la "fuerza motriz" (pueblo), para la liberación nacional. Pero la
construcción de esas mayorías políticas o sociales constituye un verdadero arte:
el arte de la flexibilidad, de la paciencia y de la tolerancia. Sin esas
cualidades es muy difícil construir mayorías. A su vez, eso está reñido con el
hegemonismo típico de las izquierdas (legal o armada), la avidez por los cargos
y la intolerancia ante las diferencias, elementos que bastardean los procesos de
unidad.
La liberación nacional debe estar sustentada en un principio: todo aliado y toda
alianza se basa en la lealtad sin cortapisas. El enemigo es el enemigo y los
aliados son los aliados. En el campo popular, el pluralismo y la democracia
deben ser cuestiones de principios. Nadie es dueño de la verdad absoluta. Y esto
tiene que ver con los procedimientos. Es muy importante la lealtad en la
discrepancia y en el acuerdo. Por convicción estratégica, la confianza política
y personal es de fundamental importancia. De nada valen papeles firmados ni
palabras cuando los hechos muestren otra cosa. La empresa de construir una
fuerza motriz tan vasta hace que el asunto de la pureza en los procedimientos y
la lealtad en las alianzas adquiera valor estratégico decisivo.
El pasado reciente y una razonable previsión de futuro indican que tanto el
imperialismo como la oligarquía no han vacilado ni vacilarán en recurrir a la
violencia (militar) cuando sientan amenazados sus intereses ante el avance de
las mayorías populares. Por lo tanto, lo que pone un revolucionario en su
organización y en sus alianzas es la vida. La suya, la de sus seres queridos, la
de sus aliados. Y cuando la que se pone en eso es la vida, la confianza es base
de todo. El revolucionario puede equivocarse y pagar altos precios por sus
errores. La historia -los pueblos- comprende y perdona esos errores cuando han
sido cometidos en aras de la lucha. Muchos errores de lucha y por la lucha han
enaltecido la confianza popular en sus fuerzas sociales y políticas.
Para las fuerzas de izquierda, el objetivo central, hoy, en México, es el cambio
de la correlación de fuerzas entre la oligarquía y el pueblo. Esa correlación no
se cambia centrando la lucha en la institucionalidad. Se cambia en la medida que
se desarrolle un tejido social que presione a lo institucional y que actúe con
independencia; que desarrolle embriones de poder popular.
Creemos que esto está en la base de quienes, dentro del PRD, impulsan la
creación de una Frente Amplio. Y que otras fuerzas, como el Frente Sindical
Mexicano y las que reúne la Promotora contra el Neoliberalismo, apuntan en la
misma dirección. A su vez, la otra campaña, la del EZLN, intentará
organizar y movilizar de manera pacífica a los sin partido en torno a un
programa anticapitalista y antioligárquico para la liberación nacional. Sería
deseable que más allá de las diferencias todos apuntaran sus fuerzas contra el
enemigo principal. El eje de la acumulación está en el enfrentamiento al enemigo
principal. En momentos de tensión como el actual, esa lucha obliga a las
fórmulas conciliatorias a participar o resignar posiciones. Pero no hay que
errarle en la caracterización de quién es el enemigo principal: el imperialismo
y, en el plano interno, el sector financiero y sus aliados.