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Latinoamérica

Gasolina mas cara que en Estados Unidos

Jorge Enrique Robledo
senadorrobledo@telesat.com.co

Lo usual es que todo sea más costoso en los países desarrollados que en Colombia. De esa manera se expresa que allá las gentes tengan ingresos mayores y que también sean más altos los niveles de vida. No obstante, el galón de gasolina corriente cuesta en Bogotá 2,32 dólares, en tanto que en Estados Unidos, en el último mes, costó 2,12 dólares. ¿Cómo explicar diferencias tan notorias, que deberán aumentar según la decisión oficial de eliminar los llamados "subsidios" a la gasolina y el ACPM? ¿Será cierto que los combustibles a precios menores favorecen es a los "ricos"?
En el gran incremento de los precios cuenta el alza internacional del petróleo, pero porque el Gobierno decidió cobrar los hidrocarburos que se producen en Colombia a los precios de Estados Unidos, a pesar de que, como se sabe, el país es autosuficiente y cuesta bastante menos producir un barril de petróleo aquí que allá. Pero que en este primer sablazo no está toda la explicación de lo que ocurre lo demuestran las diferencias de lo que pagan colombianos y estadounidenses.
Comprender lo que pasa exige saber, además, que el gobierno también decidió cobrar los combustibles como si Ecopetrol los importara del Golfo de México, por lo que los pone al precio de allá, les agrega los fletes y seguros de su supuesto transporte hasta Colombia y luego les impone los gravámenes y el arancel como si los hubiera importado. Y a estos costos descaradamente inventados para esquilmar a los colombianos les agrega los impuestos (IVA, sobretasa y global), los cuales son del 38 por ciento para la gasolina y del 28 por ciento para ACPM.
Que los mayores recaudos para Ecopetrol y el Gobierno nacional se hayan multiplicado por catorce desde 1998 ilustra el calibre de la exacción y conduce a denunciar otro horror de la política petrolera: que no obstante las enormes sumas de más recaudadas, el uribismo alega que es por falta de recursos que Ecopetrol mantuvo a la Oxy de socia del petróleo de Caño Limón, que revertía en el ciento por ciento a la nación, a pesar de que producir y transportar hasta el puerto un barril de ese yacimiento cuesta 3,73 dólares, suma que tanto contrasta con los 36 dólares a que se vende. E igual sucedió -y con el mismo pretexto, pero en beneficio de la ChevronTexaco- con el gas de La Guajira, que debía quedarles en su totalidad a los colombianos al finalizar el 2004. ¿Manejarán así sus negocios privados?
Esta política no puede sustentarse con el cuento oficial de que es a los "ricos" a quienes benefician los combustibles más baratos, pues, afirman también, son ellos los que tienen carro. Porque los vehículos de uso particular consumen el 24 por ciento del total de la gasolina y el ACPM y el resto lo gastan buses, camiones, taxis, generación eléctrica, etc., consumos que en la casi totalidad paga el pueblo. No hay, por tanto, populismo contra los "ricos" y contra unos subsidios inexistentes que sea capaz de ocultar la naturaleza regresiva de los gravámenes indirectos, como los que castigan a los combustibles, que golpean más a los débiles que a los poderosos. Y tampoco les sirve de velo que parte de la exacción vaya al "gasto social" con el que construyen las clientelas, dado que el debate de fondo es que el gobierno, abusando de su poder, decidió cobrarles a los colombianos la gasolina más cara que en Estados Unidos, a pesar de que producirla aquí cuesta bastante menos y que el ingreso per cápita es veinte veces menor.
Además, ¿a cualquiera que tenga carro particular debe considerársele como a un potentado al que hay que cargarle la mano? Con cuánto populismo se pone en la cumbre del ingreso a todas las familias de los estratos 5 y 6, a las que en este caso les suman otras muchas estratificadas en 4 y hasta en 3 que poseen vehículo para su uso personal. Que los carros particulares sean dos millones comprueba que clasificar a sus propietarios como magnates constituye una falacia que apunta a ocultar a los pocos que sí lo son, al igual que a esquilmarlos, como a quienes andan en bus.
Coletilla: el mismo populismo sustenta quitarles la mesada catorce a los nuevos pensionados de más de tres salarios mínimos, ocultando que a estos lo que les impusieron fue recortar sus consumos más elementales.