Latinoamérica
|
" La batalla crucial por Cauca"
Revista La Semana
Mientras los indígenas paeces claman para que los dejen vivir en paz, las
Farc están preparándose para una guerra muy al estilo Vietnam en el norte del
Cauca.
Las tropas de la Tercera Brigada lanzaron la operación Fuego Azul II, se han
metido al corazón de la montaña y, en medio de la niebla y la sangre, han
encontrado en los últimos dos meses el germen de lo que pretende ser para la
guerrilla su más importante área liberada. Allí, las Farc han abierto más de 300
kilómetros de carreteras, trazadas por ellos mismos y en muchas ocasiones
construidas por sus hombres para unir sus campamentos más importantes. Los
refugios antiaéreos parecen sacados de una cinta de Hollywood: amplios socavones
que rompen la cordillera y que están hechos para que grupos de hasta 40
guerrilleros puedan dormir, resguardarse y almacenar grandes cantidades de
alimentos y municiones.
A esa sofisticada obra de ingeniería se le suma toda una red de trincheras en lo
alto de la montaña, cuyo objetivo es sostener la resistencia armada y atacar
desde los 4.000 metros de altura los helicópteros de las Fuerzas Armadas. Pero
quizá lo más impresionante es el armamento popular que han encontrado los
militares. Un cañón de 114 milímetros empotrado en un rudimentario carro hecho
apenas con dos llantas, para atacar las aeronaves a varios kilómetros de
distancia. O la manera como han adaptado los camiones de reparto, hasta
convertirlos en tanquetas al servicio de la guerra, con un sencillo blindaje y
unos estrechos huecos por los que apenas sale la boquilla de sus mortíferas
armas. Se han encontrado centenares de tatucos, unas elementales ramplas que les
sirven para disparar cohetes a distancias medianas, con mecanismos tan simples
que cualquier miliciano puede manipularlos. Todo este armamento es mortífero.
Aluminio, cable, PVC y unos cuantos elementos químicos como la úrea y ácido
sulfúrico bastan.
Todos estos hallazgos han convencido a las Fuerzas Militares de que las Farc
quieren hacer del norte del Cauca una zona liberada y que se ha convertido en la
región más importante para esa organización en este período. Pero ¿por qué allí?
¿Qué tan avanzado está el proyecto de las Farc? ¿Se puede frenar este plan? La
primera respuesta, sin duda, es la geografía. "Si uno se para en la cordillera
Central, estratégicamente puede irse a cuatro departamentos: Tolima, Valle,
Cauca y Huila. Es una montaña que permite la movilidad, limpia de enfermedades.
Hay mucha comida y se puede descansar", dice Rosemberg Pabón, ex guerrillero del
M-19, organización que se apuntaló en esta misma región hace más de 20 años,
cuando se dio a la tarea de construir un ejército. Adicionalmente, las inmensas
montañas, con cañones profundos y cimas con niebla perpetua, favorecen a la
guerrilla, pues hacen inocua la ventaja táctica más importante de las Fuerzas
Armadas que es la aviación, y las obligan a una tortuosa persecución por tierra.
Para el general Hernando Pérez, comandante de la Tercera Brigada, es claro que
"una vez se lanzó la ofensiva en el sur, para quebrarle el lomo a la retaguardia
de las Farc en los Llanos del Yarí (el Plan Patriota), el Cauca pasó a ser el
sitio desde el cual se genera el poder de combate de las Farc, se alista la
logística, se entrena y se toman las decisiones". La tropa ha llegado a los
principales campamentos de entrenamiento de fuerzas especiales y de milicias de
las Farc. Sitios acondicionados para adiestrar grupos grandes, venidos de todas
las partes del país, tal como lo revelan documentos hallados en estos lugares.
Los militares saben que cuando una guerrilla está entrenando a milicianos y a
fuerzas especiales, una ofensiva viene en camino.
Las fuerzas especiales son cuerpos elite de guerrilleros que actúan en grupos
muy pequeños, pero altamente especializados, que se caracterizan por la rapidez
y la audacia de sus acciones, como el secuestro de los diputados del Valle en
pleno centro de Cali. Las milicias, por su parte, son grupos que se arman para
actuar contra objetivos más sencillos, y aunque en la vida diaria actúan como
civiles, todo el tiempo son considerados por la guerrilla como una fuerza
disponible. La construcción de milicias es uno de los grandes anhelos de las
guerrillas cuando quieren llegar a los centros urbanos. O generar la sensación
de que están haciendo una ofensiva generalizada, pues con grupos pequeños pueden
hacer hostigamientos simultáneos. Los militares han logrado determinar que en
abril pasado, cuando las Farc hostigaron durante una semana a Toribío, lo
hicieron usando, además de sus guerrilleros, a milicianos que actuaban como
francotiradores apostados en los cerros que rodean este pequeño municipio. Con
una táctica tan sencilla lograron contener la llegada de la tropa y dar la
sensación de un poderío exagerado.
Pero Toribío era apenas una demostración de fuerza. Para muchos estrategas de la
guerra, es claro que las Farc tienen puestos sus ojos en Cali. El propósito de
llegar a las grandes ciudades, en particular a Bogotá, se ha visto frustrado por
la efectiva actuación de la Fuerza Pública. La operación Libertad I, en
Cundinamarca, le cerró el avance sobre la capital por un buen tiempo, y en el
caso de Medellín, la Operación Orión rompió el poderío miliciano de las Farc en
la ya famosa comuna 13 de esa ciudad. Por eso no es extraño que tengan a Cali en
la mira. Esta ciudad ha estado siempre en los planes subversivos. Basta recordar
que el M-19 en los años 80 siempre tuvo como meta una insurrección en los
distritos más pobres, y que logró entrar incluso hasta Yumbo.
A diferencia del M-19, las Farc se preparan con paciencia y para el largo plazo
y, como se dice popularmente, "no dan puntada sin dedal". Cuando la posibilidad
de un intercambio humanitario parecía estar cerca, esta guerrilla propuso que se
despejaran dos municipios del Valle: Pradera y Florida. Para muchos este fue un
gesto de generosidad, pues las Farc desistieron de la idea de que se despejara
el Caguán como habían propuesto originalmente. Sin embargo, estos dos municipios
del Valle son un corredor estratégico que les permite unir al Cauca con el área
rural de Tuluá (Barragán) y el Cañón de las Hermosas, en Tolima, el lugar donde
las autoridades suponen que se encuentra Alfonso Cano, y una de las regiones que
vieron nacer a las Farc. Más que facilitar un acuerdo para liberar secuestrados,
estaban buscando una importante ventaja estratégica.
Según fuentes cercanas a las Farc, Alfonso Cano, que cuenta con el apoyo
irrestricto del 'Mono Jojoy', será sin duda el sucesor de 'Manuel Marulanda' en
la jerarquía fariana. Eso demuestra la importancia que para esta organización
tiene el Comando Conjunto del Suroccidente, al que pertenecen siete frentes y
cuatro columnas móviles, y que está bajo responsabilidad de Cano. Porque, a
propósito, las Farc se le adelantaron a las Fuerzas Armadas en la organización
de comandos unificados, bajo un mando único y cuyo concepto es actuar con mucha
flexibilidad y rapidez en áreas grandes.
Adicionalmente, dentro de las Farc, Cano es el responsable del Partido
Bolivariano, una estructura clandestina que está más al servicio de la guerra
que de la política. Cano ha sido considerado uno de los 'políticos' de las Farc
porque su militancia se originó en el Partido Comunista, del que conserva el
estilo doctrinario y retórico. Pero el proyecto de las Farc es la guerra. Por
eso, tal como lo señala la Fundación Ideas para la Paz en su boletín, Cano está
intentando "mantener el valor de sus acciones dentro del Secretariado con
operaciones demostrativas". El hombre que parecía destinado a los libros
marxistas y a ser el prestidigitador de los acuerdos de paz, se puso el
camuflado y se metió como nunca antes a dirigir la guerra insurgente, en el
terreno. Prueba de ello es que en los últimos cuatro años los combates en el
Cauca se triplicaron . En los últimos dos meses se han presentado 48 combates y
71 hostigamientos sólo en el norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Tacueyó). Han
muerto 48 guerrilleros, se han destruido 44 campos minados y 56 campamentos.
Esto quiere decir que en el norte del Cauca, con muchos menos hombres y
recursos, se está combatiendo casi al mismo ritmo que en las selvas del sur del
país donde se ha desplegado el Plan Patriota.
En este proyecto estratégico, dos hombres son clave para Cano. Pablo Catatumbo,
un curtido guerrillero considerado como uno de los más carismáticos de las Farc.
Y el legendario 'Sargento Pascua', un viejo que está en las montañas desde la
Operación Marquetalia. Aunque por su avanzada edad es más un símbolo, 'Pascua'
ha caminado el Cauca palmo a palmo por cuatro décadas, conoce cada finca y,
según el Ejército, es responsable del repoblamiento de muchas veredas a las que
desde hace años han llegado a instalarse familias de colonos afines a las Farc,
familias cuyos hijos, hermanos, primos, son guerrilleros. Y muchas de las cuales
consideran que sus destinos están vinculados a las Farc.
Por eso la operación Cielo Azul II, cuyo objetivo final es llegar hasta lo más
alto de la cordillera, para instalar allí un batallón de alta montaña y
controlar desde la sierra este escarpado territorio, ha sido toda una odisea.
Después de la amarga experiencia del ataque a Toribío, las tropas se reforzarán
con una brigada móvil y dos nuevos batallones.
Pero esto no será suficiente para quebrar un proyecto en el que la guerrilla
está invirtiendo sus mejores recursos. En Cauca, las Farc se pueden atajar sólo
si sus propósitos insurreccionales, de crear milicias y rodear la ciudad,
fracasan. Como en toda guerra irregular, el punto crucial es quién se gana a la
población civil. Tanto las Farc como las Fuerzas Armadas se han enfrentado a un
obstáculo enorme: la mayoría de los 85.000 miembros del pueblo Nasa y de los 17
cabildos que hay en la región están en resistencia frente a la guerra. Los
indígenas han demostrado con los hechos que no quieren a las Farc en su
territorio, les han arrancado secuestrados de las manos y no les ha temblado la
voz para repudiar sus ataques. Según varios observadores, si las Farc no han
logrado avanzar más en Cauca, ha sido justamente por la resistencia civil.
Aunque, sin duda, también hay indígenas que se vinculan a la insurgencia, o que
terminan por involucrarse con ella.
Pero si para las Farc la neutralidad de los indígenas es un problema, para las
Fuerzas Armadas es una verdadera talanquera, pues están tratando de recuperar un
territorio cuya geografía favorece a los insurgentes. "Las Farc quieren sacar a
la Fuerza Pública a bala, pero también aprovechándose de la autonomía indígena",
dice el general Pérez. La neutralidad tiene la doble cara de dificultarles las
cosas a las Farc, pero, al mismo tiempo, aislar a una Fuerza Pública urgida de
información y apoyo de la gente. Una gente que tiene en la memoria colectiva
muchos reclamos contra el Estado y contra los propios militares. Ese es el nudo
gordiano que conspira contra una campaña militar como la Fuego Azul, que ya
empieza a mostrar importantes resultados en el plano logístico y militar.
Desconocer la neutralidad de los indígenas, instalar trincheras entre las casas
del pueblo, o el anuncio de capturas masivas acrecientan la ya gran brecha que
existe entre los habitantes de esta región y los militares. Si bien las Fuerzas
Armadas no tienen territorios vedados, como se ha demostrado, también es cierto
que en esta zona se requiere fortalecer el Estado de derecho, un Estado que en
buena parte está constituido y representado por indígenas. Quizá si las
instituciones de los pueblos indígenas se fortalecen, el espacio para la guerra
de las Farc sea cada vez más pequeño. Y el fantasma de una zona liberada en esas
montañas de Colombia al estilo Vietnam no llegue a ser realidad.
Revista Semana