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"Subversivo" en Shangrilá
Ese martes 26 de octubre de 1976, Ricardo Medina y una mujer policía eran los
únicos represores que permanecían sentados en el suelo de la sala del chalé
ubicado en Avenida de las Américas y Santa Bernardita, del balneario Shangrilá,
junto a cinco subversivos que serían capturados como "invasores".
Sara Méndez, Asilú Maceiro, Elba Rama, Ana Quadros y Sergio López Burgos también
estaban expectantes. Eran militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP),
que hasta entonces habían sobrevivido a todo tipo de apremios desde su secuestro
en Buenos Aires y su posterior traslado a Uruguay.
Cuando faltaban pocos minutos para que el lugar fuera asaltado por efectivos que
creían que allí había un grupo de "tupamaros" armados, ninguno de los presos
pensaba en escapar. Deseaban ser "blanqueados" y procesados por la justicia
militar, según se había negociado con el propio Gavazzo.
Los cinco civiles habían caído en julio en Argentina, soportaron los apremios en
el centro de represión Automotores Orletti de Buenos Aires, fueron traídos
clandestinamente a Montevideo, vueltos a torturar en el "300 Carlos R", la
casona de Punta Gorda, hasta llegar a las negociaciones en la sede del SID.
Veintitrés hombres y mujeres en esa condición aparecerían capturados en un show
mediático ideado por Gavazzo y la dictadura con el objetivo de mostrar a Estados
Unidos que no podía suspender la ayuda militar a Uruguay para la lucha contra la
subversión, cuando Jimmy Carter iba a ganar las elecciones.
Medina jugaba con su anillo de oro engarzado por un rubí rojo, o movía en su
muñeca la pulsera con un águila de plata, que era moda en esa época. Tenía miedo
de que entraran a sangre y plomo. Por un momento sospechó que Gavazzo pudiera
matarlo para transformarlo en un mártir quizás necesario.
Apologista de la tortura
El grupo había llegado temprano al chalé Susy. Lo suficiente como para enviar a
Sara Méndez y Ricardo Medina a comprar un asado en una de las carnicerías de
Carrasco y que Elba Rama, custodiada por un soldado llamado Julio Casco,
adquiriera algo de verduras en un comercio del balneario.
Como forma de hacer ver a los "subversivos" en la zona, ya habían hecho
movimientos días antes en el lugar. A Elba se le ordenó ir a la casa de unos
vecinos con la excusa de pedir fósforos. Hasta el jefe del SID, coronel Juan
Antonio Rodríguez Buratti, llegó para almorzar y "hacer número" en la casa.
Al quedar solos surgió el tema de los apremios físicos recibidos y Medina superó
sus nervios para hacer una apología de la tortura. "Es necesaria. Se necesita
información rápidamente y hay que sacarla como sea", dijo. No tuvo tiempo de
explicar por qué se seguía torturando cuando ya nada quedaba por saber.
A las 17.00 horas en punto, los soldados llegaron y se desplegaron en torno al
chalé. Pedro Mato entró primero y no pudo evitar reír a carcajadas al verlos en
el suelo. Medina, aún nervioso, lo puteó. "¿No habría que robar algo?", cambió
el tema Mato, mientras se guardaba una lámpara de vidrio.
El Conejo Medina fue esposado, se sacó la camisa para afuera y desalineó su ropa
para simular un forcejeo. Los metieron en el volkswagen (un fusca) en el que
habían llegado los subversivos, cuya llave de encendido lucía un llavero de
basquetbol de Brasil que en Argentina le habían requisado a Elba Rama.
Los vehículos militares hicieron una larga caravana para hacerse ver. En varios
hoteles de la ciudad se fingían similares operativos. Por todo Montevideo
sonaban las sirenas y "camellos" militares aceleraban sin destino cierto.
Medina, con la cabeza gacha, pedía que le relataran lo que iba ocurriendo.
Fue su mejor actuación. Pero al día siguiente, Medina era desplazado una vez más
y el protagonismo lo adquiría Gavazzo, quien leyó el comunicado de la Dinarp en
radio y dirigió la conferencia de prensa en la que se exhibieron 14 subversivos
"detenidos por las fuerzas armadas al invadir el país".
Homicida en Valparaíso
Rolando Vidal Cheroni, un ex funcionario de Amdet, que utilizó
todos sus ahorros en construir un taller mecánico y su domicilio en un predio
adquirido en Francisco de Medina 1525, nunca imaginó que algún día aquel lugar
se transformaría en un centro de espionaje militar llamado Base Valparaíso.
-María Claudia,
la nuera de Gelman.
Sorprendido por un mal incurable, el inmueble le quedó a su esposa (ella
siempre decía que la estufa debió construirse contra los dormitorios y no
sobre la escalera de entrada), quien lo alquiló a un oficial que era cliente de
Rolando. La familia se mudó. Los militares quedaron en el taller y la casa.
Ricardo Medina Blanco sería uno de los hombres que habría trasladado a María
Claudia García Irureta Goyena de Gelman a la Base Valparaíso para darle,
personalmente, muerte. También fue quien entregó a la hija de la víctima,
Macarena, a la familia de un policía amigo.
Un testigo coloca al Conejo Medina dentro del taxímetro Mercedes Benz, matrícula
21.181 que aquel día de fines de 1976 o principios de 1977 llevó a la nuera del
poeta argentino Juan Gelman a la clandestina base de Inteligencia militar,
ubicada cerca del Zoológico.
El ex agente del SID Julio César Barboza Plá insiste en afirmar que quienes la
trasladaron fueron el coronel Juan Antonio Rodríguez Buratti y el entonces mayor
Ricardo Arab, quien habría enunciado la lapidaria frase: "A veces hay que hacer
cosas jodidas".
En ambas versiones se reconoce la presencia de un ex boxeador de nombre Distasio,
que habría sido el chofer de aquel taxímetro, que permitía el espionaje de
uruguayos para aquella base en cuya planta alta funcionaba como fachada la
Inmobiliaria Valparaíso.
La Base Valparaíso estaba a cargo del mayor Washington J. García y el entonces
capitán Gilberto Vázquez, ambos dependientes del teniente coronel León Tabaré
Pérez. También actuaba allí el capitán Lawrie Rodríguez, quien estaba a cargo de
la inmobiliaria de la planta alta.
En la fecha en que llevaron a María Claudia, en el lugar también se encontraban
los oficiales Ernesto Rama y Eduardo Ferro, quienes junto al Conejo Medina y
Arab se hicieron cargo del cuerpo, que según diversas fuentes habría sido
enterrado en el Batallón de Infantería Nº 13.
El ex presidente Jorge Batlle tendría versiones directas de lo que allí ocurrió
y de cómo Ricardo José Medina Blanco, alias el Conejo, decidió asesinar a la
joven argentina de 19 años, que no tenía militancia política y hacía sólo un par
de meses había dado a luz una niña.
Las tapas de LA REPUBLICA en las que se informó de los delitos del Conejo
Medina, 1993 en Brasil y en 1995 cuando también fue preso José Nino Gavazzo
En
1978 el SID era dirigido por el general Amaury Prantl, quien tuvo un duro
enfrentamiento con el general Gregorio Alvarez. El incidente se produjo por las
críticas al "Goyo" en una publicación clandestina llamada "El Tero", realizada
como una operación de inteligencia interna por José Nino Gavazzo.
El equipo de la OCOA es desmantelado. Gavazzo ingresa a la actividad privada
como gerente del Frigorífico Comargen de Las Piedras. Medina y Sande regresaron
a la Guardia de Granaderos. Luego, "El Conejo" pasa a prestar servicios como
represor de presos políticos en el Penal de Libertad.
Medina Blanco duró poco en la ciudad de Libertad, donde habría tenido un
problema con la encargada de un prostíbulo. En ese marco es que en 1980 el
Inspector Víctor Castiglioni lo contacta para llevarlo a un nuevo equipo en la
Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII).
En Inteligencia policial, que por años había sido desplazada por los servicios
de información de las Fuerzas Armadas, Castiglioni venía organizando la
formación de un nuevo grupo de operaciones denominado "Gama" para el cual
recicló a un equipo de policías con experiencia en espionaje y represión.
El Conejo Medina fue designado Jefe del Departamento 6 de la DNII y, por sus
antecedentes en escuchas para el SID, fue el encargado de formar un centro
clandestino ubicado en la calle Amado Nervo 3659 bis que sería conocido como la
Base Marta.
El lugar, un amplio local donde había funcionado la empresa cafetera "Santa
Marta" al que se accedía por una discreta puerta de garaje, fue arrendado por un
coronel aviador de apellido Gómez, cuya mujer e hijo, vivían en la casa adjunta
numerada con el 3659.
La "Base Marta" de la que dio cuenta el ex agente José Calace en su libro "15
años en el Infierno", era una central de control de teléfonos "pinchados" a la
salida de la dictadura. El entonces encargado de la mesa de radio de la DNII,
Nelson Rodríguez Rienzi, llegó a conectar una línea directa con la base.
La ubicación de la base, se mantuvo por mucho tiempo bajo reserva, pero en el
lugar también se hicieron comidas a las que habrían concurrido vendados
personajes como Gavazzo, Manuel Cordero, Mato, Sande y hasta políticos como el
entonces Consejero de Estado Pablo Millor o Daniel García Pintos.
La "Base Marta" tenía a los fondos la vía férrea que corta la calle Uruguayana
por lo que a varios de sus agentes les hacía recordar a Automotores Orletti.
Allí se detuvo personas investigadas, a quienes se mostraban grabaciones
telefónicas de sus "secretos íntimos" para luego extorsionarlos.
Bajo el nombre de guerra de "Eduardo", el conejo Medina había vuelto a su
ambiente. Se jactaba incluso de "tener prendido" al aún proscrito líder de la
Lista 15 Jorge Batlle. Pero, cuando llegaron las elecciones internas de 1982
tuvo una dura discusión con Castiglioni y volvió a la Guardia de Granaderos.