Latinoamérica
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Retrato de Felipe Arreaga, campesino ecologista preso
Un luchador de a pie
Rosario Cobo*
En la cárcel desde noviembre pasado, Felipe Arreaga ha sido considerado por una multitud de organizaciones nacionales e internacionales una víctima de los caciques guerrerenses y de un aparato de justicia al servicio de éstos. La acusación de asesinato, pese a las pruebas que ha presentado en su descargo, parece el remate perfecto para una vida marcada por la injusticia, la de un luchador de a pie en la sierra de Guerrero
Felipe Arreaga Sánchez, preso desde el 3 de noviembre del 2004 acusado por los caciques enemigos del bosque, al igual que muchos de los campesinos guerrerenses, se mantiene de pie, a pesar de haber vivido un largo rosario de injusticias.
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En febrero de 1998, cansados de la sordera de las diferentes autoridades que
no hacían nada para frenar el saqueo del bosque, en el ejido el Mameyal
organizaron un paro en la carretera. Los camiones llenos de madera en rollo se
empezaron a amontonar.
"Éramos un grupo pequeño los que estábamos ahí, unas 300 gentes de varios
ejidos: del Mameyal, de la Botella, de San José de los Olivos, de Corrales. Los
de más arriba estaban también en contra del saqueo, pero tuvieron miedo".
Fue ese día, con el paro, que nace la Organización Ecologista de Petatlán y
Coyuca de Catalán, creada para evitar la tala incontrolada de los bosques. La
concesión era de la multinacional Boise Cascade, una de las compañías madereras
más grandes del mundo, con restricciones para la tala en Estados Unidos y
Canadá. Esta compañía, al igual que otras, buscaba arreglos ventajosos con las
autoridades ejidales evitando tratar con todos los ejidatarios. Sólo en un año
Bernardino Bautista, parte del Consejo de Vigilancia del Mameyal, había sacado
más de cinco mil metros cúbicos de madera. Un mes después del paro, la Boise
Cascade suspende sus operaciones en Guerrero. El paro tiene eco en otras
regiones de la entidad, se denuncia que hay 72 aprovechamientos forestales que
no cumplen con las estipulaciones y normas de la ley... y de continuar éstos, se
acabarán los bosques en menos de 10 años.
La trasnacional se fue, y se llevó el negocio de sus cómplices, caciques quienes
al igual que las autoridades ejidales se enriquecían a costa de empobrecer el
bosque de todos.
Conforme crece la organización y los ecologistas de Petatlán y Coyuca de Catalán
avanzan en su lucha, aumenta también la represión. Jesús Cabrera es asesinado,
el primero de muchos, dejando viuda a Marisela Sánchez, y huérfanos a cuatro
niños, el menor de dos meses. El ejército se apodera de la zona. La persecución
de dirigentes y activistas es permanente. El 2 de mayo de 1999, un comando del
40 Batallón de Infantería del Ejército irrumpe en la comunidad de Pizotla, y
detienen a Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera, acusados, sentenciados y, después
de 29 meses, excarcelados "por razones humanitarias" por el presidente Vicente
Fox.
Los caciques apoyados por el ejército no dan tregua. Frente a la ola de
asesinatos y encarcelamientos, los principales dirigentes y activistas de la
organización ecologista se ven obligados a huir. Felipe, al igual que muchos
otros, abandona su hogar y se interna en la sierra donde pasa días sin comer,
durmiendo a campo traviesa o refugiándose en las cuevas de la sierra. Un año
alejado de su familia... a veces, protegidos por sus compañeros, bajaba a los
poblados para conseguir comida y mandarle razón a su esposa; cuando se acercaban
los soldados volvía a correr.
Después de casi un año, con el apoyo de organismos de derechos humanos y
ecologistas de México; pero sobre todo bajo la mirada vigilante de la
solidaridad internacional, el gobierno al que preocupa más lo que se dice fuera
del país reconoce a la organización y, a través de funcionarios del estado,
declara que respetará a los defensores del bosque.
Felipe, junto con los otros escondidos, regresa a la región. Otra mudanza
obligada lo lleva a establecerse en el Zapotillal, anexo del ejido la Botella de
Petatlán. Un compadre le presta donde vivir y desde ahí continúa la lucha;
apoyando a los compañeros perseguidos, a los encarcelados; pero también en la
brega diaria de defender el bosque. Cada vez son más las familias que se unen a
la lucha callada, que sin apoyo ni reconocimiento cuidan el bosque: combatiendo
incendios, reforestando las partes perdidas, innovando la producción,
combatiendo el uso indiscriminado de fertilizantes y herbicidas, integrando a
las mujeres y niños.
"En las temporadas de incendio batallamos hasta que llegan las lluvias. Cuando
empieza la quemazón todos vamos a apagarla: los niños, así chiquitos, ayudan con
las bombas, las ramas y horquetas. Pasamos noches enteras luchando cuerpo a
cuerpo contra el fuego que es cabrón... sube hasta la punta de los árboles y,
entre el humo y el ardor, las flamas nos avientan contra alambres de púas que ni
vemos. Arriesgamos la vida sin que nadie lo sepa". Felipe continúa: "Todos
tenemos derecho a vivir, la vida es bosques y agua. Dios la creó y depende de
nosotros cuidarla. ¿Quién no necesita del agua y del aire? Cuando cuidamos el
bosque y el agua en Petatlán cuidamos el agua de todos, de los de Petatlán, de
los de Guerrero y de los del mundo"
La reacción no se hace esperar. Aquellos que perdieron por esta lucha, los que
se enriquecían, los que fueron señalados como talamontes, no permiten que el
movimiento siga creciendo. El 3 de noviembre de 2004, judiciales llevan preso a
Felipe acusado de asociación delictuosa y de un homicidio perpetrado en 1998;
acusación que levanta Bernardino Bautista Valle y su hijo Prisciliano Bautista
Mederos; sí, el mismo cacique Bernardino, quien como miembro del Comité de
Vigilancia del Mameyal había saqueado la sierra en los tiempos de la
trasnacional, a la que el paro de febrero de 1998 obligó a retirarse.
Pero en la sierra hay otros Bernardinos, caciques que no permitirán que se les
mine el poder que a sangre y fuego han construido. Pero los de a pie siguen
luchando: enfrentando a trasnacionales, a caciques de la sierra, al ejército y a
un gobierno ciego y sordo. Felipe es uno de los de a pie.
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*La autora es investigadora del Instituto Maya, A.C. Este artículo
fue preparado con la colaboración de Celsa Valdovinos, esposa de Felipe Arreaga,
y Silvestre Pacheco León.