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Latinoamérica

Bolivia: A 38 años de la masacre de San Juan

Indymedia Bolivia

Varios relatos, nos transmiten lo que sucedió la noche del 23 de junio de 1967: por las laderas del cerro San Miguel, que están cerca al campamento de Siglo XX y por Cancañiri, los regimientos enviados por Barrientos, lograron tomar posición en las alturas. La Guardia Nacional también se había movilizado hasta el centro del campamento, con la dirección del Mayor Perez, comenzaron pues la matanza, disparando ráfagas de ametralladora

Decía Sergio Almaraz, que si el mundo tenía una idea de Bolivia, era gracias al estaño y a aquellos hombres que lo extraían. Pero también, si hubo una idea interna de nuestra propia historia, ésta giraba en torno a aquellos campamentos a más de cuatro mil metros de altura, donde, entre las casas de adobe, el viento, la copajira y la silicosis, aquellos hombres, las mujeres-palliri y niños, habían sostenido la economía nacional y gracias a los cuales Simón Patiño, pudo irse a Europa y comprar un elegante castillo en Lisboa.

Mientras "los mineros bolivianos [morían] con los pulmones podridos, para que el mundo pueda consumir estaño barato", doce años después de la Revolución del 52, un aviador entrenado en Estados Unidos -de quien se decía gustaba llevar el estilo de los aviadores yanquis- ingresó, el cuatro de noviembre de 1964, por asalto al palacio de gobierno. Así, el General Barrientos, con su nuevo helicóptero regalado por la Gulf, comenzó un régimen de agudización de la invasión norteamericana a través de planes de ayuda y cooperación, que se tradujeron en el "Plan de Acción Cívica", o con los nuevos "socios" del régimen, como la Chase Manhattan Bank. Esta invasión del capital extranjero, vino aparejada con una intención de destrucción sistemática de los sindicatos mineros. Efectivamente, con los "buenos augurios" del BID y de "Alianza para el Progreso", se declaró a los campamentos mineros "zonas militares". Como uno de los corolarios de esta etapa de consolidación de un nuevo coloniaje, que contaba con la servil colaboración de la oligarquía boliviana, el régimen barrientista, planificó y ejecutó la Masacre de San Juan, con una insana lógica militar, que pensó acabar de una vez, con la resistencia popular.

Varios relatos, nos transmiten lo que sucedió la noche del 23 de junio de 1967: por las laderas del cerro San Miguel, que están cerca al campamento de Siglo XX y por Cancañiri, los regimientos enviados por Barrientos, lograron tomar posición en las alturas. La Guardia Nacional también se había movilizado hasta el centro del campamento, con la dirección del Mayor Perez, comenzaron pues la matanza, disparando ráfagas de ametralladora.

Las balas ingresaron hasta las mismas casas de los trabajadores. La empresa, en complicidad con los masacradores, había cortado la luz aquella madrugada, para que la radio local no pudiese transmitir ninguna alarma a los trabajadores, que horas antes habían festejado con fogatas San Juan. Entre el ruido de las metralletas y morteros que reventaban entre las calles del campamento, los soldados disparan casa por casa a sus habitantes. El ejército finalmente, llegó, a las cinco y cuarto de la mañana hasta la sede del Sindicato, con la intención de encontrar a varios dirigentes sindicales, sin embargo, el edificio estaba casi vacío: solamente se hallaban dentro, Julio Rentería, periodista, director de la radio "La Voz del Minero" y Rosendo García Maisman, dirigente de Siglo XX. Cuando las tropas terminaron de rodear al sindicato, Rosendo García salió para defender la sede, se parapetó detrás de una ventana y desde allí, solo, resistió con una vieja arma con la que logró detener por un pequeño instante el avance militar, así cayeron tres soldados heridos, el Tnte. Sequeiros cayó muerto. Sin embargo, momentos después, los soldados lograron asaltar el edificio y Rosendo Garcia fue herido por una bala. Después, Julio Rentería, quién pudo salir de allí por su condición de periodista, vio en el cuarto contiguo, que García yacía sin vida sobre uno de los bancos de la sala. Había sido fusilado. Después de aquella noche de matanza, en la Plaza del Minero, quedaron tendidos los cadáveres de los trabajadores asesinados. Como sucede hasta hoy, el ejército alegó que tuvo que disparar en defensa propia.

Ahora, nos encontramos ante una nueva situación, histórica por su importancia y por el desafío que implica para todos los sectores sociales que se movilizaron en mayo y junio de este año: la defensa –nacionalización- de los recursos hidrocarburíferos y de los recursos naturales en general, para que los pozos por donde salen el gas y el petróleo no se conviertan en los nuevos "agujeros por donde escape la vida del país". Bolivia, ahora, también existe para el mundo, por su resistencia, y de nuevo, a pesar de todos los Barrientos y Sanchez de Lozada, existimos para nosotros mismos desde el altiplano aymara, desde El Alto, desde los Guerreros del Agua, y desde los guardatojos mineros.