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La situación de Blanco y Bordaberry. En un callejón sin salida
Samuel Blixen
Brecha
"Sin más trámite y en forma inmediata."
Así reclaman los familiares de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz el
procesamiento con prisión de Juan María Bordaberry y Juan Carlos Blanco,
presidente y canciller, respectivamente, de la dictadura militar, "por el
delito de homicidio con circunstancias agravantes muy especiales en
reiteración real, en concepto de coautores (autores mediatos o
intelectuales)", de los secuestros y asesinatos ocurridos en Buenos Aires
entre el 18 y el 20 de mayo de 1976.
La fiscal Mirtha Guianze y el juez Roberto Timbal deberán decidir en los
próximos días si citan a declarar a Bordaberry y Blanco en función de los
nuevos elementos que los abogados Hebe Martínez Burlé y Walter de León
incorporaron en el expediente. La ampliación de denuncia presentada el
miércoles 11 fundamenta la acusación de coautoría intelectual de los
homicidios en función de nuevos documentos que se refieren a los antecedentes
archivados en la cancillería uruguaya sobre informes de seguimientos y
disposiciones ordenadas por el entonces canciller Blanco; y a las
comunicaciones, informes y telegramas diplomáticos del Departamento de Estado
de Estados Unidos, recientemente desclasificados.
El conjunto de elementos constituye una prueba ineludible de la participación
y responsabilidad de Bordaberry y Blanco en la conspiración oficial para
secuestrar a Michelini y Gutiérrez Ruiz. Entre los documentos acusatorios se
incluyen textos del entonces secretario de Estado Henry Kissinger sintetizando
las informaciones de embajadores y funcionarios diplomáticos destinados en la
región, quienes afirmaban que los asesinatos habían sido cometidos por
militares uruguayos operando en Buenos Aires y ordenados por el gobierno
uruguayo de la época.
También se incorporan en la ampliación de denuncia los distintos despachos
firmados por Blanco reclamando a las autoridades argentinas la vigilancia y el
seguimiento de los dos legisladores exiliados. Y se menciona especialmente el
decisivo viaje que Blanco realizó a Buenos Aires días antes de los secuestros
y que incluyó una conversación reservada, en una embarcación, en el delta del
Paraná, entre Blanco y el canciller argentino almirante César Augusto Guzzetti.
Junto con el procesamiento y prisión de Bordaberry y Blanco, los abogados
solicitaron que el juez disponga el interrogatorio de varios militares
uruguayos retirados, individualizados en los diferentes documentos y
testimonios como participantes, entre ellos José Gavazzo, Manuel Cordero,
Jorge Silveira y Pedro Mattos.
Si tales citaciones se producen se concretará el anuncio del presidente Tabaré
Vázquez de excluir el caso Michelini-Gutiérrez Ruiz de los beneficios de la
ley de caducidad. Pero además, los interrogatorios a los citados militares
servirán para bordear otros casos vinculados al Plan Cóndor, donde sus nombres
se repiten, en especial el secuestro en Buenos Aires, el traslado a Uruguay y
posterior desaparición de María Claudia García de Gelman. Así, las acciones
judiciales por el caso Michelini-Gutiérrez Ruiz se entroncan con los trabajos
que un equipo de científicos está realizando en el Batallón 13, donde se
presume que fue enterrada María Claudia.
Tales trabajos han despertado inquietud en algunos sectores de oficiales y de
sus testaferros civiles. La propuesta de un grupo de generales de realizar una
investigación interna sobre los desaparecidos y ubicar el lugar donde se
depositaron los restos, ahora va adquiriendo otras tonalidades, al acotarse
esa investigación a los elementos recabados por la Comisión para la Paz. La
intención inicial de resolver definitivamente la cuestión de los desaparecidos
se transformaría en otra vuelta de tuerca de la vieja táctica gatopardista
destinada a encubrir, en lugar de descubrir. Vano intento: la experiencia
revela que la operación de encubrimiento termina en un costo político altísimo
y, además, no detiene el proceso irreversible del conocimiento de la verdad.
Tales enseñanzas deberían ser consideradas por aquellos que se prestan al
juego de la reserva, de la confidencialidad y de la manipulación a puertas
cerradas.