Latinoamérica
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Una madeja compleja y difícil de desentrañar
Sinay Céspedes Moreno
Prensa Latina
A pocos meses de las elecciones generales previstas para octubre y noviembre
venideros, el futuro de Haití continúa algo difícil de vislumbrar, pues cada día
crecen las diferencias entre el pueblo y la administración interina.
El panorama actual de ese país caribeño, en profunda crisis generalizada, tiene
como protagonistas a los seguidores de Jean Bertrand Aristide, presidente
constitucional depuesto tras un golpe de estado en febrero del 2004, y el
gobierno liderado por el primer ministro Gerard Latortue.
Desde la asonada contra Aristide han sido incontables las manifestaciones que
realizan sus simpatizantes frente al nuevo ejecutivo y a favor del regreso del
mandatario.
La mayor marcha de los últimos meses tuvo lugar esta semana en Puerto Príncipe,
la capital haitiana, coincidiendo con los festejos de la adopción de la bandera
que simboliza la independencia de ese estado del colonialismo francés.
Pancartas en alusión a la restitución de Aristide, fragmentos de sus discursos a
través de altoparlantes y banderas con su imagen caracterizaron la caminata, que
en esta ocasión no derivó en actos violentos.
Al mismo tiempo, el senado chileno aprobó prorrogar la presencia de militares de
ese país sudamericano en Haití por otros seis meses, hasta que se lleven a cabo
los comicios.
Como Chile, otras naciones mantienen personal en el territorio haitiano, como
parte de las llamadas Fuerzas de Estabilización de la ONU para la Paz de Haití (MINUSTAH).
Sin embargo, ninguna de las estrategias aplicadas desde el exterior para aliviar
los problemas internos ha resultado en los cambios esperados, y la inestabilidad
sigue en aumento mientras la población es la más afectada.
Por otra parte, suman cientos las víctimas como consecuencia de numerosos
enfrentamientos armados entre efectivos policiales y simpatizantes del depuesto
presidente.
Al calor de las discrepancias fueron anunciadas oficialmente las elecciones
generales como mecanismo para poner fin a la inestabilidad, lo cual resultó otro
punto discordante.
Familia Lavalás, partido que dirigía Aristide, condiciona su inclusión en los
comicios al regreso a la presidencia del mandatario depuesto para que culmine el
período de mandato.
Todos esos factores convierten al país más empobrecido del hemisferio occidental
en una telaraña bien complicada para desenredar.
Pero aún si la consulta se celebra de manera democrática y pacífica, será
necesario retomar un tema vital: el desbloqueo de la ayuda internacional,
imprescindible para sacar de la extrema pobreza a los habitantes de la primera
república independiente de América.
La congelación del capital, promovida por el gobierno de Estados Unidos,
constituyó un factor decisivo en la agudización de la crisis, pues hizo más
evidente las contradicciones entre la oposición de entonces y la administración
del dignatario constitucional.
Entre las resultantes del bloqueo financiero destaca la disminución de la
esperanza de vida, que hoy es inferior a los 50 años en ese territorio de
alrededor de ocho millones de habitantes, el 50 por ciento de ellos considerado
desnutrido.
Otros flagelos prosperaron con las debilidades de esa nación, como el Síndrome
de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), que afecta a casi el cinco por ciento de
los haitianos.
Solo un ejecutivo conciente de la situación y de la necesidad de salvar a un
pueblo que se desmorona, podría salvar del completo naufragio a ese barco,
recabando además en la ayuda internacional.