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La calle: el voto que bota


Arturo Cano / Quito

Masiosare
El agotamiento y descrédito de la clase política y sus partidos se suma muchas veces al descontento social por medidas que aprietan el ya muy flaco cinturón del continente. Así ocurre la mayoría de las veces. La lección ecuatoriana muestra que no siempre es el estómago vacío el que sale a la calle a botar presidentes

La pregunta vuela todavía en todas partes: "¿Por qué cayó Lucio Gutiérrez?" Por bocón, dicen las calles y las paredes.
"Cambiaré al Ecuador o moriré en el intento". Eso dijo el ex coronel en su toma de posesión y lo repitió hasta el hartazgo.
"Ni eso nos cumplió", se lamenta Patricio Fernández, vendedor de seguros, afuera de la embajada de Brasil, donde hace inútil guardia con ganas "de arrastrar a esa rata".
Cada cinco minutos, Fernández y su familia entonan la cancioncita: "¡Que muera en el intento!"
El ex coronel se va al exilio.
Ya. Ecuador tiene, por tercera vez al hilo, un presidente sustituto, un presidente sin partido y sin fuerza propia en el Congreso. ¿Cuántos faltan?
"Si son 100 que sean 100, hasta que encontremos el bueno", dice Fernández, clasemediero de Quito, ciudad que salió a las calles al grito de "¡Que se vayan todos!" y luego volvió a sus oficinas, a sus talleres, al trajín diario, a mirar en las noticias cómo se armaba un nuevo gobierno.
Las promesas incumplidas, las alianzas rotas, la política entreguista, la corrupción descarada, la incontinencia verbal, son las respuestas posibles a la pregunta inicial. Pero, al final, todas esas razones aterrizan en una: "Gutiérrez cayó porque perdió el apoyo de las Fuerzas Armadas. Es brutal pero es así", como dice Augusto Barrera, concejal de la alcaldía quiteña.
Las explicaciones enumeradas, claro, están incompletas. Son conflictos que mantuvieron al Ecuador en un "empate" con barruntos de catástrofe a la largo de ocho semanas (en las filas opositoras se veía venir, incluso, un fujimorazo).
Lo que explica la decisión de los militares, coinciden analistas locales, es la rebelión civil.
La inocencia de los indicadores
¿Quién tumbó a Lucio Gutiérrez? No los indicadores económicos. El año pasado la economía ecuatoriana creció 6.6% y la inflación fue la más baja en 30 años.
Una ficción, dice un alto funcionario del gobierno actual. "Quítale a Ecuador el petróleo y las remesas de los migrantes y no hay nada".

La emigración ecuatoriana es, efectivamente, un río incontrolable que aporta el 13% del Producto Interno Bruto. Un 70% de los recursos del fondo petrolero, que el flamante gobierno se propone eliminar, van al servicio de la deuda y sólo 10% al gasto social, en un país con 80% de pobres.
Aunque en las calles le reconocen a Lucio Gutiérrez que en su gobierno no hubo paquetazo, los buenos números de la macroeconomía no llegaron a los bolsillos de los ecuatorianos.
El año pasado, con todos y los maravillosos indicadores, 16 jubilados que demandaban incremento de sus pensiones se dejaron morir en una huelga de hambre.
El pecado original
Los militares pusieron la estocada, sin duda. La decisión, que toman por tercera vez desde 1997, tiene su historia.
Hay que comenzar por la aparición en escena del coronel Gutiérrez. Es el año 2000 y una vasta movilización popular, con la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) a la cabeza, derriba al régimen de Jamil Mahuad.
Algunos generales se han acercado a los indios en los meses previos, pero a la hora del paso final dan marcha atrás. Al relevo entran los coroneles, entre ellos Lucio Gutiérrez.
Tras la salida del presidente se instala una "Junta de Salvación Nacional" integrada por el entonces máximo dirigente de la CONAIE, Antonio Vargas; el ex presidente de la Suprema Corte, Carlos Solórzano... y el coronel Gutiérrez. La junta apenas dura unas horas. Las Fuerzas Armadas, igual que el pasado miércoles 20 de abril, le retiran su apoyo.
Gutiérrez va brevemente a la cárcel y a su salida forma el Partido Sociedad Patriótica. Camino a las elecciones presidenciales de 2002 se vuelve a topar con los indios.
De izquierdista en campaña a proestadunidense
El movimiento indio ha decidido ir con un candidato propio a la presidencia de la República, pero sus divisiones internas le impiden ponerse de acuerdo en el personaje. Es 2002.
Antonio Vargas lanza su candidatura sin el apoyo general de la CONAIE. Para evitar la ruptura, la CONAIE y su partido, Pachakutik, resuelven no apoyar a candidato indígena alguno. Los plazos electorales los alcanzan. "Ya no fue posible otra alianza electoral más que con el coronel Gutiérrez", dice Nina Pacari, quien ocupó la cancillería los primeros meses del gobierno del ex coronel.

En campaña, Gutiérrez adopta el programa de los indios y un discurso izquierdista. En la primera vuelta, su partido obtiene sólo 5% de los votos. Pachakutik y otros aliados aportan lo demás: con 20% de la votación, Gutiérrez gana el primer sitio.
Los partidos ecuatorianos tradicionales no pintan en esa elección. A la segunda vuelta llegan Gutiérrez y Alvaro Noboa, el zar del plátano, quizá el hombre más rico de Ecuador, con un partido inventado ­y pagado- por él.
En tercer sitio queda León Roldós y en cuarto la Izquierda Democrática (ID). El PSC se va hasta el quinto sitio y, sin embargo, dado el carácter regional de los partidos, obtiene el mayor número de posiciones en el Congreso.
Cuando asume la presidencia, Gutiérrez ya ha "transado", dicen sus antiguos aliados. A la semana se declara el "mejor aliado" de Estados Unidos y entrega los ministerios clave a personajes que cuentan con el beneplácito de los organismos financieros internacionales y la oligarquía local.
Las fuentes de su poder, piensa el coronel, son el Ejército, la embajada de EU y un sector de la oligarquía costeña.
Cuando se enfrenta a sectores de la oligarquía, el ex coronel llega a pensar "que puede sostenerse sólo con el apoyo de la embajada estadunidense", dice el concejal Barrera.
En todo caso, y en esto coinciden los analistas, el único proyecto del ex coronel Gutiérrez es terminar su mandato de cuatro años.
Del error indígena a los brazos de la oligarquía
"Fue un error colectivo ir al gobierno de Gutiérrez, hay que asumirlo, pues el desgaste pesa todavía", dice Nina Pacari.
La opinión la comparten en la calle y en la academia. "Fue un error garrafal aliarse con un militar golpista y fascistoide", dice el profesor Simón Pachano, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Rota su alianza con las fuerzas que lo llevan al poder, Gutiérrez, según la opinión generalizada, se entrega en brazos del Partido Socialcristiano (PSC).
No pasa mucho tiempo, sin embargo, sin que el PSC y su caudillo, el ex presidente León Febres-Cordero, eleven el precio de su apoyo a un presidente urgido de una mayoría en el Congreso.
"Aquí los diputados piden una embajada, y las fuerzas oligárquicas un pozo petrolero", dice un alto funcionario del nuevo gobierno nacional.

La alianza, por lo demás, nunca es explícita y está permanentemente "sujeta a los chantajes" del PSC, explica el investigador Felipe Burbano, también de la FLACSO.
Para infortunio del ex coronel, algunos medios "exhiben permanentemente este juego oculto" y eso contribuye al desgaste de un gobierno débil.
El comienzo del fin
Gutiérrez viaja a Panamá y sella una alianza con el ex presidente Abdalá Bucaram, de quien había sido edecán durante su breve mandato (10 de agosto de 1996 al 5 de febrero de 1997).
Bucaram bailaba con jovencitas en la televisión, imitaba a Batman y comparaba sus actos con los de Jesucristo. El Congreso lo destituyó por "incapacidad mental".
Con todo, sigue teniendo una base social en la Costa, donde su partido, el Roldosista Ecuatoriano (PRE) disputa los territorios de los socialcristianos.
El 2 de abril, tras ocho años de exilio en Panamá, Bucaram arriba a Guayaquil. La Corte Suprema de Justicia, encabezada por un amigo suyo recién nombrado por la mayoría gutierrista del congreso, ha anulado sus juicios pendientes (por peculado y enriquecimiento ilícito).
Todavía hoy los analistas no se explican los motivos del ex coronel para traer de vuelta a un personaje tan impopular.
Así las cosas, en octubre pasado se celebran elecciones regionales. El gobierno de Gutiérrez canta victoria aunque sólo obtiene 7% de los votos. En cambio, su ya adversario el PSC consolida su fuerza en Guayaquil y toda la Costa (25% de los votos en el país). Izquierda Democrática (ID) hace lo propio en la Sierra (18%), particularmente en Cuenca y Quito. En esta capital, el alcalde y ex general Paco Moncayo es reelecto con 67% de los votos (medio millón), nada mal para un político que apenas cuatro meses después tiene que aguantar los gritos de "¡Que se vayan todos!"
Los aliados de Gutiérrez no obtienen buenos resultados.
Con ese nuevo equilibrio de fuerzas, ID y Pachakutik comienzan a empujar en el Congreso la destitución del presidente mediante un juicio político, pero nunca consiguen los 67 votos necesarios (dos tercios de los diputados).
Con una mayoría parlamentaria prendida de alfileres (PRE, PRIAN, MDP independientes), Gutiérrez impulsa la sustitución de la Suprema Corte y los tribunales constitucional y electoral. La medida se aprueba y los magistrados de los socialcristianos son sustituidos. Cada partido recibe una cuota según su votación.
Pugnas interbancarias
La caída de Gutiérrez tampoco es ajena a la pugna entre los poderes económicos, entre otras cosas porque cada grupo de la oligarquía tiene su propio partido.
La "pugna interoligárquica, que a ratos es incluso interbancaria", según dice el concejal Barrera, es otro de los empujoncitos.
Pero esa pugna es de larga data y por sí sola no explica la caída. ¿A "pugna interbancaria", ganancia de ciudadanos?
En ese escenario de pelea entre poderosos hace su aparición el movimiento ciudadano de Quito, cuya irrupción en las calles define la caída del presidente Gutiérrez.
Aunque al quizá más ilustre representante de la oligarquía y ex presidente León Febres-Cordero, le parezca otra cosa: "Fueron unos cuantos anarquistas de extrema izquierda, eso no fue el pueblo de Quito". Cuando fue presidente, por cierto, Febres-Cordero sacó las tanquetas para impedir la instalación de una Corte Suprema que le era adversa.
El país de los presidentes débiles
La queja mexicana ("nos sobran partidos") suena exagerada en estas tierras. El Congreso ecuatoriano, con apenas 100 diputados ­el país tiene 13 millones de habitantes-, tiene 10 bancadas parlamentarias.

Desde el inicio de su vida democrática, en 1979, este país ha tenido diez presidentes. Sólo tres han tenido la bancada mayoritaria en el Congreso y ninguno la mayoría simple. "Es un sistema perverso que lleva siempre a presidentes débiles", juzga Simón Pachano.
La fragmentación no es el problema mayor sino, en opinión de Pachano, el hecho de que el Congreso es "constitucionalmente irresponsable", pues ninguna de sus decisiones tiene consecuencias.
Si a los elementos anteriores se agrega el papel tutelar que la propia Constitución otorga a las Fuerzas Armadas y los problemas de los sistemas electoral y de partidos, lo que se tiene, dice Pachano, es que "en Ecuador cualquiera puede ganar la presidencia". Es decir, puede ganar alguien como Gutiérrez, sin trayectoria, sin partido y que por sí solo obtiene una votación muy baja.
La plata y los militares
Los militares dejaron solo a Gutiérrez por factores puramente domésticos. Eso dice el experto en asuntos militares Luis Eladio Proaño, asesor de generales y también, en 2002, coordinador de la campaña presidencial del empresario bananero Alvaro Noboa.
La corrupción de su gobierno, el trato rudo a muchos generales y la negativa a ser utilizados para masacrar a los ciudadanos fueron las razones por las que le retiran el apoyo a Gutiérrez. El respaldo del presidente al Plan Colombia, que supone el uso del territorio ecuatoriano para las operaciones militares de Estados Unidos, dice Proaño, no tuvo nada que ver. "Si Estados Unidos da plata, los militares dicen 'qué bueno', porque ahora tienen el mejor aeropuerto militar y siempre les ha preocupado mucho la frontera (con Colombia) que es muy peligrosa".
Brasil al Mundial, Lucio al penal
Lucio Gutiérrez gusta tratar los asuntos públicos en secreto. Pero su reparto de cuotas de poder es más que transparente. Gutiérrez lleva a su familia, sus compañeros de armas y sus compadres al gobierno. Ellos y sus otros aliados conforman una incipiente clase política "voraz y tremendamente inepta", dicen los analistas.
Gutiérrez se pasa la vida abriendo la boca, reñido con el lenguaje, y sus voceros y funcionarios invierten largas horas a enmendarle la plana, cosa que realmente nunca logran, dice el analista Javier Ponce.
Los medios, "habituados a convertir en hechos las palabras, parecían gozar las expresiones burdas y confusas" del presidente Gutiérrez, dice Ponce.
Con todo, el ex coronel da la batalla de medios hasta el final. En la semana previa a su caída, compra 70 anuncios diarios en cada de los canales de televisión, a un costo total que aquí estiman en 300 mil dólares.
Ese dinero influye, quizá, para que los grandes medios minimicen las protestas.
La modesta radiodifusora La Luna llega a cubrir ese hueco y se convierte, con sus micrófonos abiertos a la manera de Voz Pública de Paco Huerta, en el motor de las protestas callejeras.
Una marcha llega a la casa de Gutiérrez quien, sintiéndose agraviado, les cuelga una etiqueta a sus adversarios: "Son unos forajidos". Paco Velasco, director de La Luna, agarra la frase y la devuelve al aire ya convertida en la marca del movimiento: "Yo también soy forajido".
Caído el presidente, el movimiento forajido se repliega a los barrios. Son muy pocos los que se empeñan en no dejar dormir al ex presidente que permanece cuatro días refugiado en la embajada de Brasil. "Lula, Lula, devuélvenos la mula" o "Brasil al Mundial, Lucio al penal", gritan, en una verdadera fiesta.
Desde el viernes 22, el periodista Paco Velasco, dice desde La Luna: "Por mí que se vaya, no quiero mártires", y la emisora no llama a la bulla frente a la embajada.
Aunque la madrugada del domingo 24 de abril es de farra, o justo por eso, cuando Lucio Gutiérrez sale de la embajada sólo lo aguardan nueve forajidos que son fácilmente engañados por la policía.
Las bondades de Lucio
-Queremos gente nueva, no más polilla- dice una muchacha.
-¿Y quiénes vendrán si se van todos?
-Gente de las universidades, ellos que se privan de tantas cosas para estudiar- dice la comerciante Mayra Escobar.
En los grupitos que se arman frente al Palacio de Carondelet, donde despacha el nuevo presidente, sigue el debate sobre la caída del ex coronel.
-El pueblo no lo botó- dice una señora.
-¿Quién entonces?
-Fue la clase media.
Las voces se confunden. Todos quieren hablar al mismo tiempo. Y lo hacen.
-Fueron los ricos.
-Los millonarios más bien.
-Quien hizo toda esta pantalla fue Radio La Luna con el alcalde de Quito.
La costurera María Salazar no se explica aún la caída del presidente:
Con Lucio no tuvimos paquetazo, ni alza de precios.
-Tampoco trabajo- interviene un señor a su espalda.
-Eso es cierto, pero antes tampoco había.
La llegada de los "matones"
La ruptura de la alianza con los socialcristianos se da cuando Gutiérrez pretende controlar la Suprema Corte de Justicia.
En Guayaquil, su bastión, el PSC arranca su contraofensiva con una "marcha blanca". En Quito surgen o se fortalecen iniciativas ciudadanas que convergen en una asamblea popular animada por el alcalde Paco Moncayo, de ID, en alianza con Pachakutik y un amplio abanico de fuerzas políticas y sociales.
No todos en esa variopinta confluencia quieren aventurarse a pedir la cabeza de Gutiérrez y, además, los partidos están sumergidos en sus propias disputas por la ya no tan lejana candidatura presidencial (si no se adelantan, lo cual es improbable, las elecciones serán en octubre de 2006).
A pesar de esos atorones, la Asamblea convoca una Marcha por la Democracia cuya dimensión sorprende a los escépticos (muchos no creían que "la gente" se moviera para defender a la Suprema Corte).
Lucio Gutiérrez, y esto suena en estos días muy familiar en México, minimiza la manifestación y se mofa de los asistentes.
Como si la bofetada del regreso de Bucaram no bastara, Gutiérrez decide movilizar a sus bases. La llegada a Quito de miles de indígenas, muchos de ellos acarreados, es la puntilla, el acto desesperado que da el último empujón a una clase media que ha visto caer dos presidentes sin meter mucho las manos.
"Cuando vienen los matones a ocupar la ciudad despierta el regionalismo de Quito y también esa responsabilidad que los quiteños creemos tener frente a la nación", dice Burbano.
Un gobierno frente al colapso
El nuevo presidente, un cardiólogo originario de Guayaquil que en el gobierno de Gutiérrez jugaba un papel decorativo (cuando Gutiérrez salía del país encargaba el despacho a su ministro de Gobierno y no al vicepresidente), ha dicho que él no es político y que no se va dejar "manosear" por nadie.
Para empezar, con sus primeras declaraciones el cardiólogo Alfredo Palacio no quiere tranquilizar a nadie: "Desde hace más de un año advertí que el país se estaba cayendo a pedazos, que estaba en terapia intensiva y que se lo llevaba el diablo. Ahora estamos en coma y hay que tener cuidado, no sea que alguien quiera aplicarnos la eutanasia", dice, apenas instalado en el Palacio de Carondelet al diario La Hora.
En sus primeros días, el nuevo gobierno fija sus prioridades para atender a ese paciente en coma: "Crear legitimidad dentro y ampliar el margen de negociación afuera", dice una fuente oficial.
Los nuevos ministros hablan contra el Plan Colombia, plantean que el Tratado de Libre Comercio ­que actualmente negocian Perú, Colombia y Ecuador con Estados Unidos­ debe ser sometido a consulta popular, y dicen que la dolarización fue un error fatal.
Hacia dentro, se trata de marcar una clara distancia con la agenda gutierrista. Hacia fuera, "de poner lejos el margen de negociación para de ahí ceder", dice una fuente de alto nivel.
En el plano político, la tarea inmediata del gobierno es responder a la explosión ciudadana a través de una consulta popular que derive en una Asamblea Constituyente y en una reforma electoral.
El gobierno pretender "ciudadanizar" los órganos electorales, que actualmente controlan totalmente los partidos (habrá que ver si éstos se muestran dispuestos a decisiones que les quiten poder).
El ministro de Gobierno también ha planteado la necesidad de eliminar la segunda vuelta electoral.
Los analistas estiman que el gobierno, sin presencia en el Congreso, apenas tendrá oportunidad de impulsar una reforma limitada del sistema de elecciones, para "mejorarlo" rumbo a las elecciones de octubre de 2006.
Si en la política hay algún margen de negociación, en la economía las cosas se pueden tornar más espinosas. El nuevo gobierno plantea mantener a la baja los bonos de la deuda, que en los últimos años han permitido a una "elite de especuladores" obtener ganancias millonarias. "La oligarquía financiera nos va a querer reventar, por buscar que se vayan los capitales golondrinos", dice un alto funcionario del gobierno.
"Ya hemos vivido esto. Las presidencias interinas de Fabián Alarcón y de Noboa fueron débiles y este gobierno no tiene ni un diputado en el Congreso, y sí un equipo débil e inexperto", dice el investigador Simón Pachano.
Los colaboradores de Palacio confían en una sola cosa: "El sistema político se colapsó y lo que sigue no se va a definir con las mismas reglas".
La guillotina y el futuro
El punto se llama "análisis y resolución respecto de la conducta de varios señores diputados". La decisión: dar de baja a once diputados que se cambiaron la camiseta y permitieron que el ex coronel Gutiérrez contara con la mayoría necesaria para integrar Corte Suprema y tribunales a su gusto.
Los diputados cuyas cabezas ruedan casi no meten las manos. La mayoría de ayer patalea y se apaña del grito de las calles: "¡Vámonos todos juntos!", exige Ernesto Rodríguez, del PRE.
La guillotina no es pareja, porque los legisladores que se habían declarado "independientes" eran 22. La mitad fueron perdonados, la mayoría porque se pasaron convenientemente a la nueva mayoría antes del golpe. Otros, los menos, renunciaron.
Omar Quintana, apenas hace unos días presidente del Congreso y miembro también del partido de Bucaram, se fuma un cigarro y coquetea con una empleada mientras las cabezas de otros diputados caen. Parece asumir el momento como algo natural, "ya vendrá la nuestra", debe pensar. Porque no ve aquí sino "el tercer golpe de Estado que dan los mismos". ¿Quito en las calles? "Nunca fueron más de 30 mil personas", dice, y da otra fumada.
Todos los testimonios prueban que fueron muchas más, pero ahora ya no se les ve en las calles de Quito. Algunas, en sus barrios, organizan asambleas para discutir el TLC y el Plan Colombia. La sintonía de La Luna, la pequeña estación alternativa que la gente utilizó para "autoconvocarse", ha crecido hasta el cielo. Pero nadie sabe qué sigue en el camino de los forajidos ni a dónde irá a dar la energía social que tumbó al presidente Gutiérrez.
El concejal Barrera suelta la hipótesis pesimista: "A lo mejor dentro de 15 días Palacio está preso de las mismas mafias y nada más quedan nueve forajidos".

PARTIDOS LATINOAMERICANOS:
ZONA DE DESASTRE
Las dudas del presidente Hugo Chávez sobre lo ocurrido en Ecuador no cayeron bien a los forajidos, entre quienes el venezolano cuenta con partidarios.
El asunto es que "a los presidentes de la región no les gusta que ocurran estas cosas porque saben que los pueden tumbar", dice la ex canciller ecuatoriana Nina Pacari, quien esta semana tuvo que desmentir que le hayan ofrecido la vicepresidencia de su país.
Bueno, Chávez, en realidad, resistió el acoso de los medios, los partidos y la clase media caraqueña durante dos años (no una sino 100 marchas como las que tumbaron a Gutiérrez). Finalmente, el presidente de Venezuela es quizá la excepción. En agosto pasado se impuso en un referéndum que además de mantenerlo en el poder le permitió enterrar a los partidos tradicionales, Acción Democrática y el democristiano COPEI.
El descrédito de las clases políticas y los partidos es mal compartido en América Latina. El recuento es necesariamente incompleto:
Para ganar la presidencia de Colombia, Alvaro Uribe hubo de abandonar su partido.
En Uruguay, Tabaré Vázquez se impuso a los partidos históricos, el Blanco y el Colorado. Este último obtuvo la votación más baja de su historia.
En Argentina, la rebelión piquetera tuvo de telón de fondo la lucha interna del peronismo y el fin del Partido Justicialista, que recibió una grave herida cuando Fernando de la Rúa salió de la presidencia por la puerta trasera.
En Bolivia, el movimiento indígena en las calles echó a Gonzalo Sánchez de Lozada luego de violentas represiones. Con Carlos Mesa, tiene un pulso por la ley de energéticos que no acaba de resolverse, y por la cual Mesa intentó renunciar hace algunas semanas.
En Perú, a la caída de Fujimori ­quien da golpes mortales a los partidos históricos-, sigue la efímera popularidad del presidente Alejandro Toledo, quien ahora ronda apenas 6% en la aceptación popular. (En Perú dicen que eso no es popularidad sino margen de error).

LOS PARTIDOS ECUATORIANOS:
FAMILIAS Y GREMIOS
Hacia fines de los setenta, Ecuador contaba con alrededor de 70 grupos empresariales. Las políticas de ajuste han favorecido a unos 15. El mapa de los grupos de poder económico se empalma con el de los partidos. El cuadro lo completan partidos gremiales. No hay partidos nacionales, prácticamente todos concentran su fuerza en ciertas regiones.
PRIAN (Partido Renovador Institucional de Acción Nacional). Novedad para México: el PRIAN sí existe y es el partido de Noboa, el zar del plátano. Noboa es dueño de más de 100 empresas, la mayoría agroexportadoras. Su provincia, paradójicamente, es una de las zonas más pobres del país. Quiere volver a buscar la presidencia.
PRE (Partido Roldosista Ecuatoriano). El partido de Bucaram. Vinculado al grupo económico de la familia Isaías, dueños hasta 1999 del mayor banco del país, con cuya quiebra arrastró al país a la dolarización.
PSC (Partido Socialcristiano). De las familias Febres-Cordero, Icaza y otras. Tienen negocios en el petróleo y las finanzas (seguros).
ID (Izquierda Democrática). Socialdemócrata y con gran fuerza en Quito. Su caudillo es Rodrigo Borja, quien en 2002 se empecinó en ser candidato a la presidencia ­pese a que no tenía posibilidades de triunfo- y dividió el voto de centro izquierda, facilitando el triunfo de Gutiérrez.
Movimiento Pachakutik- Nuevo País (PK). Creado en 1996 como brazo político de la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador. Gracias a la guillotina en el Congreso tiene ahora 10 diputados (de un total de 100). Su mayor votación proviene de las clases medias urbanas.
Movimiento Democrático Popular (MDP). A sus militantes les dicen los chinos. Su base principal es el magisterio. Apoyó a Lucio Gutiérrez casi hasta el final, pero jugaba doble, pues sus bases salieron a las calles al grito de "¡Fuera Gutiérrez, gobierno popular!" Se le atribuyen los destrozos del 20 de abril en edificios gubernamentales.
Partido Sociedad Patriótica (PSP). Creación del coronel Gutiérrez y con apenas 5 diputados. Entre 2002 y 2004, pese a tener la presidencia, sólo subió su votación de 5 a 7%.
La costa versus la sierra
El diario El Universo cabecea el jueves 21 de abril: "Quito tumba a Gutiérrez". El diario de marras se edita en Guayaquil
El Comercio de Quito publica las fotos del presidente Palacio y los primeros seis miembros de su gabinete, acompañadas de pequeñas fichas biográficas que incluyen su lugar de nacimiento. Todos los funcionarios, menos uno, son de la Costa. Quito lo tumbó para que Guayaquil gobernara.