Latinoamérica
|
Que sucede en Colombia
Una política de Terrorismo de Estado aplicada por décadas, ante la agudeza
del conflicto político, social, económico y militar no es que haya desplazado a
las masas: a clandestinizado a movimientos y dirigentes y potenciado el
enfrentamiento contra el Establecimiento. Un cambio de gobierno, por otro de
igual naturaleza, no opera en el derrotero dialéctico de lo que entendemos por
algo NUEVO en Colombia, escribe Torremolinos
Melquizedec Torremolinos
Anncol
Resaltan en las últimas semanas las movilizaciones populares que dieron al
traste con el gobierno del entregado aliado del Imperio, Lucio Gutiérrez; en
Bolivia con la exigencia por mantener la soberanía popular sobre los
hidrocarburos y en México, en apoyo al Alcalde del D.F. López Obrador, que
legitimó la desobediencia civil de un gobernante local ungido por el voto
popular, con la demostración que el desvío del tri- poder cede ante el
constituyente primario, de hecho. Se observa al pueblo ecuatoriano bajo la
consigna "fuera todos" frustrarse en la consecución de un cambio de fondo o
total.
Temas, como la base militar de Manta, que es la extensión de El Plan Colombia en
la selva ecuatoriana con la nefasta aplicación del glifosfato, no será tocado
por el nuevo gobierno. No es claro el derrotero del nuevo Presidente frente al
TLC y hacia lo alterno en Sur América. La recuperación de la institucionalidad
lo manejará como distracción frente a la agenda de conquistas democráticas que
exige el movimiento de masas en Ecuador.
Clara lección para el movimiento popular latinoamericano en momentos en que El
Pentágono ve con preocupación la agitación en su patio trasero y envía a la
portadora Condolencia, a una visita no propiamente de rutina, mostrandole a los
pueblos los dientes.
Pero que lección deja, en particular, para el movimiento popular colombiano, en
el que por la difusión de los Medios de Alienación Masiva (MAM), pareciere que
nada pasara y el país del Sagrado Corazón de Jesús es de estabilidad en la
región... En Colombia procede la combinación de distintas formas de lucha. Una
política de Terrorismo de Estado aplicada por décadas, ante la agudeza del
conflicto político, social, económico y militar no es que haya desplazado a las
masas: a clandestinizado a movimientos y dirigentes y potenciado el
enfrentamiento contra el Establecimiento. Un cambio de gobierno , por otro de
igual naturaleza, no opera en el derrotero dialéctico de lo que entendemos por
algo NUEVO en Colombia.
Tampoco un mejoramiento o perfeccionamiento de la democracia participativa ante
la indignación que produce la indolencia de un gobierno frente a la problemática
migratoria, para mencionar de soslayo solo uno de los factores candentes que
requieren atención en México, como país fronterizo del amo imperial e igualmente
las fisuras de un conflicto social no remedian el rumbo del pueblo boliviano.
En Colombia caminamos sobre un proceso revolucionario de fondo. La lucha de
clases agudiza el entorno en campos y ciudades. Simplista resultaría acoger las
estadísticas de empobrecimiento de los sectores sociales y pauperización de
amplio espectro en las familias colombianas. De igual manera, pregonar la
acumulación de condiciones objetivas y subjetivas para el salto cualitativo al
poder, exista o no un Kerensky.
Pero algo alerta al amo Imperial. Le preocupa sobremanera el resultado del
próximo debate electoral en Colombia. La fementida capacidad de la oligarquía
colombiana por dominar el corcel del poder, lo deja sin argumentos ante el
desgobierno de su títere. Doquier que se expresa el Minifhurer, o sus voceros,
la iniciativa de la contrarréplica de la oposición ilegal en Colombia no deja
esperarse.
Claro que se desgasta la política de seguridad y abre los ojos sobre a quienes
es que mantiene seguros. Obvio, que por mas rimbombantes nombres de planes que
se ingenien para "ahora sí" acabar con el movimiento armado y los contundentes
golpes en el plano militar infringidos, eso desfigura lo mesiánico del cipayo.
De igual manera, el semblante de sacrificado que preconizan los medios en lo
repetitivo de un nuevo y develado atentado contra el Presidente, en mal copia y
enunciado que el anterior, permite al común del pueblo colombiano no tragar
entero tanta falacia de información.
Al respecto, el que esté el Minifhurer u otro de igual calaña que le reemplace
en las condiciones del actual proceso revolucionario en Colombia, nada quita o
ahorra al sufrimiento del pueblo colombiano. Ah!, pero si la inteligencia le
falla y cae en la boca del lobo, es otro cuento. El mamerto colombiano sabe que
el cambio no es de nombre, de personas o de presidentes de turno. El cambio es
de fondo por la Nueva Colombia y la oligarquía y el Imperio están avisados y
alertados.
Incontenible el movimiento de masas
Pese al Terrorismo de Estado, el movimiento de masas crece en Colombia. Solo en
un mes registran la movilización del 7 de abril; los estudiantes de 29
universidades oficiales protestan en las calles; la población de San José de
Apartadó, se rebela contra la presencia de la fuerza pública asesina; los
pobladores de San Pablo, en el sur del departamento de Bolívar, se movilizan
contra la presencia de las fuerzas militares y narco- paramilitares en dos
ocasiones, en el lapso del último mes.
En la ciudad de Bogotá, la capital vitrina de la oligarquía colombiana ante la
reubicación de población trasladada para- estatal en el sector de El Cartucho,
la población de barrios circundantes manifiestan profundas protestas en clara
muestra de la agudización del conflicto social y de clases por la que atraviesa
la capital de los colombianos. La brutalidad policial no cesa y el asesinato por
golpiza contra el joven Nicolás, ajeno incluso a las marchas del primero de
mayo, colocan al Alcalde Lucho en el triste papel de otorgar con el silencio la
verdad sabida sobre una policía como la colombiana de amplio registro histórico
asesino.
La lucha armada vigente ante una fuerza política armada paraestatal
El proyecto de reinserción del paramilitarismo en Colombia no es que enrarezca
el panorama político del país. Identifica el maridaje para- estatal.
El poder del narcotráfico enseñoreado en El Palacio de Nariño, actúa sin
tapujos. La suerte de la reelección en los vericuetos leguleyos en que la
empantanaron sus propulsores deja paso al "realismo" político de la oligarquía,
que conocedores de la fuerza política que respalda sus intereses, apuesta a que
esta contenga un soporte armado de autodefensa.
Los intereses hitlerianos en Alemania en 1933 aplicaron la brutalidad del
partido de derecha y lograron en tres años lo que la oligarquía colombiana no ha
podido en décadas; solo que aquí los partidos tradicionales permearon con la
mafia narcotraficante y la detención de Alberto Santofimio como barón electorero
del reeleccionista Uribe enmarca dentro del proceso de aniquilamiento interno
por la que enrrumba el paramilitarismo en Colombia.
Pero la visión del Minifurher es unilateral, torpe y bizca al respecto. Podrá,
según su "realismo" continuar negando el crecendo del conflicto armado en
Colombia. Así las cosas, el cinismo de la oligarquía colombiana rayaría en
exigir que el movimiento popular y armado plantee la Alternativa.
Por más que la periodista Enferma Hernández no encuentre diferencias entre el
accionar del movimiento insurgente y la motosierra del paramilitar,
históricamente es vigente la opción armada por la conquista del poder hacia la
Nueva Colombia. Distinto a la guerra total, la oligarquía colombiana no tiene
alternativa diferente frente al escenario latinoamericano de hoy.
Están avisados.