Latinoamérica
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La izquierda y el gobierno Lula
Emir Sader
Outro Brasil
Por su incapacidad de formular una plataforma alternativa, de unirse y de
promover una gran movilización popular, los sectores de la izquierda críticos al
gobierno Lula –de adentro y afuera del PT- se han demostrado parte de la crisis
y no factores de su superación. Canalizan, en parte el descontento con las
políticas centrales del gobierno, pero no han conseguido transformarlo en
capacidad de movilización, ni en fuerza política. Tampoco han conseguido dar
origen a iniciativas que reubiquen las pautas centrales del debate además de la
polarización con los marcos del liberalismo hegemónico.
Excepciones son el MST y su capacidad de movilización popular por la reforma
agraria, que al mismo tiempo ha puesto en práctica su posición de "palo y
prosa", de conversaciones con el gobierno y movilización, de apoyo y crítica,
pero cuya actitud no has servido, hasta ahora, de referencia para los grupos
políticos de la izquierda. También excepción, apoyada por el MST, que puede
transformarse en iniciativa que ayude a re-localizar el eje de los debates que
le interesan prioritariamente a la izquierda, es la iniciativa de ley de
consulta popular, presentada entre otras unidades por la OAB, que establece el
derecho de consulta popular en cuestiones fundamentales para el destino del
país.
El proceso de elección directa interna en el PT surge como un nuevo momento para
retratar la situación de la izquierda -en este caso, de los sectores dentro del
PT- tanto para conocer sus propuestas, como su fuerza y su capacidad de
unificación interna. Solamente el hecho de haber presentado varios candidatos,
ya presagia una victoria tranquila de la dirección actual del PT, y una
reiteración de la incapacidad de construir fuerza por parte de la izquierda, con
las tendencias privilegiando y midiendo fuerza entre ellas antes que la unidad
en la lucha contra el eje del neoliberalismo, la política económica del
gobierno.
El PT y la izquierda
El PT ocupó, en el último cuarto de siglo, el lugar central en el campo de la
política de la izquierda. Desde el comienzo, ese protagonismo fue social y
político, en el sentido de que el partido nació directamente vinculado a los
movimientos sociales, había incluso la formulación de que era un "partido de los
movimientos sociales, como una especie de expresión política de las luchas
sociales, hasta porque había nacido directamente como expresión de las huelgas
de finales de los años 70 y de un nuevo sindicalismo emergente. Nacía como un
partido de oposición a la dictadura, con una base obrera clasista como uno de
sus ejes de apoyo. El propio sentido de fundación del partido –que al mismo
tiempo repudiaba la política tradicional- era el de dar a la política otro
sentido mediante una nueva relación entre lo social y lo político, entre las
bases y las direcciones.
Frente al carácter de centroizquierda del PMDB, del carácter centralizador del
PDT y de la expresión limitada de otras fuerzas de izquierda –PCB, PCdoB, MR-8-
además de las diferencias políticas, el PT surgía y se constituía en el
representante más importante de la izquierda. Sus posiciones, incluso si pocas
profundizadas, se identificaban con el anticapitalismo y el socialismo -y casi
siempre se agregaba el calificativo de "democrático"- para diferenciarse del
modelo soviético, aunque sin delimitarse claramente en relación a la
socialdemocracia.
Posteriormente, conforme el campo político fue teniendo su desdoblamiento en el
plano electoral, el PT pasó a consolidar esa identificación como partido más
importante de la izquierda en el nuevo período histórico. La presencia de Lula
como líder de masas, inmediatamente identificado con el PT, como su expresión
electoral, fortalecía ese mecanismo.
La elección presindencial de 1989, con el pasaje de Lula al segundo turno,
consagró ese lugar del PT y de Lula en particular, como centro del campo de la
izquierda. La plataforma de la campaña presidencial de 1994 –ética en la
política y prioridad de las políticas sociales- daba el tono y los límites de
ese protagonismo. La derrota –todavía más en las condiciones traumáticas de
haber sido favorito por primera vez y haber sido atropellado por el plan de
estabilización monetaria de FHC - marcan el momento de mayor inflexión del PT en
la dirección de buscar la gobernabilidad.
Sin embargo, el partido consolidó su lugar de fuerza hegemónica en la izquierda.
La propia alianza subordinada de Brizola en 1998, el apoyo sistemático del PCdoB
y el PSB, ayudaban esa posición. La proyección de Lula como candidato a la
presidencia, a través de las tres campañas presidenciales y el crecimiento mucho
más lento del PT, fueron creando una distancia entre el partido y el candidato,
formalizada por la existencia del Instituto de la Ciudadanía, que
institucionalizaba la autonomización de Lula en relación al PT.
La campaña de 2002 y el gobierno Lula representan, finalmente, un dilema
estratégico para la izquierda. Al mantener la política clave del gobierno FHC
–contra la cual el PT se había manifestado sistemáticamente- manteniendo también
su papel de eje del gobierno –definidor de los parámetros del gobierno y filtro
para todo lo que se haga- Lula no rompió con el modelo neoliberal y colocó para
la izquierda la cuestión de la relación a establecer con un gobierno de ese
tipo.
Las vías de la izquierda
Los grados de crítica que los varios sectores de izquierda hacen al gobierno
Lula, poseen en común la crítica al mantenimiento de la política económica. Sin
embargo, al revés de ser un factor de unidad de esos sectores, para una
plataforma alternativa común y de lucha unificada por ella- lo que se observa en
los dos planos en las fuerzas que salieron y en las que continúan en el PT, es
la división y la dispersión.
Tanto los que salieron o ya estaban afuera del PT –PSOL, PSTU, grupos que no se
afiliaron a ninguno de los dos- como los que están dentro del partido –las
varias tendencias, algunas de ellas con sectores internos, otras con grupos que
salieron de ellas- se caracterizan por los factores apuntados anteriormente. No
se presenta una alternativa de interpretación política –de la relación de
fuerzas nacional e internacional, con propuestas alternativas- que pueda antes
que nada, dar cuenta de lo que aconteció en el país, con el PT, el gobierno Lula
y con la izquierda en general.
Esto es esencial, para que se perciba que el profundo cambio regresivo en la
relación de fuerzas a escala mundial no dejó de alcanzar a América Latina y a
Brasil, incluidas sus izquierdas, afectadas de formas y grados diferentes, pero
modificando de forma significativa la relación de fuerzas en los planos
económico, social, político e ideológico. Si no se caería mecánicamente en las
interpretaciones sobre la "traición" de las direcciones políticas, argumento
frágil, que en última instancia, al incluir tantas fuerzas y dirigentes,
terminaría desembocando en tesis que –no por casualidad- vuelven a circular
sobre la corrupción del poder, la debilidad de la naturaleza humana ante el
poder, quedando apenas la posibilidad "foucaultiana" planteada por las ONGs, de
control externo del poder para minimizar los daños que eso causa.
Esa visión, subjetiva y fragmentada, es incapaz de comprender los grandes
movimientos históricos, desde su base material hasta llegar a sus proyecciones
ideológicas, pasando por las transformaciones de las clases y de las relaciones
entre ellas. Apoyándose en la capacidad de resistencia de los movimientos
sociales –en gran parte, en América Latina, movimientos de base rural que, como
en los casos de México y Brasil, son incapaces de cambiar el eje de la relación
de fuerzas en países cuyo poder tiene su eje en los centros urbanos- se buscó
subestimar el poder de la hegemonía neoliberal, cuando precisamente la
incapacidad de transformar esa fuerza de resistencia social en fuerza política,
resulta no apenas de las incapacidades de las direcciones políticas, sino de las
dificultades específicas que la hegemonía neoliberal coloca a la izquierda.
El texto de Perry Anderson de balance del neoliberalismo ("Pos-neoliberalismo";
Emir Sader y Pablo Gentili, Ed. Voces) y lo que él hace de comparación entre los
años 60 y la primera década de este siglo ("Afinidades electivas"; Emir Sader,
Ed. Boitempo) son análisis esenciales para dar cuenta del pasaje de un período
histórico a otro. Su lectura y debate continúan siendo condiciones de
comprensión del carácter del período histórico actual, incluida la situación
brasilera y las transformaciones que sufrió bajo la hegemonía liberal, primero
en la oposición a la dictadura, con predominio de la concepción democrático
liberal, después ya en el período pos-dictatorial, en que esa hegemonía se
extendió del plano político jurídico para el económico y/o ideológico, con las
políticas neoliberales y la ideología del consumo, del marketing, del
individualismo del "american way of life", inclusive en la política.
La izquierda tiene mucha dificultad para analizar los cambios regresivos en la
correlación de fuerzas. Exactamente en el momento de derrotas o de reveses, se
necesita balances autocríticos, que encuentren las debilidades y constaten la
nueva y real relación de fuerza, negativa en relación a lo que ella había sido.
Como se mueve también por el entusiasmo de la militancia, hay tendencia a
subestimar la regresión y el aumento de las dificultades, comenzando a
predominar la caracterización de "derrotista" a los que tienen divergencias. Se
mantienen los mismos objetivos políticos, incluso afirmando la "traición" de las
direcciones políticas, como si esta no representase, por sí solo, un golpe en la
fuerza de la izquierda.
Derrota y dispersión
La fragmentación es un elemento común entre los sectores dentro y fuera del PT.
La fundación del PSOL no consiguió, hasta ahora –y conforme pasa el tiempo, va
perdiendo la oportunidad de conseguirlo- catalizar el descontento de la mayoría
de los petistas. Ganó algunos sectores del PSTU, pero no consiguió atraer a
otros grupos. Uno de ellos, que abandonó el PT durante el Foro Social Mundial de
Porto Alegre, en enero de este año, ni siquiera se afilió al PSOL. La política
de desafiliación de la CUT, que tuvo en la desafiliación de ANDES su punto más
importante, revela la incapacidad de distinguir entre un aliado moderado a la
política económica del gobierno, de los enemigos, llevando así al aislamiento y
a la fragmentación todavía mayor de los sindicatos, cuando necesitan de más
fuerza y de más unidad. Se debilita la izquierda de la CUT y se procesa un
auto-aislamiento de los sindicatos que se desafilian, en una actitud equivocada
y suicida que lleva a esos sectores a debilitarse, pierden espacio y siguen la
lógica derrotista de la escisión grupuscular siempre acompañada del sectarismo,
analizada por Lenin como comportamientos de ultraizquierda.
El gran –y aparente único- proyecto del PSOL gira en torno de la candidatura de
Heloisa Helena a la presidencia en 2006, buscando rescatar las reivindicaciones
históricas del PT, en el intento de reagrupar el descontento dentro y fuera del
partido. Pero por el momento, la presencia política del partido en el plano
nacional es casi inexistente, tampoco se observa la construcción de una visión
política general y un proceso de construcción colectiva de la plataforma de la
candidatura, que pudiese movilizar a amplios sectores sociales. Incentivando la
desafiliación de la CUT, y promoviendo a sectores que pretenden ser alternativos
al MST en el campo, el PSOL tampoco ha demostrado capacidad de movilización
social, ni de presencia ideológica y política mediante publicaciones, seminarios
u otros tipos de eventos. Por lo pronto, el PSTU ocupa ese espacio, con una
política mucho más inteligente y más amplia, catalizando ese descontento, el
PSOL parece envejecer precozmente, esperando la campaña electoral del año que
viene, sin avanzar en la construcción de alternativas que superen el plano
electoral, en una extraña combinación de ultraizquierdismo y electoralismo.
Mientras tanto, como ya fue mencionado al inicio de este análisis, las
tendencias internas del PT, sin comprender la oportunidad que el momento
presenta para una gran unificación de las fuerzas en contra del eje del
neoliberalismo –la política económica del gobierno- se dividen y presentan por
lo menos cuatro candidaturas, cada una de ellas ligada a una tendencia o a un
conjunto de fuerzas internas, que afirman coincidir en esa oposición, pero que
prefieren medir fuerzas entre sí, como si restringiesen su universo a la lucha
por la hegemonía en la oposición a la dirección y no en la construcción de una
alternativa hegemónica a esa dirección.
El lanzamiento de candidaturas por la Articulación de Izquierda y por la DS, ya
marcó ese objetivo de competencia entre esas tendencias, en lugar de unificar su
lucha contra el neoliberalismo. Gramsci ya había advertido contra el riesgo
sectario de escribir la historia de los partidos como aquella de sus escenarios
internos, sin dar cuenta de la real relación de fuerzas, que se da en el
conjunto de la sociedad, que es el espacio de construcción de alternativas y de
disputa hegemónica. Las otras tendencias o sectores acompañan esa postura,
lanzando sus candidatos y facilitando la victoria de la dirección del PT,
paradójicamente cuando se constata un descontento cada vez mayor en la
militancia petista. Termina contribuyéndo a la anestesia del PT como partido, lo
que facilita a su vez, la autonomización del gobierno y de Lula ante el partido.
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Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa