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¿El agua continuará en manos de privados?
Virginia Matos
Integrantes del gobierno uruguayo de izquierda anunciaron que anularán apenas
una de las 11 concesiones a empresas privadas que operan la distribución de agua
potable y saneamiento. Se desconocería de esa manera el resultado de un
plebiscito que determinó que sólo el Estado puede prestar esos servicios.
El 31 de octubre último, el mismo día en que se consagró el triunfo de la
izquierda en las elecciones parlamentarias y presidenciales, 64 por ciento de
los uruguayos aprobaron una reforma constitucional que obliga a estatizar los
servicios de agua y saneamiento. Sin embargo, poco después de esa decisión
popular, comenzaron las polémicas en cuanto al alcance de la reforma, incluso en
el seno de quienes promovieron la iniciativa.
La incertidumbre respecto a lo que haría la coalición Encuentro
Progresista-FrenteAmplio-Nueva Mayoría (EP-FA-NM), que asumió el poder el 1º de
marzo, surgió poco antes de las elecciones, cuando, luego de viajar a España y
entrevistarse con los directivos de empresas que tienen inversiones en Uruguay
entre ellas Aguas de Bilbao el entonces candidato de izquierda y ahora
presidente Tabaré Vázquez anunció que los contratos asumidos por el gobierno
saliente serían respetados.
El anuncio generó inquietud entre los impulsores de la reforma constitucional,
una comisión integrada por organizaciones sociales, no gubernamentales, gremios
y partidos políticos, entre ellos el EP-FA-NM. En aquel momento sorprendió que
después de meses de adhesión explícita a la reforma que incluyó la
participación de un delegado de la coalición de izquierda en la mencionada
comisión el candidato izquierdista adelantara que, de aprobarse, la norma no
sería aplicada de manera retroactiva.
En la comisión pro referéndum, llamada "En Defensa del Agua y de la Vida",
prevalecía en cambio la opinión de que la reforma constitucional determinaba la
anulación de los contratos vigentes. Antes de las elecciones, varias figuras
políticas relevantes de la coalición de izquierda algunas de las cuales hoy son
ministros o legisladores se manifestaron en el mismo sentido. Máxime,
precisaron, cuando en el texto constitucional se establece cómo se reparará a
las empresas privadas concesionarias por la entrada en vigencia de la reforma.
Esa interpretación fue incluso defendida por directivos de algunas de las
compañías involucradas, que ya pretendían, cierto es, retirarse del mercado
uruguayo y aprovechaban para reclamar al Estado una indemnización por el cese de
la concesión. Prestigiosos abogados constitucionalistas se dividieron igualmente
entre quienes estiman que no hay dudas respecto a que las concesiones deben
cesar y quienes consideran que la obligatoriedad de que los servicios sean
prestados únicamente por entidades públicas no afecta a los contratos firmados
antes del 31 de octubre.
Esta última interpretación es la que el gobierno determinó aplicar en los
últimos días. La única rescisión que se pretenderá llevar a cabo, y sin
indemnización, concierne al contrato firmado con la empresa Uragua, pero no por
la aplicación de la reforma constitucional sino por incumplimientos
contractuales de la firma.
El flamante vicepresidente del ente estatal del agua Obras Sanitarias del Estado
(OSE), Fernando Nopitsch, y el subsecretario del Ministerio de Vivienda,
Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, Jaime Igorra, declararon la semana
pasada que salvo el caso excepcional de Uragua la voluntad del gobierno es
mantener las concesiones. El todopoderoso ministro de Economía, Danilo Astori,
se ha manifestado en el mismo sentido, aduciendo que el gobierno de izquierda
debe dar certezas a las empresas que respeten sus obligaciones de que sus
inversiones serán protegidas.
El presidente Tabaré Vázquez todavía no se ha pronunciado explícitamente sobre
el asunto, por lo cual los integrantes de la Comisión en Defensa del Agua y de
la Vida mantienen aún tenues esperanzas de que sea respetado el espíritu de la
reforma constitucional aprobada. La semana pasada, medios de prensa uruguayos
informaron que, para salir del (mal) paso, el gobierno estudiaba una "solución"
que podía pasar por la elaboración de un proyecto de ley interpretativo que
despejara las "confusiones" existentes estableciendo qué empresas podrían seguir
operando estos servicios y cuáles no.
En noviembre de 2004, la Mesa Política del hoy gobernante Frente Amplio resolvió
no acompañar una ley de ese tipo promovida por el centroderechista Partido
Nacional, mientras la comisión promotora de la reforma alertó a la población
"ante la posibilidad de la aprobación de una ley interpretativa que contradiga
el pronunciamiento de la ciudadanía". Pero esta semana, el propio Igorra
desmintió que se vaya a elaborar una ley interpretativa y confirmó que sólo
caerá Uragua.
Más allá de la claridad u oscuridad de la norma, "lo que sí es claro es que el
pueblo uruguayo votó con la intención de que desde el momento de la aprobación
de la reforma se suspendiera la gestión privada", declaró esta semana Adriana
Marquisio, integrante de la comisión y dirigente del sindicato de OSE. El gremio
del ente estatal del agua advirtió que aplicará diversas medidas para hacer
cumplir la "decisión soberana", entre ellas solicitar la intervención de la
Suprema Corte de Justicia si el gobierno no cesa todas las concesiones privadas
del servicio.