Latinoamérica
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Fox debe reaccionar realistamente ante la marcha
Julio Pomar
Como era de esperarse, López Obrador aprovechó con creces la ocasión de la
Marcha del Silencio del domingo 24. Hace muchos años --o quizá nunca antes-- no
se registraba en México una concentración popular tan numerosa y trascendente
que tuviera por objeto objetivos estrictamente políticos. Que además demandase
la vigencia de la democracia mediante el voto libre. Y que por todo ello, se
asumiera como electoral. Ya pueden los detractores y adversarios del Peje
apostrofarlo, llenos de rabia un tanto irracional, y acusarlo a él y a sus
colaboradores de haber montado un 'acarreo' de gente sin precedentes, pero nadie
se tragará esta última especie dado que la nutrida concentración popular
coincidió con las percepciones, y hasta las rebasó, de las reiteradísimas
encuestas de preferencia hacia López Obrador en contraste con los demás posibles
precandidatos a contender en el 2006. El hecho es indubitable: el político
tabasqueño se ha sabido sobreponer a todos los infortunios y adversidades que
sus enemigos le han creado desde hace un año. Y sigue al alza. Le han tirado a
matar y él sigue avanzando.
Reconocer los hechos de la realidad es condición inexcusable para estar con los
pies en la tierra, para no equivocarse, y esto vale tanto para los políticos
como para los periodistas. 'El mundo, como es', decía el General De Gaulle, ese
terco y absoluto realista de la guerra, la política y la historia. No le quita
nada a nadie reconocer la realidad, aunque sea adversa a quien la vive o la
observa. Otra cosa es que la acepte para siempre y ya desista de cambiarla o que
ella le moleste, irrite o provoque profunda urticaria y por lo tanto no la
desee. Pero lo primero es aceptarla. Todo lo cual significa que quienes
apostaron --por la razón que fuese-- a que con el desafuero del Peje, éste se
acabaría diluyendo, incluso en el lapso de sólo un par de cortos meses, es que
no calcularon bien las cosas, le quisieron imponer a la realidad una verdad que
ésta estaba muy lejos de abrigar; suplantaron con su deseo a la verdad
verdadera. Le hicieron como los aztecas cuando se vieron perdidos en la batalla
por Tenochtitlan ante españoles y tlaxcaltecas coaligados, quienes sitiaban la
ciudad a sangre y fuego: vistieron los aztecas a uno de sus guerreros como su
dios de la guerra, Huitzilopochtli, para ver si invocándolo así podían vencer a
sus atacantes. Inútil fue el empeño, como sabemos. No en balde --lo hemos dicho
ya otras ocasiones en este mismo espacio-- los griegos decían que los dioses
ciegan a quienes quieren perder.
Pero tenemos enfrente diversas conclusiones, que serán temporales pues las cosas
están en una marcha acelerada. Primero, de la Marcha del Silencio surgió la
imagen nítida del gran apoyo popular a López Obrador, que fue sólo una muestra
del que seguramente tiene en todo el país, no sólo en la capital; o sea, es
presumible que esta fue sólo la punta del iceberg. Segundo, el desafuero es
repudiado a fondo por un amplísimo sector de la sociedad, quizás en este momento
el más activo, cuyo movimiento puede llegar a provocar un repudio aún mayor.
Tercero, que la gente que acudió dejó nítida la imagen de que no quiere ya nunca
más ser tratada como menor de edad, a la cual le deban escoger por quién votar o
por quién NO votar, caso el segundo en que sus adversarios quisieron encasillar
a AMLO. Cuarto, que muchos mexicanos que acaso no pensaran en votar por López
Obrador, después del desafuero y tras las maniobras tramposas de la PGR y el
panismo, ahora lo harán por el tabasqueño. Quinto, que AMLO se ha mantenido en
sus cabales en eso de pedir a sus seguidores no hacer nada que huela a
provocación ante sus enemigos, lo cual está siendo cumplido. Sexto, que la
resistencia civil pacífica que anunció AMLO está en proceso y es, efectivamente,
pacífica. Séptimo, que López Obrador no llegó al Zócalo a urdir provocaciones,
con su mesurado aunque firme discurso, sino a pedir que se detenga el encono,
que él sabrá responder en el mismo nivel. Finalmente, que los obradoristas y
perredistas se están anticipando, triunfalistas, a cantar una victoria que aún
tienen muy, pero muy lejana.
Esos son los hechos centrales del repudio al abuso del poder que escenificaron
el domingo en el Zócalo el millón de mexicanos asistentes y López Obrador. El
gobierno de Fox no debe escamotear más la realidad de las cosas. Debe ir a la
humildad cristiana verdadera y acceder al camino de un entendimiento, que,
efectivamente, no será indoloro por la pasión que él mismo y su esposa, así como
el Yunque, le han puesto al asunto. Más vale un arreglo con la vergüenza a
cuestas de un presidente en turno, que la ruptura total de la gobernabilidad
nacional. Pues está visto que ni la iglesia católica ni el ejército están
inmunizados contra la lucha por el derecho de los mexicanos a votar libremente,
con total autodeterminación.