Latinoamérica
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La venta del gas, la soberanía en peligro, la xenofobia de las clases pudientes ¿Financiado y alimentado por quiénes? ¿Una nueva amenaza en perspectiva?
¿Asesinato de una nación?
Fernando Quirós
Rebelión
Probablemente estemos asistiendo ya, al preludio de una guerra civil fratricida
que provocaría la muerte del país. Y esto comporta gravedad. Lo que hasta ahora
fue una agonía más o menos encubierta por los poderes del Estado; de un tiempo a
esta parte, se acelera brutalmente la destrucción de lo poco que nos queda de
soberanía nacional.
En los últimos meses se extendió la arremetida ultra-conservadora de los
privilegiados del país. La embestida de las transnacionales de petróleo y del
gas no se dejó esperar. En las ciudades de Santa Cruz y El Alto, el alza de los
carburantes decretada en diciembre pasado por el gobierno de Mesa, provocó olas
de protesta generalizada. La indignación bien fundada, por cierto, fue
rápidamente aprovechada por las elites de Santa Cruz. En lugar de exigir la
derogación inmediata de éste decreto leonino, revindicaron "autonomía cruceña",
que en lenguaje claro quería significar secesión de Santa Cruz del resto del
país.
Mientras tanto, en una coyuntura inquietante, alianzas y disputas hegemónicas se
entretejen sordamente entre grupos de poder económicos, nacionales y regionales
para desestabilizar el país. El desmesurado interés por apropiarse de las
riquezas naturales es tan grande, que el contubernio que se organiza tiene
características de conspiración. La propaganda rinde sus frutos. Programas
televisivos de inspiración fascista concebidos en los EE.UU. machacan la
conciencia ciudadana. Estas campañas de alienación, buscan lo esencial:
formatear los cerebros del pueblo boliviano, así la ofensiva ultraliberal podrá
tener mayor eficacia.
El desastre económico y cultural de muchas regiones del país son hechos
dramáticos irreversibles, nos muestra el papel destructor de los medios de
producción y de comunicación en manos de los poderosos. La incapacidad del
gobierno para crear mecanismos de control, es prueba clara de su negligencia.
Según informes oficiales del Ministerio de Finanzas las compañías petroleras se
dedican al contrabando de carburantes. Desde hace 5 años atrás, no pagan o nunca
pagaron impuestos al Estado boliviano, esto a vista y paciencia de quienes
correspondería exigirla.
Al mismo tiempo, las argumentaciones ambivalentes de los directivos del Comité
Pro Santa Cruz y Tarija, dejan entrever designios separatistas bajo el epígrafe
hipócrita de la palabra "autonomía". La connivencia con sectores neo-nazis de la
mal llamada "Nación Camba" y las castas dominantes de Santa Cruz adquiere
dimensiones de complot, todos ellos escarban rencores gratuitos para atizar la
discriminación y la xenofobia entre bolivianos.
Se abren espacios de proselitismo reaccionario, intentan vender una ideología de
usura; utilizan todos los recursos "técnicos" a fin de engatusar a incautos. Los
medios audiovisuales patrocinados por ciertas sectas religiosas y empresarios
privados, inculcan en la conciencia colectiva la superioridad "blanca" como
prototipo racial, en un país donde paradójicamente solo existen morenos. Los
concursos de belleza son caricaturas torpes que se ajustan invariablemente a
patrones gringos de belleza. Se desdeña sistemáticamente a las mujeres del país.
Solo dudosas rubias platinadas u oxigenadas entran a las bufonadas.
Los ultrajes de contenido racista contra el pueblo boliviano son el pan de cada
día. En un país donde casi todos tienen ascendencia indígena, "cambas" y
"collas" confundidos, los discursos retrógrados publicados por la prensa
reaccionaria llenan páginas enteras. Esta propaganda que proviene de círculos
los más obcecados del mundo occidental y nacional, es el alimento diario que se
mastica hasta el cansancio para quebrantar la resistencia del pueblo boliviano.
El afán de liquidar en dos zancadas a todo un pueblo, se acomoda perfectamente a
la ideología de los dominadores del siglo XXI. El lucro determina el tipo de
sociedad que merece beneficiarse de las migajas que dejan los Dueños del Mundo.
La sociedad que no corresponda al perfil concebido por planificadores de alto
vuelo en asuntos de mercadotecnia, debe desaparecer. La doctrina
ultra-liberalista, por lo que va de Bolivia, en este momento acomete contra todo
aquello que represente diversidad, contra todo aquello que implique oposición al
saqueo de riquezas, contra todo aquello que encarne respeto por el hombre y el
medio ambiente.
La tarea prioritaria de los que ven el mundo cuadrado — tal como si fuera una
simple mercancía —, es la de acelerar la destrucción de sociedades heterogéneas,
ricas en sabiduría, valiosas en experiencia pero que incomodan terriblemente al
abrumado mundillo planetario de negocios y comisiones. En otras palabras, el
propósito fundamental de los que acaparan el mundo, es la de remplazarla por
otra: postiza, dependiente, uniforme, manipulable, sumisa, corrompible a las
componendas y señuelos pecuniarios.
La entrega concreta del país ya se ha iniciado. La oligarquía cruceña levanta
banderas separatistas y acude a los medios de comunicación para tergiversar la
realidad histórica de Santa Cruz. Aquellos "guardianes de la cruceñidad" de
origen europeo, esencialmente racistas, no llegan ni siquiera al 0.5% de la
población, sin embargo, se autoproclaman "genuinos representantes" sin que nadie
los haya elegido en elecciones democráticas.
Desde hace dos años atrás, diplomáticos, economistas, consejeros, expertos,
empleados, informadores de firmas estadounidenses y españolas, llegan al país en
inusitado ajetreo, motivados por el brillo del dinero que les ofrecerá a
raudales el gas descubierto en la región del Chaco, considerado como los más
importantes de toda América. El interés por explotar estos yacimientos es
enorme. Gigantescas compañías transnacionales ponen al país al borde del
precipicio. Este descubrimiento debería producir alegría en los hogares
bolivianos, pero como era de esperar, — exactamente como en el pasado con el
descubrimiento de riquezas minerales — se torna en pesadilla.
Poseer riquezas naturales, hoy en día, es una cruel adversidad porque amenazan
las estructuras económicas, sociales y culturales de los pueblos. La codicia de
EE.UU. es ejemplo claro de lo que pasa en el mundo, basta mencionar a Irak que
fue destruido en un abrir y cerrar de ojos con el argumento inverosímil de
instalar "paz y democracia". La economía local fue paralizada. El terror, los
crímenes y el odio provocado por los agresores hoy se campean impunemente. Las
esperanzas de mejores días de aquel pueblo mártir se esfuman.
Criminales modernos de cuello blanco y corbata, en una cadena macabra de
consignas, tienen el propósito de fundir al país, pretenden romper la base
social y cultural que aún queda en pie, después de la noche trágica del
colonialismo. Las polémicas contradictorias sobre el gas son fabricadas por
consejeros en comunicación venidos del Norte. Acuerdan por adelantado enemistar,
dividir a las regiones y a sus pobladores según sus proyectos. Elaboran
estrategias de vocabulario ideadas por expertos en lingüística y propaganda
comercial para confundir a los ciudadanos. Suministran argumentos y conceptos
para que todos debatan en torno a reglas que ellos mismos crean. Urden tácticas
y maniobras para demoler a los que incomodan. Instalan una atmósfera de
desconfianza para sacar ventajas. En fin, la eficiencia empresarial, la
competencia profesional, la mentira organizada y la persuasión bien estructurada
al servicio de los dominadores se aplican para destruir a toda una sociedad.
Mientras las transnacionales confabulan, los argumentos del "desarrollo
boliviano" llenan los discursos oficiales, pero ya no doran la píldora a nadie.
El pueblo conoce de sobra el siniestro significado de la palabra "desarrollo".
En diferentes épocas de la infausta historia boliviana, trajo dolor, luto y
miseria. Solo sirvió para alimentar la dominación colonialista, en la que
murieron 8 millones de indígenas durante siglos de trabajo forzado en las minas
de plata de Potosí. Basta dar una vuelta por las regiones saqueadas para darse
cuenta de la infamia.
Las minas de Potosí y Oruro son testimonios visibles del desvalijamiento de
nuestros recursos naturales. Una vez que se agotaron sus riquezas, en los años
80 más de 70.000 trabajadores mineros con sus familias fueron arrojados al
Chapare en la más completa miseria; hoy estos mismos mineros reconvertidos en
campesinos cocaleros nuevamente cargan las consecuencias de la política de
agresión de los EE.UU. En este momento, Santa Cruz y Tarija están en la mira de
los asaltantes del mundo. Las consecuencias se tornarán funestas si no se toma
partido en la defensa de los recursos del gas que pertenecen a los bolivianos, —
caso contrario —, se repetirá el mismo sombrío circuito de agresión que el país
sufrió en el pasado; añadiendo otros componentes perversos como la desaparición
pura y simple del país.
Seamos honestos: hasta ahora el pueblo boliviano ha vivido bajo una economía
clandestina, independiente de los delirios progresistas de los representantes
del Estado y las burguesías locales, fuera del alcance de un estrambótico
desarrollo que aniquiló y dejó en la miseria a decenas de miles de bolivianos.
Esta economía arrinconada, ha servido para solucionar en cierta medida, el
hambre provocada por los modernizadores de pacotilla.
Pese a los esfuerzos suicidas del Estado para hacerla desaparecer, el circuito
económico de la agricultura "tradicional" sin intermediarios, fue siempre una
realidad palpable e inédita. La "economía campesina" modelada por la tradición
ancestral, está presente en todas partes de Bolivia, es una evidencia
indiscutible. Su magnitud y originalidad proviene de las estructuras
socioeconómicas, basadas en la solidaridad, la reciprocidad y el trabajo
comunitario de la tierra. La producción, la distribución y el consumo en la
mayor parte de las regiones del país, están aseguradas gracias a este equilibrio
único en el continente americano. Los campesinos bolivianos desde hace siglos
han cimentado apropiadamente, una organización recurrente de producción y de
administración, inversamente a la postura oficial por desarrollar la llamada
"nueva economía de mercado" sustentada en la injusticia y la desigualdad. Los
gobiernos bolivianos — dictaduras y "democracias" involucradas — no obstante
estas contribuciones "caídas del cielo", siempre la combatieron duramente. Este
aporte generoso y original a la economía nacional es el fundamento económico y
social del país.
A pesar de la proverbial oposición de los responsables del Estado por estimular
la agricultura comunitaria, ésta "economía subterránea y escondida" ha limitado,
en tiempos de crisis, las fluctuaciones inflacionarias de productos
alimenticios; en tiempos normales, ha auxiliado a la población de escasos
recursos económicos con suministros de calidad a precios accesibles y, sobre
todo, ha contribuido de manera determinante a evitar la hambruna.
En estas condiciones absurdas y aberrantes de parte del poder central y de las
clases dominantes, — pese a todo — fue y es una repuesta formidable a la crisis
económica originada por la mundialización. Esta economía relegada, ha permitido
dar un permanente respiro a la gente empobrecida, huérfana de la protección de
las instituciones del Estado; y desde el punto de vista dinámico, ha servido
siempre como catalizador de las actividades económicas. El fin de ésta
estructura económica milenaria, ocasionaría consecuencias incalculables para el
país.
Los campesinos "cambas" y "collas" en la hora actual, juegan un papel
determinante en la defensa de la soberanía nacional. La tierra en manos de los
campesinos es la sola alternativa realista para alimentar y desarrollar el país.
El progreso auténtico se hará sobre ésta base. O no se hará. El pueblo boliviano
no se beneficiará de las riquezas que explotan las transnacionales. Los recursos
no renovables, solo son negocios de los poderosos y de las clases pudientes. La
historia boliviana de agresiones y saqueos lo testimonia.