Latinoamérica
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El Congreso, la nueva trinchera de Lucía Topolansky, del MLN
En la lucha armada tuvimos aciertos y errores, admite
Stella Calloni
La Jornada
Para Lucía Topolansky, del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN),
se hacen largas las horas de espera para el 1º de marzo, en la chacrita -el
pequeño rancho- donde vive con José Mujica, su compañero de toda la vida,
dirigente histórico del mismo movimiento guerrillero.
Ella fue diputada electa por mayoría en el departamento de Montevideo en las
elecciones de octubre, y su compañero presidente del nuevo Senado, aunque el
martes se alejará del Parlamento pues fue designado ministro de Agricultura y
Ganadería.
Un equipo de televisión brasileña y La Jornada se acercan al ranchito en que
ambos viven, en una casa muy humilde, desde que salieron de la cárcel en 1983.
Ellos cultivan, siembran flores, verduras, maíz, y enseñan a otras familias las
técnicas de esta sobrevivencia. "Como no tenemos hijos, cuando ya no estemos
esto será del movimiento y de los que estén aquí trabajando la tierra con
nosotros", explica Lucía.
Sobre la llegada al gobierno, confiesa: "El que diga que lo había previsto
miente. Llegar al gobierno de esta manera era inimaginable para nosotros cuando
elegimos el camino de la lucha armada. No nos planteábamos esta vía (...)
Nosotros elegimos otro camino en momentos en que en el continente existían
varios movimientos de liberación (...) Tuvimos aciertos y errores que asumimos
responsablemente".
Los "Mujicas", como les dicen sus vecinos, llevan una vida dura como todos los
que trabajan la tierra. Nadie podría creer que esta mujer de rostro dulce,
cabellos blancos e inquietos ojos azules, que habla de sembradíos, transgénicos
y vacas, sea la senadora Topolnasky, un símbolo del nuevo Uruguay que se viene.
En aquellos años de la guerrilla "nos enfrentamos a un ejército profesional,
fuimos a la cárcel, nos fugamos, volvimos a prisión". En la cárcel, recuerda,
"trabajamos mucho para que nadie de los nuestros se pasara a los verdes, porque
aquí la dictadura trabajaba, no tanto por las desapariciones como lo hicieron
los argentinos, sino por otra metodología para destruir moralmente a compañeros.
Así que nuestro trabajo era impedir que compañeras más debilitadas o que habían
tenido alguna flaqueza fueran ganadas por ellos (...) Cantábamos, hacíamos
teatro, estábamos activas en forma permanente para superar todo (...) hasta
acumulamos recuerdos jocosos".
Topolansky no cree en "eso de las cuotas femeninas", porque "creemos que los
derechos se ganan luchando y nuestro Movimiento de Participación Popular tiene
la mayor cantidad de mujeres que ganaron su lugar", dice orgullosamente.
Esta ex estudiante de arquitectura cree en cambio en las unidades familiares de
trabajo, en que la lucha por la tierra sigue, cuando las sociedades anónimas se
han ido apoderando de más y más pedazos de tierra. Piensa que los objetivos de
aquellos años de guerrilla, que luego se convirtieron en lucha política al
regreso de la democracia, siguen siendo los mismos.
"Antes había dueños con nombres y caras visibles, ahora no sabemos de quién son
las tierras, pero sabemos que hay miles de uruguayos para trabajarlas y que la
solución de muchos problemas del país tienen que ver con la tierra", considera.
Antes se planteaba la lucha de liberación nacional y ahora eso "es un objetivo,
por otros medios, con otras líneas, y cada vez más se entiende que llegó el
tiempo para una sociedad más justa".
Sobrevolando Uruguay se ve un país surcado de ríos, del intenso verde de una
tierra rica y productiva, y Lucía sabe que pese a esto hay miles que apenas
tienen qué comer. El Congreso será ahora el lugar desde donde peleará por lo que
siempre consideró que es justo.