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El país que recibe la izquierda Uruguaya
Luis Enrique González
Prensa Latina
La euforia por el triunfo de la izquierda es hoy una realidad en Uruguay, en
especial por la toma de posesión dentro de unas horas de Tabaré Vázquez, pero
sin esconder las profundas preocupaciones por el caos en el cual recibe el país.
El ascenso de la coalición Encuentro Progresista-Frente Amplio constituye un
momento histórico al recibir el respaldo de más del 50 por ciento de los
ciudadanos que acudieron a las urnas en los comicios del 31 de octubre último,
quienes desde mañana se encargarán de pedir cuentas al nuevo presidente.
Pero en realidad apenas la mitad de esos votantes se autodeclara partidario de
la izquierda. El resto castigó a las organizaciones tradicionales.
Según el dirigente tupamaro y actual líder del Senado, José Mujica, hasta el
mandatario saliente, Jorge Batlle, dio una mano, por el mal gobierno ejercido
por colorados y nacionales en los más de 170 años de hegemonía de derecha.
Vázquez asume la primera magistratura con la gran interrogante sobre si su
gabinete podrá responder a las demandas de unos habitantes esperanzados en el
cambio hacia una mejor nación, como prometió la campaña de la izquierda.
La crisis económica de 2002 fue letal para la derecha y de hecho costo la
presidencia a los partidos tradicionales, mientras casi deja atadas las manos a
la izquierda en ascenso, que debe encontrar las fórmulas de la salvación
nacional.
Para tener una visión del efecto de la crisis se debe mirar el desmoronamiento
del Partido Colorado, que en unos años paso del 40 por ciento del apoyo popular
a un escaso 10 por ciento.
Las consecuencias del neoliberalismo se dejan ver en la recesión iniciada en
Uruguay en 1999. Tres años después la fuga de capitales alcanzó el 46 por ciento
de los depósitos en dólares, con un costo para las entidades financieras de unos
dos mil millones de dólares, el 11 por ciento del producto interno bruto.
El desempleo creció al 20 por ciento y la población por debajo del índice de
pobreza alcanzó casi un 1.600.000, aproximadamente la mitad de todos los
habitantes de este país.
La herencia del gobierno de coalición es mucho mayor después de un período en el
cual se deterioraron las principales variables macroeconómicas, con caídas de
las importaciones en un 37 por ciento, de las ventas al exterior (19,8) y de la
inversión (50), mientras la inflación superó el 37 por ciento.
Un gobierno que nada tuvo que ver recibe una deuda pública de 13.428 millones de
dólares y los compromisos de pago de los próximos 30 años ascienden a 19.511
millones.
El gabinete de Vázquez está obligado a egresar durante el lustro de mandato por
concepto de pago de amortización 6.552 millones, al margen de los intereses para
el mismo período, de dos mil millones de dólares.
Ante estas y otras cifras, el gobierno de izquierda tiene muy poco margen de
maniobra con el reto de satisfacer el programa de intentar acabar con la
indigencia.
Tiene el dilema de procurar cumplir sus promesas proselitistas y enfrentar las
presiones del pago de la deuda por las instituciones financieras y de la nueva
oposición, que desde ya estará empeñada en regresar al poder.