Latinoamérica
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Gladys Marín, Te digo Adiós.
No es el desgarro de noche carreteada. Ni la pena de la carta despedida. Es que tu amiga mía Gladys Marín te vas antes que yo. Se aprieta la garganta y me hago trizas el corazón. Y no se si llorarme la noche entera con copas y cigarro, mientras recuerdo tu sonrisa y lo que hablamos tantas veces.....y lo que no alcanzamos a decirnos.
Te digo Adiós, en este bolero mal bailado que nos toco. Al que tu le cambiaste la letra y pusiste sabor más intenso de pueblo que piensa se rebela y ama.
No me quedo huérfano. En las filas explotadas de mi clase, estamos los que acogimos tu mirar y la palabra altiva de tu hablante desde los pobres, marginados, los que bajan a la noche del huerto en la más absoluta soledad bíblica. Nadie ni Dios parece suspirar por ellos. Solo el verbo encendido tuyo Gladys.
Es cierto que estas son horas tristes. Todas las preguntas de la existencia, que no alcanzaste a formular, hoy me azotan, llamándote. Pero no tengo respuestas. A ti te construyo el dolor, el clandestinaje, la mano desconocida del que ampara al que huye, y no pregunta nada y lo entrega todo.
Me hiciste Gladys aprendiz de hombre. Enfilaste los pasos que desviaron otros, hacia el hombre, para hacerme hombre.
Te digo adiós. Un estremecimiento me deja desvalido, como si estuviera solo en una calle chillaneja, contemplando los adoquines, mientras se marcha quien amo.
Te vas primero - de los que lloramos tu partida- y no quiero verte en tu mortaja, pasaporte de los hombres, para enviarte al universo. No quiero que nadie por tu rostro, recuérdeme que la muerte esta agazapada como un dictador vestido de civil, esperando por otros tan imprescindibles como tu.
Te quiero Gladys. Te amo mas allá de este tiempo y de este espacio que compartimos, donde la complicidad nos hermano. La pregunta curiosa fue susurro. La apurada agenda vistió mis pasos y te seguí sin preguntar mucho.
Quisiera despertarte, con alguno de mis cuentos nochero, amoroso sexual, clandestino.
Levántate mujer, espérame como la ultima vez cerca del metro, para reírnos, comer empanadas, dibujar el mapa de lo que seria la lucha del día que viene y del que ha de venir.
Deja que mi furia remezca a Dios. Que lo maldiga. Que me eche a sus pies, doloroso, cansado. No digas que no. El no entiende si no es con suplica.
Quiero tenerte para que la huerfania de mi clase, no la sigan azotando tantos dolores.
Gladys pequeña
Perdóname si en esta hora lloro. Levántame como el día que solos, dijiste ante mi llanto colibrí macho, que “ ahora todo empieza” “ Hay que empezar de nuevo” era el día de nuestra derrota electoral camino a la Moneda.
Te digo Adiós compañera. Un beso, el resto desde el silencio donde estés, lee en mi corazón cuanto te amo.
Hasta pronto Gladys Marín.
Carlos Ernesto Sánchez.