Latinoamérica
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Crónica de una diputada española, miembro de la Comisión de Verificación de Vulneración de Derechos Humanos en Colombia, tras visitar Magdalena Medio, Urabá y Arauca
En las zonas calientes del conflicto colombiano
Isaura Navarro
Gravemente preocupadas por la violación constante y sistemática de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario en Colombia, un grupo de organizaciones no gubernamentales de Valencia integradas en la Coordinación Valenciana de Solidaridad con Colombia (CEDSALA, CEAR, OSPAAAL, Colectivo Sur-Cacarica, SODEPAZ-PV y CEPS) organizó del 10 al 25 de enero pasado una Comisión de Verificación del respeto a los derechos humanos en tres de las zonas más conflictivas del país: Magdalena Medio, Urabá y Arauca, además de Bogotá y Medellín, a fin de conocer directamente la situación de las víctimas del conflicto y transmitir sus demandas a las autoridades colombianas, al gobierno y parlamento español y a los organismos internacionales que trabajan en la defensa de los derechos humanos
Nunca ha sido fácil ser líder social, activista o simplemente de
izquierdas en Colombia, pero desde que Uribe dirige el país la visibilizacion de
la situación colombiana es cada día mas borrosa, con la inestimable ayuda de los
medios de comunicación. De este modo, representantes de distintas ONG
valencianas y diputados de EU decidimos ir a Colombia a conocer de primera mano
su realidad. Recordemos que España es el segundo país inversor en Colombia.
En primer lugar, nuestro país no debería apoyar a un país acusado y condenado
una y otra vez por vulneración de los derechos humanos. Las propias ONG
colombianas nos han trasmitido su preocupación respecto al dinero que España
destina a la cooperación con Colombia, pues si éste no va acompañado de un
seguimiento y control acaba en manos de los paramilitares, siendo utilizado para
su causa, que incluye la persecución de los activistas de izquierdas.
No es fácil colaborar con Colombia, no es fácil saber dónde está el camino desde
el exterior, pero hay una máxima que se dice allá y hemos de tener presente: el
conflicto colombiano es complejo, pero no confuso; esto es, a la hora de
cooperar hemos de saber con quién lo hacemos y dónde va a ir destinada esa
ayuda.
Una de las denuncias más recurrentes recae sobre la política de detenciones
masivas, que al carecer de justificación alguna finalizan con la puesta en
libertad al cabo de algunos meses, a no ser que decidan acusarte de relaciones
con la insurgencia (muy frecuente cuando se trata de líderes sociales). En ese
caso, nadie sabe el tiempo que se durará en prisión, como es el caso de Luz
Perly Cordoba, responsable de derechos humanos de la Federación Nacional
Sindical Uniatria Agropecuaria Fensuagro-Cut, detenida el 18 de febrero de 2004,
hace ya un año. Colombia también cuenta con líderes que después de ser
excarcelados han sido asesinados. El delito de rebelión se identifica con el
derecho a pensar diferente. Sin embargo, el gobierno mantiene que en Colombia no
existen los presos políticos, sino presos terroristas. incluso llegaron a
pedirle al Comité de Solidaridad con los Presos Políticos que cambiara su
nombre. Su presidenta, Yolanda Amaya, estuvo detenida durante 30 meses,
actualmente se encuentra de nuevo amenazada.
Una Fiscalía subjetiva
La Fiscalía centra su actividad en perseguir a los líderes sociales y
sindicales, judicializando sus acciones en vez de protegerles. Este hecho se
suma a la falta de independencia del poder judicial y la militarización de la
mayoría de los casos (justicia penal militar) con la consiguiente absolución por
tratarse de casos ocurridos en acto de servicio, alcanzando la impunidad la
cifra de 97,7 %.
Mientras, el gobierno habla de reducción del número de asesinatos; las
organizaciones sociales también nos alertan del número de desaparecidos. Se nos
alerta sobre el cambio de mecanismo para asesinar: se utilizan armas blancas
atribuibles a la delincuencia común para no engrosar las listas de muertes
derivadas del conflicto (las estadísticas se rigen por conceptos legales).
Igualmente, el número de desplazados no cesa de incrementarse: se calculan 4
millones de colombianos. Hay gente especialmente señalada por cuestionar al
actual gobierno y su militarización imparable, la cual ha de cambiarse de
domicilio cada tres meses y nadie sabe dónde reside. hay gente especialmente
señalada por cuestionar el actual gobierno y su militarización imparable que ha
de cambiarse de domicilio cada tres meses y nadie sabe donde reside. Las
Organizaciones sociales tienen también infiltrados, la gente tiene miedo de
hablar en público. Los informantes se han apoderado de la justicia, obtienen
beneficios y señalan a cualquier persona sin pruebas con el fin de que sea
detenida y juzgada. La gente tiene miedo de hablar en público.
La desconfianza hacia el gobierno, originada por su falta de protección y acción
contra los paramilitares, ha supuesto que la gente ya no se registre cuando se
desplaza. El propio Tribunal Constitucional ha pedido -en una sentencia de
febrero de 2004- al gobierno que corrija las carencias en cuanto a la acción
pública en materia de desplazamientos y protección de derechos. Tenían un año
para ejecutarla y sólo se ha observado un retroceso.
Pensar diferente implica ser objetivo militar de autoridades y paramilitares.
Allá donde los paramilitares han tomado la zona se percibe una falsa calma,
quien no comulga es torturado, detenido o asesinado, las organizaciones sociales
se ven forzadas a abandonar sus trabajos, obligan a los jóvenes a trabajar con
ellos, se apoderan de las cooperativas de trabajo por lo que o no comes o son
ellos los que te mandan, teniendo que pagarles una parte de tu salario.
Según las ONG, los grandes paramilitares están en las instituciones del Estado,
como es el caso del alcalde de Barranca Bermeja que fue puesto por los
paramilitares. De este modo, denuncian que no hay un proceso de desmovilización
sino que de legalización de los paramilitares. Existen casos de denuncias de
crímenes cuya fotocopia es mostrada por los paramilitares a los familiares, con
el fin de que conozcan el alcance de su poder. Mientras, los paramilitares hacen
campaña para la reelección de Uribe.
11 millones de hambrientos
Es necesario destacar que las denuncias se repiten tanto en las distintas zonas
del país visitadas como por las organizaciones sociales con las que nos
entrevistamos, que abarcan diversos ámbitos de actuación: campesinos,
sindicatos, derechos de la mujer, docentes, abogados, obispos… En Colombia, 11
millones de personas padecen hambre severa, el 21 % de la población vive con un
dólar diario. El hambre y desigualdad social en Colombia no es ninguna novedad,
pero sí que hemos de mencionar que, en un lugar tan desequilibrado socialmente,
el actual gobierno y siguiendo las directrices de EEUU ha optado por la
privatización de los servicios básicos como la sanidad (están cerrando
hospitales), educación, luz, agua.
El 0,4 % de la población es el dueño del 64% de las mejores tierras del país.
Los campesinos poseen el 24 %. A ello hemos de sumar el problema del tipo de
cultivos (obligan a cultivar palma africana en algunas zonas, cuando este
cultivo inutiliza las tierras) y las fumigaciones de cultivos de uso ilícito,
como un caso en el que los cultivos ilícitos ocupaban 8.000 h. y fueron
fumigadas un millón, aunque parezca increíble. Ello acarrea más desempleo y
hambre. Las organizaciones sociales reivindican que el presupuesto deje de ser
para la guerra y sea para la justicia social.
Privatizaciones
El sindicato petrolífero USO, que cumple ya con 82 años de lucha en su haber,
nos cuenta su caso de huelga contra la privatización de ECOPETROL, cuya duración
fue de 37 días e implicó el despido de 253 trabajadores pendiente de sentencia.
También nos manifiestan que Gas Natural de España, allí llamada Gas Oriente, es
una de las empresas más agresivas con los trabajadores, pues ofrecen dádivas
para que no se afilien al sindicato.
Otra de las preocupaciones que se repite en las distintas entrevistas es la
proliferación de organizaciones sociales creadas por el aparato del Estado que
hablan su mismo lenguaje y lógicamente cuentan con el apoyo del gobierno, cuya
política no cuestionan.
En definitiva, desde que Uribe se encuentra en el poder el trabajo de las
organizaciones sociales y la vida de los colombianos disidentes o víctimas de la
violencia paramilitar es mucho más difícil y su trabajo arriesgado, alejándose
en la práctica de un soñado Estado de derecho en el que no se utilice la
violencia de la guerrilla como excusa para acabar con todo aquél que cuestione
la política neoliberal del presidente.
El gobierno ha iniciado un proceso de desmovilización sin marco jurídico alguno
en el que los autores de delitos de sangre, narcotráfico, terrorismo, delitos de
lesa humanidad, están quedando impunes. Nunca ha habido investigación y no la
habrá. La UE exigió un marco legal que ahora mismo no existe, por lo que la
desmovilización es en la práctica un proceso de impunidad o premio a los
miembros de la Autodefensas Unidas de Colombia, que aparecen en la TV entregando
las armas pisoteando los derechos a la verdad, justicia y reparación. Nadie sabe
quién va a controlar a los desmovilizados, qué va a ocurrir. Saben lo que ya
está ocurriendo y todos alertan sobre su ingreso en la fuerza pública.
Isaura Navarro es Diputada de IU en el Congreso de los Diputados