Latinoamérica
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La Triple A de Argentina,
implicada en la estrategia Cóndor de los años 70 y 80
La Operación Colombo, preludio del plan de exterminio de la oposición chilena
La mano de Estados Unidos
y su Doctrina de Seguridad Nacional en los dos operativos
Stella Calloni Corresponsal
La Jornada
Los responsables del plan de exterminio que asoló el Cono Sur durante
20 años
De arriba a abajo y de izquierda a derecha: Augusto Pinochet (Chile),
Alfredo
Stroessner (Paraguay), Jorge Rafael Videla (Argentina), Gregorio Alvarez
(Uruguay), Hugo Banzer (Bolivia) y Joao Baptista Figueredo (Brasil)
Buenos Aires, 9 de febrero. La decisión de jueces chilenos de procesar al ex
dictador Augusto Pinochet por la llamada Operación Colombo, antecedente y
parte de la Operación Cóndor, coordinadora criminal de las dictaduras del
Cono Sur de América en los años 70 y 80, podría abrir caminos para la justicia
argentina, que descuidó -hasta ahora- investigar la participación de la Alianza
Anticomunista Argentina (Triple A) y grupos de inteligencia locales en esta
acción.
La Operación Colombo fue una acción típica de contrainsurgencia, en el
contexto de la Doctrina de Seguridad Nacional estadunidense de la época.
Pinochet, ante la presión de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para
establecer el paradero de 119 chilenos detenidos y desaparecidos, que contaba
con la ayuda de la Triple A argentina y sectores de inteligencia local, además
de la dictadura de Brasil, ideó la Operación Colombo para poder inventar
que los desaparecidos habían muerto en Argentina durante enfrentamientos de la
izquierda o cuando se preparaba una guerrilla en el norte de este país para
ingresar a Chile por la cordillera de los Andes.
La verdad es que habían sido asesinados por la dictadura pinochetista y luego
desaparecidos; hace muy poco se encontraron los cuerpos de algunos de ellos en
excavaciones ordenadas en distintos puntos de ese país por la justicia chilena.
Para llevar a cabo la Operación Colombo contaron con medios periodísticos
como parte de la guerra sucia y la difusión manipulada de la información
en Chile, Brasil, Argentina, además de algunas agencias internacionales que
publicaban las "noticias" preparadas por la Dirección Nacional de Inteligencia
(Dina, policía política chilena).
Entre abril y julio 1975 aparecieron en distintos lugares de esta capital y
también en la provincia de Buenos Aires cuatro cadáveres decapitados, las manos
y los pies quemados o carbonizados, y entre las ropas llevaban documentos
chilenos que en realidad eran falsos y que correspondían a algunos de los
desaparecidos en Chile.
Se les había colocado banderas y leyendas de organizaciones chilenas, como si
fueran ejecutados por venganzas políticas.
Los nombres de los documentos falsos correspondían a David Silberman Gurrovich,
Jaime Robotham, Luis Guendelman y Juan Carlos Perleman Ide, todos ellos, como se
comprobó posteriormente, detenidos y desaparecidos en Chile.
El poderoso diario derechista chileno El Mercurio informaba el 12 de
Julio de 1975: "Miristas (del Movimiento de Izquierda Revolucionario) muertos en
Argentina eran buscados en Chile".
A la vez, esto mismo se publicaba en otros medios y también algunos diarios de
Tucumán trabajaban en esa operación, para informar que "se preparaba un ejército
guerrillero" en esa provincia para luego pasar a Chile, noticias todas
originadas en el comité de prensa de la Dina".
El 3 de julio de 1975, el diario La Tercera de Chile informaba que habían
sido capturados en Salta, Argentina, grupos guerrilleros "con enlace en Chile y
que tenían ramificaciones en Bolivia y Uruguay".
El 15 de julio de 1975 comenzó a circular una revista en Buenos Aires, llamada
Lea, en donde apareció Isabel Perón, presidenta de Argentina entonces,
diciendo que estaba "enferma de asco" al ver las "vendettas de la
izquierda chilena".
La nota aparecía basada en una información procedente de México, titulada "La
vendetta de la izquierda chilena", en la cuál se afirmaba que 60 "extremistas
chilenos habían sido asesinados por sus compañeros en los últimos meses a lo
largo de América Latina y Europa".
Entonces se publicó la lista que, junto con la de otros izquierdistas chilenos
supuestamente muertos en enfrentamientos -los cadáveres de Buenos Aires y sus
alrededores, y los del norte del país-, sumaban los nombres de los 119
desaparecidos cuyo destino requería la ONU a Pinochet.
Estas noticias servían para usarlas en el mundo y de esta manera desorientar a
los investigadores de la ONU.
La revista Lea -se descubrió luego- fue impresa sólo una vez en una
imprenta que perteneció a José López Rega, ex secretario y ministro del ex
presidente Juan Domingo Perón (fallecido en 1974), y luego hombre fuerte del
gobierno de Isabel Perón.
También se prestó a la campaña el diario O Día de Curitiba (Brasil), que
estaba en bancarrota y fue reflotado para esta operación.
El caso lleva a la Triple A y a otros sectores militares y policiales de
Argentina, que como declaró Enrique Arancibia Clavel, agente de la Dina detenido
y condenado aquí por el asesinato del general Carlos Prats y su esposa, en
septiembre de 1974, colaboró ampliamente con la Dina.
En Argentina falta aún saber a quién pertenecían esos cuerpos, seguramente
víctimas de las Triple A, una de cuyas figuras clave citadas en testimonios de
Arancibia Clavel, como colaborador constante, era el ex comisario Héctor García
Rey.
Cuando García Rey, hombre clave de la Triple A -acusado por el abogado paraguayo
Martín Almada de haberlo interrogado mientras estaba en manos de la dictadura
paraguaya, dentro del esquema del Plan Cóndor-, fue nombrado jefe de la
policía de Tucumán en 1973, surgió un dato importante.
En su currículo se adjudicaba algunas "acciones heroicas" de la resistencia
peronistas y se decía que "entre 1962 y 1963 permaneció en México, donde
desempeñó la función de asesor y conformó la Tropa de Asalto de la policía
mexicana".
También se menciona su paso por Chile y España (entre los años 60 y 1962), y
dice haber regresado al país en 1967 para trabajar en la actividad privada.
García Rey fue coordinador general del Ministerio de Bienestar Social dirigido
por José López Rega, fundador de la Triple A, cargo al que renunció para asumir
la jefatura de la policía de Tucumán, donde desató una represión feroz;
finalmente debió alejarse ante denuncias por torturas, para trabajar luego
directamente en la Triple A.
La copia del currículo fue entregado a La Jornada por el periodista e
investigador Marco Taire, quien denunció anteriormente a este periódico que
García Rey fue acusado en Tucumán de haber participado en la matanza de
Tlatelolco, en 1968, como apareció en La Gazzeta de Tucumán cuando se
pedía su renuncia a la jefatura de policía.
García Rey estuvo en cursos especiales en Estados Unidos junto con otra figura
clave de la Operación Cóndor, como lo fue el director de la Policía
Técnica de Paraguay, Antonio Campos Alum.