Latinoamérica
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BOLIVIA
Gonzalo Quiroga Zubieta
Estamos en presencia de mafias organizadas que se creen poseedoras de
genialidades, de
dotes taumatúrgicas, constituidas por tironeros y maleantes provincianos que han
empezado a poblar capitales de departamento y que utilizan al parlamento para
socapar sus tropelías, salir multimillonarios y convertir a las cámaras en una
especie de cueva secreta de prácticas delincuenciales con daño a la hacienda
pública y proyecto de asociaciones perversas con las transnacionales basado en
conexiones clandestinas.
La justicia, esa extraña prostituta boliviana manoseada por la corrupción de sus
jueces, bajo influencia de sectas masónicas, logias criminales o sociedades
secretas fundadas y fomentadas en algunas ciudades de Bolivia, ayuda a este
desastre. Mientras tanto el país continúa invadido en todos los resquicios de
sus organizaciones departamentales y de la administración pública por una
amoralidad que desconoce el pudor. Colombia es un ejemplo de la hegemonía de
estos grupos. En ese país, al igual que en Bolivia los barones del narcotráfico
han introducido sus representantes dentro de los gobiernos y sus parlamentos, en
las empresas prosperas, en los bancos y en las organizaciones de industriales
agrupados bajo diferentes denominaciones.
Ahora que la democratización ha llegado a las zonas rurales, empiezan a aparecer
los delincuentes de poncho y ojotas que no dubitan en asesinar a sus congéneres
por la ambición del dinero que llega a sus alcaldías, mostrando todos ellos una
predisposición enfermiza al desfalco a través del engaño y la corrupción de sus
seguidores alcoholizados. La mentada Participación Popular se ha convertido en
una escuela de antisociales altamente degenerados en sus prácticas económicas
Políticos y corrupción parecen ser sinónimos y quien manda en esta curiosa
simbiosis es el gobernante de turno, acompañado por los "pícaros notables" que
son respetados como hombres éxito dentro de sus comunidades que hoy día quieren
desagregarse de los capos nacionales a través de "autonomías", que les permitan
la independencia del manejo de sus practicas bandoleras y actividades
inconfesables. Varios de ellos se han agrupado en Comités Cívicos, Cámaras de
Industria y otros rebuscados nombres que sólo sirven para ocultar a los
malandros citadinos Los otros, aquellos ingenuos que todavía descansan en la
modestia de sus ingresos, sanamente logrados, son observados como verdaderos
ingenuos cuando no estúpidos ciudadanos. Este ejemplo pronto se extenderá y
aquellos que inicialmente sirvieron a los primeros industriales de la
corrupción, buscarán la forma de independizarse y arriesgarse en ser sus propias
mulas de transporte de mercancías asesinas. Varios de ellos pagarán con su vida
esta osadía.
Pocos jueces tendrán el coraje de juzgarlos pues en algunos pueblos y ciudades
"la justicia no funciona así, ya que todos ellos se conocen o son parte de
clanes familiares o asociaciones de amigos". Para ello se buscan a los nativos
de la tierra, aquellos que tienen dos o tres generaciones de habitar en el
lugar; los nietos o bisnietos que no han sido contaminados por "el mestizaje".
El cierre de los antros de juego no funciona debido a que algún denominado
"loco" ejerce y ejerció como alcalde y no permitirá que se les quite esta "sana
distracción" para su pueblo en los tugurios clandestinos.
Los pueblos altiplánicos, verdaderas fronteras abiertas y con carreteras
logradas por los "movimientos cívicos" para el ingreso masivo del contrabando,
han convertido poblaciones rurales en refugios de asesinos en los cuales la
desaparición de los efectivos policiales se ha vuelto, al igual que en las
mejores épocas de las mafias italianas, en hermandades del silencio (omertá),
sin que nadie pueda poner coto a esta iniquidad. Así se ha transformado al
departamento de Oruro en el refugio de informales, la "Capital del Folklore" en
un mercado persa y sus calles en muladares donde se vende la mercadería robada o
de contrabando que ingresó por las "carreteras" que el sufrido pueblo consiguió
a través de delincuentes denominados cívicos. Mientras tanto el comercio formal
y las actividades legales mueren de inanición y desesperanza. La ciudad de "El
Alto" es una especie de "Corte de los Milagros" de la Francia del siglo XVI,
donde se refugian desclasados, prostitutas, ladrones, policías delincuentes y se
venden a vista y paciencia del Gobierno Central, auto partes, automóviles,
joyas, muebles y cuanto pueda imaginar el amable lector, robados en complicidad
con bandas organizadas dentro de la Policía Nacional en la que se han alojado
los mejores "comandantes" de la depravación y el escándalo.
Los departamentos que se encuentran en fronteras, consiguieron que se declare a
sus ciudades territorios libres, eufemísticamente denominados "puertos libres"
sin leyes y sin conciencia tributaria. Nadie pone coto a esta situación y el
país se desangra perdiendo sus divisas en cantidades millonarias en las
fronteras con Chile, Brasil, Perú, Paraguay y Argentina. El gas boliviano, el
diesel importado y la gasolina, son contrabandeados a los vecinos al igual que
los cargamentos de droga descubierta permanentemente.
Las autoridades de cada ciudad (prefectos, alcaldes, policía, jueces, etc.),
percatados de estas acciones criminales han preferido mantener un piadoso y
seguro silencio por conveniencias de orden económico y político, mostrando su
"sorpresa" sobre acontecimientos que eran de conocimiento del pueblo y dentro de
el, de las bandas organizadas de operadores de la corrupción. Oruro es un buen
ejemplo. De ser un pueblo trabajador e industrioso, se convierte al igual que
muchos pueblos del oriente en una sociedad en la que se hace culto al
enriquecimiento ilícito, donde no es posible apreciar los esfuerzos del trabajo
honrado y se ridiculiza a quienes así lo hacen. Lo que interesa en conseguir un
medio de vida fácil, en muchos casos opulento, por medio del fraude y la
corrupción.
Esta desintegración moral que se extiende con mayor intensidad a partir del "boom"
de la explotación de la coca, su conversión en cocaína y su tráfico, llegando a
extremos – siendo un negocio de las clases dominantes, sobre todo en el
oriente,- de contaminar a la plebe desamparada que ve en el ejemplo de los
"decentes", formas fáciles de súbita prosperidad, ha contribuido a la aparición
de ejércitos de antisociales que constituyen la canalla nacional De esa manera
se crean los sindicatos de cocaleros, que inicialmente explotados por los
industrializadores de la coca, a quienes venden la pasta base, se dan cuentan
que ellos pueden saltar varias de estas organizaciones intermedias y llegar
directamente a los transportadores de la droga, oficiales de la FAB o dueños de
avionetas con prolongada autonomía de vuelo, que llevaban la cocaína
cristalizada a aeropuertos de Colombia y México o de Brasil y Paraguay, cuando
los colombianos todavía aprendían a cultivar su propia coca, pues la producción
del clorhidrato ya tenía expertos calificados.
Mientras tanto las mafias burguesas de las ciudades orientales continuaban en su
organizada vida de falta de escrúpulos, dentro de fraternidades y organizaciones
clandestinas, mantenidas para fomentar la vida parasitaria que llevaban desde
los inicios de nuestra vida republicana. Coqueteando con los poderosos políticos
del valle y occidente bolivianos, empezaron a escalar posiciones cada vez más
dominantes y bajo el influjo de un comiteismo que acogía en sus filas a gente
impreparada, característica de la burguesía y "nobleza" citadina o pueblerina,
empezaron a adoptar poses de intelectualidad prepotente y crearon la semilla de
lo que se conoce como Comités Cívicos" o "Gobierno Morales" de algunas ciudades
, hoy extendidos a toda la Nación
Estos entes apócrifos fueron el semillero de los "nuevos políticos", aquellos
que ascendían a las alturas altiplánicas para ocupar curules parlamentarios o
eran privilegiados con nombramientos de ministros, vice ministros o directores.
Para ello se desencadenaron las consabidas peleas entre "fraternos" o dirigentes
de uniones juveniles. El premio era el mencionado y por eso se producía una
especie de circulo, nunca mejor denominado vicioso, de una renovación casi
programada de sus representantes en las esferas de gobierno.
Los que no participaron en esta carrera por el poder, quedarían rezagados en
ambientes miserables y serían parte de esa sociedad despreciada por no tener la
habilidad de los pícaros prósperos.
De esta manera se coparon los cargos de influencia dentro de los foros
capitalinos, las prefecturas, las alcaldías, las direcciones departamentales,
los hospitales, coperativas etc. donde la obligatoria pertenencia a las logias o
fraternidades eran y son la mejor carta de presentación. Sabían que cualquier
tropelía cometida seria encubierta; que el desfalco de las arcas públicas no
sería investigado; que la aparición de misteriosas fortunas no sería
investigada; que la estafa a la banca estatal era un medio de enriquecimiento
ilícito que jamas sería castigado, que la apropiación de grandes extensiones de
tierra y su parcelación en propiedades de cincuenta mil hectáreas es un
procedimiento fácil para evadir impuestos, etc. Lo importante era estar del lado
del poder detentado por los "gobiernos locales" y comprometer a la cantidad de
gente para soliviantarla como sucede en el caso de algún ingenio azucarero que
se niega a pagar trampas que superan los 21 millones de dólares.
Sería muy largo enumerar los desastres que se apoderaron y apoderan de Bolivia
sin que nada ni nadie tenga el coraje, como gobernante, de salvar a la nación
que se desangra es este imposible mundo de la corrupción, menos aún con un
Parlamento que es vez de representar a lo mejor del país –con las excepciones de
rigor- se ha convertido en una abrevadero de bestias dignas de ser ejecutadas.
Estamos en presencia de un gobernante incapaz, demagogo, desleal y aparentemente
apátrida, que pasará a la historia como el hombre que tiene el tristemente
célebre "mérito" de haber destruido a su país, a sus instituciones, a su
integridad, a su soberanía, a su dignidad y a todo aquello que le servia de
orgullo y de cohesión como nación civilizada