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En los barrios se hallan el poder real de Chávez, su defensa y el futuro de Venezuela
Ingo Niebel (*)
A mediados de noviembre, con la campaña electoral en marcha, el autor visitó
un barrio venezolano en una zona limítrofe de Caracas para ver qué efecto han
tenido los programas sociales, las misiones, del Gobierno bolivariano.
Hoy, 14,5 millones de venezolanos tienen derecho a votar la nueva Asamblea
Nacional. Los comicios tienen lugar en un clima de tensión, provocado por el
boicot de tres partidos de oposición.
«Y ahora por el puente», dice José, que nos guía hacia Caucagüita, su barrio,
que se halla en Petare, Municipio Sucre del Estado Federal de Miranda. El
hombre trabaja para un arquitecto en Caracas haciendo de albañil y jardinero.
José explica que el puente se cayó en el 2001. El entonces gobernador de
Miranda, Enrique Mendoza, un visceral enemigo del presidente Hugo Chávez, no
hizo nada para reparar el puente. El año pasado perdió las elecciones contra el
ex vicepresidente de Chávez, Diosdado Cabello. «A los nueve meses tuvimos un
nuevo puente» relata José. Estos hechos concretos son la razón del creciente
apoyo para el Movimiento V República (MVR) del presidente Chávez. El camino
sigue por carreteras que en algunas partes se hallan en obras por algún
desprendimiento de tierra. Aunque se ven bien los barrios en las lomas y cimas
alrededor de las grandes urbes, puede ser muy difícil llegar hasta ellos. Por
eso, uno de los primeros proyectos del Ejecutivo bolivariano consistió en
mandar los ingenieros militares con su material pesado para conectar los
barrios con el resto del mundo.
Aparcamos el coche en una plaza céntrica. El país está en campaña electoral
pero sólo vemos una pancarta del MVR. Vienen Marco y Manuel. José ha
organizado con ellos nuestra visita. Sin guía y aviso previo no es
recomendable meterse en un barrio. Durante décadas se han convertido en los
depósitos de los problemas sociales causados por una política que benefició al
30% de la sociedad gracias a la riqueza petrolera, mientras que el 70% de la
población vivió en la miseria. En 1989 estalló la bomba social cuando el
socialdemócrata Carlos Andrés Pérez suspendió las subvenciones de los
alimentos básicos, siguiendo las indicaciones del Fondo Monetario
Internacional. El pan subió un 300% y el transporte público consumió la cuarta
parte del sueldo mensual. Fue una muerte por hambre anunciada. Miles de
afectados asaltaron los supermercados y almacenes para cubrir sus necesitades.
Pérez ordenó al Ejército barrer las calles: entre 300 y 3.000 personas
murieron. Por esta razón, militares como Chávez se alzaron contra Pérez en
1992. Dado que no se eliminaron las causas de la pobreza, éstas mismas
volvieron a construir una nueva bomba social. El Gobierno bolivariano la está
desactivando desde 1999 implicando en esta tarea a los propios afectados.
Marco y Manuel nos llevan a la escuela que han construido junto con los
vecinos. Interrumpimos una reunión de las personas que preparan los siguientes
cursos de la Misión Robinsón. En la primera fase los participantes aprendieron
a leer y a escribir. En octubre, la ONU reconoció a Venezuela como un país
libre de analfabetismo. En la segunda fase los participantes reciben clase en
varias asignaturas para graduarse. En un pequeña sala conjunta se han sentado
algunos niños para leer. Les ayuda el joven bibliotecario Manuel, que ejerce de
archivero e historiador.
En Caucagüita viven 22.000 personas en casas de varios pisos o en ranchos,
chabolas hechas de madera. No hay memoria alguna, sólo el recuerdo de los
habitantes. Manuel, el bibliotecario, quiere llegar a recoger esta información
mediante entrevistas. Con ello quiere conseguir también que los habitantes del
barrio se identifiquen con el lugar en el que viven bajo circunstancias tan
difíciles.
Hace falta reparar la carretera y el suministro de agua. Marco y Manuel
cuentan cómo están en la preparación y realización de estos proyectos. Para
ello crean cooperativas. Los interesados se ponen de acuerdo en qué quieren
trabajar y se hacen registrar como cooperativa para que el Estado les pague el
trabajo realizado. Unos ponen la mano de obra, otros se dedican a suministrar
el material o a realizar el transporte. Tienen mucho trabajo.
Entre otras cosas están construyendo viviendas de hormigón y ladrillo para
eliminar los ranchos. Nuestros guías nos enseñan sus logros.
Alimentos subvencionados Ahí está el supermercado Mercal, que vende alimentos
subvencionados y medicamentos. «Cada día tenemos entre 400 y 500 clientes»
aclara Mario.
José recuerda: «Hay personas más pobres que yo». 150 personas reciben comida
gratis en la Casa de Alimentación. Está ubicada en un edificio del tamaño de
un garaje. Un matrimonio se dedica a cocinar. La sociedad, entre ellos Mario y
Manuel, controla que todo esté en orden: la comida, los frigoríficos, la lista
de los beneficiarios.
Un poco más allá, el módulo de los médicos cubanos, sostén del programa
«Barrio Adentro». Ante la visita sorpresa de los extranjeros no se muestran
comunicativos. Tampoco hace falta. Los venezolanos alaban su trabajo y se nota
que están contentos de tener la atención médica tan cerca. Más allá de la
humilde casita se está construyendo un hospital preparado para realizar
operaciones quirúrgicas y rehabilitación.
Marco, Manuel y sus vecinos saben que acaban de dar los primeros pasos de los
mil que les quedan por delante en un camino lleno de obstáculos. Mario está
seguro de que van a ganar las elecciones. No se ve nada ni nadie de la
oposición, salvo un viejísimo cartel de Mendoza cayéndose a pedazos por
razones naturales.
(*) Historiador y periodista de la República Alemana