Latinoam�rica
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Venezuela, una revoluci�n en marcha
Montserrat Galceran
Rebeli�n
Hace ahora m�s o menos un a�o, Hugo Chavez, presidente de la Rep�blica de
Venezuela, se dej� caer por Madrid y, en un rasgo nada usual en los pol�ticos,
convoc� una reuni�n de intelectuales y artistas para discutir de la situaci�n en
Venezuela. Yo me encontraba entre los asistentes a esta reuni�n. Chavez, con su
habitual gracejo, habl� de todo o casi todo, desde PDVSA ( Petr�leos de
Venezuela SA) al caracazo, desde sus or�genes milicos a la colaboraci�n con
Cuba, desde los proyectos de reforma en los medios de comunicaci�n a los
c�rculos bolivarianos. Algo se qued� impreso en mi mente: fuera lo que fuese lo
que estaba pasando en Venezuela, por primera vez se estaba haciendo una
revoluci�n o al menos algo que se le parec�a mucho, en un pa�s rico. Venezuela
es el tercer o cuarto productor de petr�leo del mundo y, mientras el precio por
barril siga subiendo, el Estado seguir� teniendo recursos. Por primera vez se
trata tambi�n de repartir y no s�lo de producir m�s.
Mi visita a Venezuela en las �ltimas semanas y algunas lecturas han afianzado
esta primera idea. En cuanto que pa�s productor, el petr�leo es el gran recurso
del que proviene toda o casi toda la riqueza de aquel pa�s. Por ello su historia
es la t�pica de los pa�ses coloniales: sus reservas de petr�leo se empezaron a
explotar en la segunda mitad del s. XIX por medio de concesiones a compa��as
extranjeras, entre otras la Shell, lo que no s�lo transfer�a hacia el exterior
las rentas del petr�leo sino que propiciaba la injerencia de esos magnates o sus
testaferros en los asuntos pol�ticos internos. Al hilo de una historia m�s bien
convulsa, en 1976 se procedi� a la nacionalizaci�n del petr�leo con la creaci�n
de la empresa estatal PDVSA. El petr�leo pasaba a ser propiedad de todos los
venezolanos y la primera y m�s fundamental industria del pa�s.
Pero la nacionalizaci�n trajo consigo otro tipo de problemas. Una agencia
estatal de tal magnitud, en un campo tan tecnificado que exige conocimientos
espec�ficos de alta calidad como la industria de los hidrocarburos, propici� lo
que en la jerga venezolana se denomina "meritocracia": el conjunto de gerentes,
subgerentes, trabajadores especializados, jefes de l�nea, operadores, etc.etc.
Ese gran tejido logr� hacer de la empresa un "Estado dentro del Estado",
desviando las rentas producidas por el entramado hacia operaciones
internacionales de distinto tipo, cuyas comisiones engrosaban sus patrimonios
particulares. Seg�n algunos textos consultados, si en 1976, en el momento de la
nacionalizaci�n, el Estado recib�a 80$ de cada 100$ facturados, en 2001 la
proporci�n era la inversa, la propia PDVSA se apropiaba 80$ de cada 100$
facturados ( PDVSA y el golpe, Caracas, ed. Fuentes SRL, 2003, p.
121). Eso se deb�a a que durante estos a�os, la gerencia de la empresa hab�a
impuesto la m�xima de "sembrar el petr�leo en el petr�leo", es decir de
reinvertir los beneficios en negocios internacionales, en compra de refiner�as
en el exterior, algunas de ellas no rentables; en acuerdos comerciales con
algunos pa�ses, en especial con USA, suministr�ndole crudo m�s barato; en
contratos de servicios; en producci�n al margen de las cuotas pactadas con la
OPEP, ... La propiedad del petr�leo pertenec�a al pa�s pero de su gesti�n se
beneficiaban especialmente capas de profesionales altamente cualificados y de
gerentes ligados al capital petrolero internacional, cuya pol�tica segu�a las
pautas de la globalizaci�n imperante.
Esa historia est� indisolublemente unida al golpe de Estado de abril de 2002. El
golpe estuvo protagonizado por grupos de militares de alta graduaci�n y por
tecn�cratas de PDVSA, con la ayuda del dirigente de los Sindicatos, Carlos
Ortega, del presidente de la patronal, Carmona Estanca, y de los medios, en
especial las cadenas privadas de Televisi�n. Sigui� a una larga huelga en el
sector del petr�leo (diciembre 2001- abril 2002), que gener� grandes p�rdidas
dejando sin combustible a gran parte del pa�s, y estall� ante el intento de
Chavez de hacerse con el control de PDVSA nombrando directamente el directorio
de la empresa. Con posterioridad al golpe y a pesar del fracaso del mismo, se
acept� una soluci�n de compromiso sin que la empresa fuera remodelada hasta
bastante m�s tarde.
As� pues y a pesar de los disfraces ideol�gicos, el tema principal del anti-chavismo
no es la relaci�n con Cuba, ni siquiera el populismo del Presidente, ni mucho
menos las supuestas amenazas de totalitarismo, sino la importancia que el sector
petrolero tiene en la econom�a internacional, el deseo por parte de algunos
sectores de corresponder a los esfuerzos de Bush por mantener a su alcance el
petr�leo venezolano como su primera reserva y el inter�s de los m�ximos gestores
por sacar sus rentas de los lugares estrat�gicos que ocupan en la jerarqu�a
gerencial. Sin estas claves es dif�cil entender porqu� altos jerarcas y
tecn�cratas se lanzan temerariamente a un golpe de Estado. El golpe en Venezuela
fue un episodio local en la guerra global por el petr�leo y no una alharaca en
una rep�blica bananera.
Por otra parte y especialmente en los �ltimos dos a�os, el gobierno de Chavez ha
impulsado una m�xima alternativa: " sembrar petr�leo", pero ahora no "en el
petr�leo" sino "en el pa�s". Los beneficios petroleros se derivan hacia la
financiaci�n de infraestructuras, hacia programas agrarios, hacia programas de
educaci�n y sanidad, hacia intercambios con otros pa�ses a los que se ofrece
petr�leo barato a cambio de servicios o de alimentos�No sabemos todav�a si estas
medidas dar�n su resultado y si permitir�n un desarrollo "end�geno", pero lo que
s� parece cierto es que van encaminadas a ese fin. Ah� se explica el entusiasmo
de parte de la poblaci�n con Chavez: no porque les regale caramelos, sino porque
desv�a las rentas del petr�leo hacia los sectores populares, ofreci�ndoles
formas de financiaci�n con los que desarrollar peque�os negocios y mejorar su
calidad de vida.
Por estos motivos, aunque no s�lo, las transformaciones en Venezuela tienen un
car�cter ins�lito: por una parte la riqueza del pa�s, que es su posibilidad,
deriva del petr�leo y por tanto no incluye aspectos de cr�tica al actual modelo
industrial y civilizatorio, aspectos que para algun@s de nosotr@s son
sustanciales, aunque luego seamos los mayores consumidores de energ�a. Los temas
ecol�gicos ocupan poco lugar en un discurso centrado en la extracci�n y venta en
las mejores condiciones de un recurso primordial y en la redistribuci�n justa y
productiva de las rentas. Por otra, la puesta a disposici�n de recursos
financieros por parte de la Administraci�n alimenta formas de auto-gesti�n
realmente interesantes.
Las misiones: una nueva forma de autogesti�n
La primera vez que o� hablar de las "misiones" fue en el avi�n que me llevaba a
Caracas. Mi compa�era de pasaje era una se�ora venezolana, ya entrada en a�os,
que volv�a de las vacaciones en Espa�a. No me atrev�a a hablar con ella de
pol�tica pero el viaje es largo y a partir de las siete horas nos pusimos a
conversar. Result� que era "moderadamente" chavista, o sea de estas personas que
empiezan diciendo " yo no estoy con Chaves ni contra �l pero hay que reconocer,
bla, bla, bla�". Eso es ser "casi" chavista porque la oposici�n es
extraordinariamente belicosa y no le concede ni lo m�s m�nimo.
Como ella me explic�, en Venezuela llaman "misiones" a los proyectos, del
castellano misi�n o sea objetivo, tarea a realizar. Se trata de proyectos
financiados por el Estado y llevados a cabo por las comunidades, en parte con
trabajo voluntario. Y los objetivos a cubrir alcanzan desde la sanidad, la
alfabetizaci�n, el saneamiento de los barrios, la puesta a punto de las
conducciones de gas o de agua, el cultivo de tierras, el censado de la
poblaci�n, ... El mecanismo es el siguiente: las propias comunidades o la
administraci�n elaboran proyectos a desarrollar que son estudiados por los
organismos competentes. De ser aprobados se destinan a ellos ciertos recursos,
es decir se libera una cantidad importante de dinero para llevarlos a cabo. A
continuaci�n, a trav�s de asambleas en los barrios o en las comunidades
afectadas, se eligen los integrantes de los Comit�s que se har�n cargo del
dinero y que dirigir�n los trabajos, para lo cual cuentan con la ayuda de los
t�cnicos. Conjuntamente se elaboran los planes de trabajo, se determinan los
tiempos que va a llevar realizar la tarea, la formaci�n de los equipos
espec�ficos, la ubicaci�n de los despachos, etc. Los integrantes de la comunidad
aportan parte del trabajo que, como he dicho, es voluntario, pero a cambio
inciden directamente en la gesti�n y desarrollo del proyecto.
Entre las misiones, las m�s destacadas son la misi�n Barrio adentro y Milagro;
las misiones Robinson y Sucre, la misi�n Mercal, y otras varias�La primera
consiste b�sicamente en llevar la medicina a los barrios pobres. Cuando uno
llega a Caracas la primera impresi�n es la de un universo de chabolas de
ladrillo, superpuestas unas a otras, que rodean el n�cleo de rascacielos de la
ciudad. Esta se levanta en un valle angosto, de tal modo que las chabolas trepan
por las laderas, unas encima de otras. Por lo general las casas han sido
construidas por sus moradores sin orden ni concierto: las hay de una sola
planta, de dos y hasta de tres pisos, con malos cimientos, con escasas tuber�as
y malos sistemas de desag�e. En consecuencia las aguas se filtran por el suelo y
las basuras se acumulan. Los equipos de limpieza y de recogida de basuras
raramente se adentran en los barrios, por lo que todas esas tareas las realizan
los vecinos de modo m�s o menos coordinado. Los proyectos de las misiones
aprovechan esas formas de hacer aportando a las comunidades los recursos
financieros necesarios para mejorar sus condiciones de vida.
Lo mismo ocurre con la medicina. Hasta ahora no hab�a medicina en los barrios.
La medicina privada, cara para los pobres, se limitaba a los barrios ricos o
semi-ricos y no hab�a consultorios o cl�nicas en los pobres. La misi�n Barrio
adentro se ha ocupado de construir unos peque�os consultorios en los que se
atienden las consultas b�sicas y a la vez ha desarrollado una red de servicios
odontol�gicos y oftalmol�gicos gratuitos, atendidos por m�dicos cubanos. Estas
peque�as cl�nicas est�n situadas dentro de los barrios. En su mayor�a se trata
de pisos o habitaciones cedidos por los habitantes del barrio que albergan en su
casa el despacho del m�dico. Unos sillones modernos como los de nuestras
cl�nicas dentales, dotados de brazos giratorios y asientos basculantes, con su
escupidera y su c�mara para las radiograf�as, instalado en un cuartito en el que
resulta dif�cil moverse sin chocarse con el brazo o el respaldo de la silla...
Pero los dentistas cubanos, a pesar de su tama�o pues algunos son
considerablemente gordos, especialmente las mujeres, se mueven por all� con
extraordinaria ligereza. Por lo dem�s sus m�todos son perfectamente standard:
llevan sus historias m�dicas, sus registros, sus tratamientos como en una
cl�nica de la Castellana. En los �ltimos meses esta misi�n se ha completado con
la denominada misi�n Milagro que financia el viaje a Cuba y la operaci�n
de cataratas en condiciones de total gratuidad. Una operaci�n que antes costaba
unos 3.000.000 de bol�vares ( unos 1.250 E. aprox.) aparte los gastos en
material y medicinas, se resuelve ahora con 20 minutos de operaci�n y un simple
viaje. No es de extra�ar que muchos de los venezolanos pobres a quienes ha ca�do
en suerte tama�o regalo est�n encantados.
Otras de las misiones, las denominadas Robinson y Sucre, se ocupan
de educaci�n y abarcan desde ense�ar a leer y a escribir a una poblaci�n con
altos grados de analfabetismo � en 1998 m�s de 1.500.000 personas eran
analfabetas en una poblaci�n de unos 25.000.000 de habitantes - hasta la
formaci�n profesional y la preparaci�n para la entrada en la Universidad. En
ellas se inicia un programa de becas y se facilita la autoformaci�n en diversos
programas y talleres, contando como en las otras, con importantes contribuciones
de trabajo voluntario.
Por �ltimo otra de las misiones m�s interesantes es la que se ocupa de las
tierras. En las �ltimas semanas el gobierno ha emprendido una tarea de
expropiaci�n de tierras bald�as que entrega para su cultivo a las comunidades
ind�genas o a comunidades de campesinos. Las tierras pasan a formar parte de la
propiedad colectiva de la comunidad, eso significa que no se pueden vender ni
hipotecar, pero los campesinos pueden cultivarlas y vender el producto de su
trabajo. Esa misi�n est� unida a la denominada Mercal, cuyo objetivo es
crear una red de tiendas y puntos de distribuci�n de alimentos dentro de los
barrios a un precio m�s reducido que oscila entre el 20% menos que el precio
intervenido y el 40% menos que el precio libre. Seg�n palabras de un venezolano
asiduo de ese tipo de tiendas, el precio medio de una compra se abarata en torno
al 50/60%, lo que mejora el nivel de vida a la vez que incrementa el tejido
cooperativo en la producci�n y distribuci�n de alimentos.
As�, observando lo que est� pasando en Venezuela, una se convence de que la
revoluci�n es una cosa muy pr�ctica que tiene que ver con las condiciones de
vida de la gente, con la sanidad, con la educaci�n, con la comida sana y
suficiente, con el respeto y la dignidad. En suma con el ejercicio colectivo
cotidiano del poder de las muchedumbres.
Dos fanstasmas recorren Am�rica Latina
M�s all� del entusiasmo, la revoluci�n venezolana nos plantea problemas, en
algunos aspectos es muy at�pica, en otros terriblemente cl�sica. Fiel a su
sentido socialista, redistribuye recursos hacia los segmentos m�s pobres. Pero
lo hace en unas condiciones y con unos m�todos propios. Su condici�n es la de
ser un pa�s productor y exportador de petr�leo, o sea un pa�s muy rico. Su
peculiaridad, el que esta distribuci�n recurra a m�todos de autogesti�n, que el
proceso cuente con el apoyo decidido de parte de las Fuerzas Armadas y que se
mantenga a toda costa la legalidad constitucional, a pesar de contar con una
oposici�n feroz y golpista.
El chavismo, nucleado en torno al Movimiento V� Rep�blica, no es un partido
�nico a la vanguardia del proceso sino que �ste reviste fuertes caracteres de
espontaneidad y cuenta con alianzas muy amplias. En ocasiones ese espontane�smo
es objeto de cr�tica. En palabras de Ernesto Cardenal: "hay quien critica [los
c�rculos bolivarianos] como un exceso de espontane�smo pero es una manera de
contrarrestar la inmovilidad burocr�tica del Estado". Sin ellos las fuertes
resistencias corporativas y las corruptelas administrativas podr�an ahogar un
proceso carente de participaci�n activa desde abajo.
Estos grupos, los circulos bolivarianos constituyen la espina dorsal de
una especie de "poder popular" que complementa, impulsa y actualiza la acci�n
legislativa. Nacieron por iniciativa del propio Chavez y agrupan a gente de un
mismo barrio, de una misma empresa, de un mismo tipo de actividad� en peque�os
colectivos que peri�dicamente discuten de pol�tica e intervienen en los asuntos
comunes.
Su existencia, junto a las formas de autogesti�n, hacen que el pa�s constituya
ahora mismo una democracia representativa y participativa. Esa y
es de enorme importancia. A mi modo de ver, la implantaci�n de la democracia en
los pa�ses occidentales despu�s de la 2� guerra mundial, aunque viniera
precedida de amplias luchas durante los decenios anteriores y surgiera de la
resistencia a la guerra, redujo la participaci�n pol�tica a la representaci�n
por medio de los partidos pol�ticos, con lo que fue creando unas democracias
olig�rquicas en las que el poder pol�tico se concentra en una peque�a capa de la
poblaci�n. En un pa�s como Espa�a, con m�s de 40 millones de habitantes, la
gente que activamente hace pol�tica no pasar� de los 500.000, entre diputados,
miembros de los Partidos, Sindicatos, asociaciones etc. Al margen queda toda la
actividad "pol�tica" desarrollada en el marco de movimientos y grupos de
diferente signo, pero exenta de efectos institucionales. Se produce as� un hiato
entre representaci�n pol�tica y poblaci�n en general, la cual, individualizada,
s�lo tiene acceso a la pol�tica a trav�s del voto, estando �ste a su vez
enormemente limitado. Estas limitaciones hacen que la pol�tica en las
democracias occidentales representativas haya dejado de interesar.
Por el contrario en muchos pa�ses de Am�rica Latina, incluida Venezuela, junto
al aparato de representaci�n constituido por los partidos pol�ticos y sus
coaliciones, est�n surgiendo fuertes �mbitos de participaci�n, ya sea a trav�s
de los m�ltiples comit�s y comisiones que forman el tejido de la autogesti�n, ya
a trav�s de c�rculos espec�ficos. Su existencia impide que la pol�tica se
concentre en las, escasas, manos de los representantes y posiblemente evite la
corrupci�n que es inherente a aquella restricci�n.
Se produce as� un proceso de activaci�n pol�tica y de intervenci�n de capas
populares que tradicionalmente estaban al margen de la pol�tica y que pugnan por
la satisfacci�n inmediata de sus necesidades. Por ello no parece que el proceso
pueda involucionar f�cilmente. Y sin embargo, constantemente resurgen los dos
fantasmas que recorren Am�rica latina: el primero el fantasma de Allende, el
segundo el de Nicaragua. Podr�a ocurrir que, igual que pas� en el caso chileno,
Chavez fuera v�ctima de un complot y tal vez de un asesinato. Quiero pensar que
la opini�n p�blica internacional no tolerar�a una intrusi�n semejante y que en
un caso as�, se abrir�a en Latinoam�rica, no s�lo en Venezuela, un periodo
convulso de guerra que activar�a a la opini�n p�blica mundial. Pero el peligro
est� ah� y puede desencadenar un futuro de sangre. El segundo, el fantasma de
Nicaragua. Al igual que la Contra logr� hundir la revoluci�n en Nicaragua,
podr�a ocurrir que se intensificara una guerra entre Colombia y Venezuela, que
esa guerra creara problemas de suministro, problemas de mantenimiento del orden
y de confianza en el proceso, problemas de corrupci�n,�Me gustar�a creer que
nada de esto va a ocurrir y que los venezolanos ser�n capaces de consolidar el
proceso abriendo un camino nuevo para Am�rica latina y me gustar�a creer todav�a
m�s, que los movimientos contra la globalizaci�n neoliberal les apoyaremos en el
resto del planeta pues Venezuela como Bolivia es hoy, igual que lo fue Chile en
el pasado, uno de los puntos calientes del planeta.