Latinoamérica
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Diez meses de gobierno del Frente Amplio...
Hay que construir y organizar una
oposición desde principios de izquierda
Declaración Política
Promesas rotas...
"Deuda Pública. Conocido es que la crisis financiera provocada por la
aplicación del modelo neoliberal absorbió las reservas estatales y elevó la
deuda en moneda extranjera del sector público a más del 100% del PBI. Por lo
tanto, la deuda externa ha pasado a ser una restricción de primer orden, que el
reciente canje de títulos públicos no ha solucionado (…) El relacionamiento con
los organismos internacionales deberá basarse en principios firmes de
negociación, tanto en lo referente a la deuda que el país mantiene con ellos,
como con los acreedores privados (…) Un ajuste recesivo para pagar el servicio
de la deuda, por la vía de aumentar los impuestos o reducir el gasto socialmente
necesario, sería equivalente a pagar deuda a costa de más hambre, más desempleo,
menos salud, menos educación, menos vivienda digna para los uruguayos y
uruguayas, generando más pobreza y aumentando la conflictividad social.
(Grandes Lineamientos Programáticos Para el Gobierno 05-10. Aprobado por el IV
Congreso Extraordinario del Frente Amplio, diciembre 2003)
Ni siquiera esta propuesta mínima e insuficiente ha sido cumplida.
Incluso esta línea, de tímida resistencia al FMI que se anunciaba, fue
abandonada. Por el contrario, el 8 de junio, en Washington, el gobierno
presidido por Tabaré Vázquez y gerenciado por el ministro Danilo Astori, terminó
por subordinarse a las condiciones impuestas por las instituciones financieras
internacionales. La Carta de Intención firmada con el FMI profundiza la
continuidad del programa neoliberal y entreguista, por lo tanto, remacha la
hipoteca sobre la soberanía nacional. Para el pueblo trabajador más de lo mismo:
confiscación salarial, trabajo precario, desempleo y pobreza. El sólo hecho de
que el gobierno destine apenas el 0,7% del PIB (Producto Interno Bruto) a la
"emergencia social" y ¡siete vez más! a pagarle a los "acreedores
internacionales" (banqueros, especuladores, instituciones financieras
internacionales) demuestra la naturaleza del programa progresista. Como si
faltara alguna prueba adicional, el 20 de mayo, fecha significativa en la
historia de las luchas democráticas y populares, el gobierno se despachó con el
decreto que venía a desconocer el mayoritario pronunciamiento del 31 de octubre
de 2004 respecto al agua. Bajo tales condiciones, las promesas de "justicia
social" y "país productivo" caen en el vacío, cediendo el paso a los intereses
de las clases propietarias que exigen una mayor "rentabilidad empresarial" y al
"clima de negocios" que imponen los capitalistas extranjeros para "invertir". De
allí que no sorprenda la decidida actitud del gobierno a favor de las
multinacionales de la celulosa, aún a costa de la destrucción del ambiente y la
contaminación de poblaciones enteras.
El Presupuesto quinquenal (votado por todos los parlamentarios del Frente
Amplio) es el corolario de todo este despropósito progresista. No sólo porque
ajusta hacia abajo, congela ingresos y reduce las inversiones públicas, sino
porque se adapta sumisamente a las exigencias fiscalistas del FMI que no atiende
en ningún sentido las necesidades reales del país y su gente. Las próximas
medidas que se preparan van en la misma dirección. La supuesta "reforma
tributaria" mantiene el impuesto a los salarios, afecta a las capas medias
asalariadas y a los pequeños y medianos productores, mientras que mantiene
intacto el patrimonio de los grandes capitalistas. Es decir, se trata de una
"reforma" que continúa con la desvalorización de la fuerza de trabajo y con la
política expropiadora del neoliberalismo. Trazadas estas pautas estratégicas, el
gobierno se dispone a avanzar en la privatización de las empresas del Estado,
bajo el eufemismo de la "asociación público-privado"; en la "autonomización" del
Banco Central (como lo exige el FMI); y en "racionalizar" (como lo exigen el
Banco Mundial y el BID) aquellos resortes estratégicos que son imprescindibles
para un desarrollo soberano (recursos naturales, energía, telecomunicaciones,
servicios municipales, etc.).
A todos estos aspectos, vinculados con lo económico y productivo, le siguen los
relacionados con la capitulación del gobierno respecto al imperialismo
norteamericano, como por ejemplo, aprobar las maniobras UNITAS, enviar tropas de
ocupación a Haití y aceptar todas las cláusulas coloniales del Tratado de
Protección de Inversiones con Estados Unidos, verdadera herramienta de
dominación que viola nuestra constitución, desconoce nuestra soberanía, la libre
autodeterminación de los pueblos y los pronunciamientos populares en los
aspectos relativos al agua y las empresas públicas.
En esta perspectiva de oposición, desde posiciones de izquierda y de ruptura
radical con el programa y la estrategia progresista, la lucha por los derechos
democráticos y contra la impunidad ocupan un lugar central. Tanto la represión
en la Ciudad Vieja, como las sentencias y procesamientos que criminalizan la
lucha social, demuestran que el aparato represivo y el poder judicial continúan
al servicio de un régimen político de dominación, de clase, que trasciende las
coyunturas gubernamentales; de igual forma que la impunidad del terrorismo de
Estado garantiza la existencia misma del núcleo duro del aparato estatal: las
fuerzas armadas.
Juzgar y condenar a los ladrones, torturadores y asesinos de la dictadura, no es
sólo un deber ético en nombre de la verdad y la memoria de nuestros muertos y
desaparecidos; es un imperativo político de plena actualidad. No hay democracia
con tutela militar. No hay democracia si no se desmantela el aparato represivo.
Es por ello que la lucha por la Anulación de la Ley de Impunidad tiene un
carácter estratégico para el movimiento obrero y popular, para el desarrollo de
su organización y movilización, de su lucha contra los capitalistas que esgrimen
la amenaza permanente de la represión. Y es, al mismo tiempo, la principal
batalla contra cualquier intento de dar vuelta la página y el punto final.
Ante este panorama, las luchas sociales y la resistencia popular son la única
alternativa. Enfrentando la prepotencia patronal contra los trabajadores y
denunciando el chantaje de las corporaciones empresariales que se niegan a
digerir hasta el más mínimo de los avances en los derechos sindicales; luchando
contra el programa económico del gobierno y del FMI. La resistencia obrera y
popular que se ha manifestado en estos últimos meses - a través de ocupaciones,
huelgas, cientos de nuevos sindicatos, manifestaciones, escraches, marchas,
campamentos, y diversas manifestaciones de protesta - se irá desarrollando en la
medida que el modelo neoliberal y entreguista siga imperando. Es en tal sentido
que insistimos (y continuaremos insistiendo) sobre una necesidad impostergable:
construir y organizar una oposición desde principios de izquierda , un
bloque político y social de carácter antioligárquico, antiimperialista y
anticapitalista que se transforme, desde la lucha, en la herramienta que levante
e impulse un programa alternativo, de transformaciones profundas y
revolucionarias.
HACIA LA LIBERACION NACIONAL Y EL SOCIALISMO
UNIDAD DE LOS REVOLUCIONARIOS
Montevideo, 22 de diciembre 2005
COLECTIVO MILITANTE
REFUNDACIÓN COMUNISTA
COORDINADOR ARTIGUISTA DE LIBERACIÓN 1971
FRENTE REVOLUCIONARIO POR UNA ALTERNATIVA SOCIALISTA
MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO ORIENTAL