Latinoamérica
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Reflexiones de un izquierdista infantilista
Andrés Capelán
Comcosur
Yo tendría 12 o 13 años y era la primera vez que concurría a la manifestación
del 1º de Mayo. Sería el año 1967 o 1968. Recuerdo que con un grupo de
compañeros de liceo estábamos en el cruce de las avenidas San Martín y
Agraciada, y todavía tengo clara en la memoria la "foto" de la columna
Cerro-Teja, acercándose desde el oeste a marcha forzada, encabezada por los
"peludos" de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA).
Emocionados, ingresamos a la marcha tras los cañeros y comenzamos a corear con
ellos su consigna: "UTAÁ, UTAÁ, Por la Tierra y con Sendic". Con el fervor y la
candidez de quienes hacen sus primeras armas en la militancia, recorrimos así
las dos cuadras que nos separaban del Palacio Legislativo; mientras por nuestras
mentes pasaban imágenes de la Toma de la Bastilla, la Comuna de París, la toma
del Palacio de Invierno, la entrada del 26 de Julio en la Habana... ¡Cosas de
adolescentes!
La ilusión duró precisamente esas dos cuadras, porque cuando la columna ingresó
en la amplia Avenida de las Leyes que circunvala el Palacio Legislativo, fue
rápidamente rodeada por decenas de hombres robustos que, blandiendo cadenas y
palos, coreaban insistentemente "¡Unidá, CNT; Unidá, CNT!".
Era la "Fuerza de Choque" de la Convención Nacional de Trabajadores (en esa
época dominada por el entonces pro soviético Partido Comunista del Uruguay),
reprimiendo a la columna Cerro-Teja por no corear las "consignas centrales"
acordadas para el acto en la mesa representativa de la central obrera. Luego,
los recuerdos se entreveran. Golpes, escaramuzas, empujones... el grupo de
adolescentes jacobinos vió sus sueños de libertad, igualdad y fraternidad
desvanecidos a cadenazo limpio y salió corriendo...
Casi cuarenta años han pasado desde entonces. Muchas cosas han cambiado, pero
otras permanecen igual en su sustancia. Hoy como entonces, en la izquierda
uruguaya (en el sentido lato del término) hay quienes buscan "imponer" la
unidad. No son los mismos de aquella época, ni usan cadenas de acero forradas
con cámaras de bicicleta. Sin embargo, estos "unitarios" de hoy, recorren el
mismo perverso camino.
La unidad no se impone, y tampoco es un bien en si mismo o un valor a defender a
cualquier precio. Pero por sobre todo, unidad no es lo mismo que uniformidad.
Durante años –como coalición de Partidos y Movimientos que es- el Frente Amplio
hizo gala de su "unidad en la diversidad". Sin embargo, desde que asumió el
gobierno, actúa al mejor estilo del PCUS de Stalin, acusando de "traidores" a
quienes no están dispuestos a sumarse al monolitismo que se impone desde la
presidencia de la República.
Ese monolitismo es un objetivo político y estratégico, pues la insistencia en
que los legisladores frenteamplistas voten en bloque no surge de una necesidad
cuantitativa. Tanto la Operación Unitas, como el envío de nuevas tropas a la
Misión de Paz en Haiti o la aprobación del Tratado de Inversiones con USA, se
hubieran aprobado igual si quienes deseaban votar en contra lo hubieran hecho.
Durante años, el Frente Amplio ostentó como un blasón la participación de sus
militantes en la toma de decisiones. Ahora, a quienes buscan cambiar el rumbo
que la coalición ha tomado desde el pasado 1º de marzo mediante la convocatoria
a "las bases", se les tilda de "oportunistas". Y no quiero abundar en otras
consideraciones para que no me acusen de "hacerle el juego a la derecha"...
Pero bueno, no me hagan caso. Yo soy sólo un pequeño burgués radicalizado,
romántico e infantilista que se ha quedado anclado en los años sesenta, que
todavía escucha las canciones de Los Beatles y de Viglietti, continúa leyendo a
Cortázar y a Sartre, y sigue con sus estúpidos sueños de Libertad, Igualdad y
(sobre todo) Fraternidad. ¿Qué se puede esperar que escriba un tipo así?