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Ecuador: desastre nacional
Rodrigo Santillán Peralbo*
Altercom*
Más sabe el diablo por viejo que por sabio. Las clases dominantes, políticas
y económicas, con 500 años de experiencia acumulada, han hecho de este país su
insana voluntad, hasta llevarlo al desastre nacional.
Las clases dominantes, políticas y económicas, con 500 años de experiencia
acumulada, han hecho de este país su insana voluntad, hasta llevarlo al desastre
nacional.
Mientras se regodean del éxito de sus vivezas, amarres y enjuagues, y torpedean
todo intento de salida a la crisis, el país se cae en pedazos, directo al
basural de la historia, tanto que es un Estado inviable y de continuar por el
chaquiñán del caos, ¿tendremos país en el 2010 o 2015?
No existe, ni se vislumbra un proyecto nacional porque no hay visión de futuro.
Sólo quedan intereses de grupo que defienden a dentelladas el poder político y
económico que, lotizado, les es suficiente para satisfacer sus mediocres
apetitos, sus banalidades y vanidades, a costa de la miopía popular, de la
pobreza de las masas, del engaño y la mentira contumaces.
Ninguna propuesta de cambio, por mínimo que sea, es aceptada. El Congreso y el
TSE -apéndice de la partidocracia- niegan los intentos de convocatoria a
consulta popular ansiada por diversos representantes de la sociedad civil, a los
que diputados y políticos insultan, deslegitiman y satanizan, cómo si únicamente
ellos fueran los sabios, dueños y capataces de esta hacienda llamada Ecuador.
Ellos no quieren ni oír de Asamblea Constituyente y sólo proponen reformar la
Carta Política para no perder privilegios.
Ante esta insostenible situación, delegados de 90 organizaciones nacionales se
reúnen en Quito, para discutir los cambios constitucionales. ¿Por qué no se
declaran en Asamblea Popular Constituyente para dictar una nueva Ley Suprema o
reformar la actual, y viabilizar la democracia participativa?
Esa Asamblea Popular Constituyente podría, por ejemplo: excluir de participación
en la política nacional a todos los ex presidentes que hayan sido derrocados por
el pueblo o violado los derechos humanos, a los ex diputados que hayan sido
expulsados del Congreso Nacional, a los que hayan participado en golpes de
Estado, a los que hayan sido acusados de actos de corrupción y de
enriquecimiento ilícito, a los que hayan evadido la justicia con el recurso del
autoexilio, a los banqueros corruptos, empresarios comerciantes e industriales
que hayan tenido contratos con el Estado o que hayan sido acusados de evasión
tributaria. Para los actos de corrupción y de enriquecimiento ilícito, la Carta
Política debe ordenar la confiscación de bienes, muebles e inmuebles y de las
cuentas corrientes que tengan en el Ecuador y en el extranjero. Estos hechos
deberían ser considerados más graves que el narcotráfico y deberían merecer
penas de prisión superiores a los 25 años, sin que importe la cuantía del
enriquecimiento ilícito y de la corrupción y debe extenderse a cómplices y
encubridores.
Constitucionalmente se debería prohibir que los diputados sean reelegidos
indefinidamente para evitar caciquismos e, igualmente, prohibir la reelección
presidencial, y la dirección o presidencia indefinidas de los partidos
políticos. En la Carta Política debería existir un capítulo que posibilite
la participación ciudadana en la construcción de la democracia, garantizar la
participación de las minorías políticas en el Congreso Nacional que debería
llamarse Asamblea de Representantes y permitir la revocatoria del mandato para
todos los funcionarios del Estado que hayan sido elegidos mediante votación
popular.
En la Carta Política debe reforzarse el capítulo referente al patrimonio
nacional que debe ser indelegable; prohibir tajantemente cualquier forma de
privatización, consolidar la seguridad social y prohibir formas o intentos de
privatización, bajo prevenciones legales.
La liberad política debe consagrarse permitiendo al ciudadano la participación
en los procesos electorales sin obligatoriedades; es decir que el voto sea libre
y voluntario. La Ley Fundamental debería propender a la formación de bloques
políticos y de la sociedad civil que sean ideológicamente afines, ya que
nadie es ideológica y políticamente independiente, y procurar los consensos
dentro de la Cámara Única de Representantes, sobre la base de un Proyecto
Nacional.
Podríase, también, elaborar un nuevo estatuto que democratice y consolide
a los partidos políticos y un nuevo estatuto electoral que cambie las reglas del
juego. Darían un claro ejemplo a los políticos profesionales de que aún
es posible evitar el desastre total. Para legitimar el trabajo de la sociedad
civil, se podría someterlo a plebiscito, a fin de que el pueblo sea el que
decida su presente y futuro.