En este andino y pequeño país, los acontecimientos políticos desarrollados en
los últimos 10 años de su historia, son el vivo ejemplo del fracaso de las
democracias latinoamericanas basadas en los dogmas neoliberales impuestos por
casi tres décadas, que han conducido a que Ecuador sea catalogado como el tercer
país con más desigualdades luego de Brasil y Chile.
Las políticas de ajuste impuestas por el FMI, las pugnas interburguesas y un
incesante y creciente protagonismo del movimiento popular que ha luchado contra
el latrocinio y la corrupción, por trabajo, bienestar y democracia, que echó del
poder a tres presidentes, han sido los ingredientes principales de esta
particular situación.
Desde 1997 hasta la fecha ocho presidentes se han sucedido en el poder, lo cual
ubica a este país entre los más inestables políticamente. A los expulsados del
poder por la lucha popular les han sucedido presidentes interinos que han
mantenido las mismas políticas y defendido los mismos intereses, de esto se han
asegurado la embajada norteamericana y la burguesía criolla.
Luego de la caída de Lucio Gutiérrez, en abril de este año, y el ascenso al
poder de Alfredo Palacio las expectativas eran pocas y pronto se convirtieron en
descontento. El nuevo presidente se encontraba atrapado entre las presiones y
exigencias de los partidos burgueses (Izquierda Democrática y el Partido
Socialcristiano) que dominan el Congreso Nacional y que ocupan cargos en la
actual administración, las presiones de la embajada yanqui para la continuación
del proceso del TLC, del Plan Colombia, la permanencia de las empresas
petroleras norteamericanas y el pago de la deuda externa.
La base social de Palacio, expresada en el movimiento denominado ‘forajido’, fue
desilusionándose y al final diluyéndose. Varios de sus dirigentes asumieron
cargos en el Gobierno, otros desarrollaron una decena de asambleas populares que
hoy casi no tienen expresión, otros personajes autodenominados representantes de
la "ciudadanía", que están ligados a ONGs. financiadas por la USAID, continuaron
exigiendo al Gobierno una reforma política. Sin esta base social el Gobierno
quedó muy debilitado.
Pero además el Gobierno ha tenido la persistente presión y exigencia popular por
demandas y necesidades insatisfechas: los maestros y los trabajadores de la
salud por alza de salarios, los estudiantes por mayor presupuesto para la
educación, los campesinos por la atención a su crítica situación, los municipios
por recursos para la atención a su población, la oposición a la firma del TLC,
contra el Plan Colombia; todos estos y otros sectores han desarrollado sus
demandas a través de movilizaciones, cierres de carreteras, paros y otras
acciones.
A diciembre del 2005, en tan sólo ocho meses, el Gobierno de Alfredo Palacio no
sólo que está debilitado sino que tiene un fuerte rechazo, aún mayor del que
tuvo Lucio Gutiérrez los ultimo días de su gestión. En una publicación del
diario Expreso, el 7 de diciembre, se revelaron los resultados de una encuesta
en la que se señala que el 73,9% de la población califica la gestión de Alfredo
Palacio como mala y muy mala; mientras solamente el 12,3% considera que estamos
mejor que en el gobierno de Lucio Gutiérrez. Este descrédito del Gobierno
seguramente creció en estos días, tras fracasar la convocatoria a la consulta
popular que definiría la instalación de una Asamblea Constituyente, y
evidenciarse en forma más clara que Palacio no tenía pleno interés en
efectivizar esa propuesta, que la utilizó como una tabla de salvación para
enfrentar su marcada debilidad, y como cortina de humo para ocultar el contenido
antinacional y antipopular de su manejo político.
La crisis política es de tal naturaleza que lo que se presenta coyunturalmente
como una alternativa se convierte en factor de una nueva crisis y se extiende a
toda la institucionalidad burguesa, que sufre la falta de credibilidad y el
rechazo de la población. El Congreso, las Fuerzas Armadas, los partidos
políticos, los grandes medios de comunicación, los órganos de justicia, etc.
acusan graves problemas en su interior y una mellada imagen ante la opinión
pública. El Ejecutivo y el Legislativo se disputan palmo a palmo el desprestigio
e impopularidad, mientras las Fuerzas Armadas han escalado posiciones en ese
sentido, tras su responsabilidad en el asalto a las oficinas del fallecido
Notario José Cabrera, para recuperar el dinero que miembros de tropa y oficiales
de alto rango, incluyendo generales de la República, tenían invertido en este
negocio ilícito.
La Asamblea Constituyente es otro episodio de la crisis política del Ecuador. La
pugna entre el Gobierno y el Congreso a la final no fue tal, pues en esencia
ambos tenían consenso en que una reforma política tenía que ser para asegurar su
dominio y la gobernabilidad burguesa; todas las propuestas que se esgrimieron
estaban orientadas a restringir los derechos y libertades democráticas, a
eliminar y restringir la acción de las organizaciones sociales y políticas del
movimiento popular.
En realidad, este tira y afloja entre Congreso y Ejecutivo, que castró la
posibilidad de la Asamblea Constituyente fue un contubernio para evitarla. El
temor de que los anhelos y sentimientos de cambio se potencien frente a la
expectativa de millones de ecuatorianos que identificaban a la Constituyente
como un canal para introducir cambios, fue un elemento que también pesó para
este resultado.
Las perspectivas para el 2006 seguirán siendo críticas. Como sabemos, en el
capitalismo las crisis son de carácter general, se expresan en la política pero
también en la economía, y ésta enfrenta graves problemas, que van a repercutir
en las ya precarias condiciones de vida de los trabajadores y los pueblos.
Las afirmaciones realizadas al inicio del 2005 de que la economía ecuatoriana
crecería en el 3,5%, hoy son desmentidas por los mismos "expertos"
gubernamentales que la ubican en menos del 2,9%, es decir, muy por debajo del
promedio de América del Sur. Lo más seguro es que la inflación termine cerca del
4%, que en un sistema dolarizado es grave.
Según el analista Guido Proaño: "El crecimiento de la economía es un espejismo,
al estar sustentado en las exportaciones petroleras –que en un 70% se encuentra
en manos de empresas extranjeras- que generan significativos ingresos gracias al
elevado precio del crudo en el mercado internacional, y no porque exista
incremento de la producción. Pero si no tomamos en cuenta el sector petrolero,
encontramos que en el 2004 el verdadero crecimiento de la economía del país fue
del 2,5%, ante lo cual debe advertirse que la población tiene un crecimiento del
2.1%, es decir, el verdadero crecimiento fue de 0,4%. Con la misma lógica
observamos lo que ocurre con las exportaciones no petroleras, y encontramos que
las efectuadas en el 2004 son similares al nivel alcanzado en 1997. En los
últimos años la balanza comercial del sector no petrolero ha sido negativa, y el
saldo neto de la balanza comercial (sectores petrolero y no petrolero) adolece
de una caída desde 1999 –según lo asevera el ex gerente del Banco Central,
Eduardo Valencia- y al momento enfrenta un déficit que supera los tres mil
millones de dólares. No hay indicador alguno que permita creer que las cosas
cambiarán, lo que augura un futuro grave para el país. Objeto de regocijo de los
"kikuyos" del Banco Central y del Ministerio de Economía es la existencia de una
reserva monetaria de mil seis cientos millones de dólares, que resulta ser
inferior en trescientos millones de dólares a la existente seis años atrás. Al
asumir la dolarización, sus defensores hablaron que con ella se pondría fin a la
devaluación monetaria, al incremento de los precios, y aún se dijo que éstos
disminuirían. Para ese año (2000) el costo de la canasta básica era 218 dólares;
ahora llega a los 435 dólares, lo que equivale a decir que en estos años los
precios de los productos crecieron en un cien por ciento. Al iniciar el 2005,
funcionarios gubernamentales señalaron que la inflación anual no será superior
al 2%; luego "reajus taron" el cálculo y lo fijaron en el 2,7%, la verdad es que
llegamos a diciembre con una inflación acumulada del 4%, la más alta entre los
países que tienen al dólar como su moneda".
Con un 80% de su población en el nivel de pobreza, con una tasa de desempleo
abierto del 11% y un desempleo del 44% y una migración que ha expatriado a más
de 2 millones de ecuatorianos, con salarios congelados, con un presupuesto
estatal que asegura un 35% para el pago de la deuda externa y hace fuertes
reducciones para gastos sociales y con la amenaza de la firma del Tratado de
Libre Comercio que terminaría liquidando la economía nacional, se cierra el 2005
y se abre el 2006.
Termina un año en que se ratifica el estruendoso fracaso del neoliberalismo, en
el que se descubre y redescubre más que los pueblos no tienen salida en el marco
del sistema capitalista, viene otro año en el que a las frustraciones y
desesperanzas del pueblo, con seguridad, le sobrevendrán la fuerza de sus luchas
y movilizaciones por sus derechos, que frente al entreguismo y a la explotación
fortalecerá sus propuestas, su unidad y organización por la soberanía y la
independencia.
(*) Ramiro Vinueza es director del periódico Opción de Ecuador Paulina Castro
Cerruti