Ecuador inició el 2005 en medio de una aguda crisis política, y finaliza el año
en condiciones similares; pero todo indica que esta continuará en el año
venidero, al menos hasta que el proceso electoral del 2006 tome cuerpo y la
amortigüe, sin eliminarla por completo.
Con toda seguridad, Ecuador es un arquetipo de inestabilidad política en
América, no únicamente por lo acontecido en estos doce meses -que registran la
caída del gobierno de Lucio Gutiérrez, haber permanecido ocho meses sin Corte
Suprema de Justicia y sin Tribunal Constitucional, entre los aspectos más
sobresaliente-, sino porque desde 1997, fecha en que un movimiento popular puso
fin al gobierno populista de Abdala Bucaram, los sucesivos gobiernos han estado
amenazados de no terminar el período para el que fueron elegidos, como
efectivamente ha sucedido con los tres últimos gobernantes surgidos de votación
universal. Siete gobiernos en ocho años marcan la magnitud de la crisis política
existente.
El otro punto de la crisis
Si el andarivel de la política se muestra crítico, no menos grave es el
campo de la economía y de las condiciones de vida de los trabajadores y los
pueblos. La economía ecuatoriana enfrenta problemas gravísimos, al punto que
muchos analistas sugieren estar al borde del colapso del sistema de
dolarización, pues, muchos indicadores se asemejan a la situación vivida por
Argentina en el 2001, cuando salió de la convertibilidad.
El crecimiento de la economía es un espejismo al estar sustentado en las
exportaciones petroleras –que en un 70% se encuentra en manos de empresas
extranjeras- que generan significativos ingresos gracias al elevado precio del
crudo en el mercado internacional, y no porque exista incremento de la
producción. Pero si no tomamos en cuenta el sector petrolero, encontramos que en
el 2004 el verdadero crecimiento de la economía del país fue del 2,5%, ante lo
cual debe advertirse que la población tiene un crecimiento del 2.1%, es decir,
el verdadero crecimiento fue de 0,4%. Al iniciar este año, los "expertos" del
gobierno preveían un crecimiento de la economía en el 3,5%, pero se ha
establecido ya que éste no superará el 2,9%, muy por debajo del promedio de
América del Sur.
Con la misma lógica observamos lo que ocurre con las exportaciones no
petroleras, y encontramos que las efectuadas en el 2004 son similares al nivel
alcanzado en 1997. En los últimos años la balanza comercial del sector no
petrolero ha sido negativa, y el saldo neto de la balanza comercial (sectores
petrolero y no petrolero) adolece de una caída desde 1999 –según lo asevera el
ex gerente del Banco Central, Eduardo Valencia- y al momento enfrenta un déficit
que supera los tres mil millones de dólares. No hay indicador alguno que permita
creer que las cosas cambiarán, lo que augura un futuro grave para el país.
Objeto de regocijo de los "kikuyos" del Banco Central y del Ministerio de
Economía es la existencia de una reserva monetaria de mil seis cientos millones
de dólares, que resulta ser inferior en trescientos millones de dólares a la
existente seis años atrás.
Al asumir la dolarización, sus defensores hablaron que con ella se pondría fin a
la devaluación monetaria, al incremento de los precios, y aún se dijo que éstos
disminuirían. Para ese año el costo de la canasta básica era de doscientos
dieciocho dólares; ahora llega a los 435 dólares, lo que equivale a decir que en
estos años los precios de los productos crecieron en un cien por ciento. Al
iniciar el 2005, funcionarios gubernamentales señalaron que la inflación anual
no será superior al 2%; luego "reajustaron" el cálculo y lo fijaron en el 2,7%,
la verdad es que llegamos a diciembre con una inflación acumulada del 4%, la más
alta entre los países que tienen al dólar como su moneda.
Todo esto genera un ambiente de agudo descontento e insatisfacción entre los
ecuatorianos, afectados por un desempleo abierto del 11% y una tasa de desempleo
del 44% y una migración que ha expatriado a más de dos millones de compatriotas.
Con un salario congelado, sin esperanza de una reactivación económica que brinde
trabajo a millones de hombres y mujeres, amenazados con la firma del Tratado de
Libre Comercio que liquidará los restos de una economía que tambalea, afectados
en sus derechos y libertades políticas llegamos al 2006, que sin lugar a dudas
será escenario de nuevas y altas movilizaciones sociales. Si Alfredo Palacio
pensó que enterrando el tema de la Constituyente se acabarían sus problemas…
esta muy equivocado; no sabe lo que le espera.